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En India escuché decir que solo la luz puede espantar la oscuridad. 

Los turistas

Absorbidos por las tinieblas del horror, los 43 normalistas de Ayotzinapa portan una persistente antorcha que inesperadamente ha iluminado una enorme zona de silencio y oscuridad de México. Un territorio ignorado no solo por el poder político-económico y los medios de comunicación, también por los ciudadanos de las regiones de “mayor presencia turística y desarrollo” (son los únicos criterios en común que encuentro para relacionar las zonas que quedan relativamente “fuera” de la violencia).

Los turistas que llegan en avión y transitan por caminos y territorios seguros quedan enamorados de un esplendor mexicano que está en las antípodas del narcopoder. La vitalidad y calidad de la amistad y la acogida, el placer y la sabiduría del bien vivir incluyendo por supuesto la deleitosa gastronomía, la amabilidad de las personas sencillas, la riqueza humana y cultural de museos, festivales y ferias, el espesor y esplendor histórico, la arquitectura majestuosa, la multiplicación de las artesanía y tradiciones, los paisajes para el disfrute de los sentidos constituyen un país/experiencia que se guarda para siempre en el corazón. Para los turistas, el mundo de la oscuridad es invisible.

El problema es que muchos mexicanos viven como en condición de turistas, habitando ese México maravilloso que forma parte del orgullo de la humanidad. El brillo de ese México es tan enorme que hace que las personas sientan que viven en un mundo inexpugnable cobijados por una riqueza de muchas dimensiones. Ese México es tan potente que incluso ha incorporado en las tradiciones populares, tan gozadas y compartidas por todos, la muerte, el horror, los seres extraordinarios. Los alebrijes institucionales forman parte de la maravillosa cotidianidad mexicana. ¿Qué puede describir mejor a la justicia, al ejército y la policía, a los distintos niveles de gobierno que el concepto de alebrije? (Claro que bastante menos colorido.)

El esplendor de México hace que las élites y los ciudadanos estén dispuestos a pagar el costo que significa vivir apostando a no encontrarse en el lugar y momento equivocados, donde te disparen en una fiesta de cumpleaños, te secuestren saliendo del trabajo, te hagan desaparecer de un bar o una discoteca o te asalten en un semáforo.

Alebrije Gentileza de las Cajas de VLAD
Alebrije Gentileza de las Cajas de VLAD

Las tinieblas de Televisa

Si a ese resplandor que encandila, sumamos las tinieblas instaladas por el sistema de incomunicación encabezado ideológicamente, en forma y contenido, por Televisa, se comprende como zonas tan vastas del país quedan en la ceguera.

La maquinaria de producción discursiva de la televisión mexicana históricamente ha modulado la realidad nacional imponiendo sus propios estándares de lo importante, lo grave, lo aceptable, contribuyendo a crear un mundo cada vez más distante de los olvidados del mosaico televisivo. Son decenas de millones, que han ido quedando fuera de ese “México Televisa”: las minorías de distinto tipo, las élites culturales y toda la población de las “zonas oscuras”.

Ese poder político-mediático de México ha controlado –hasta ahora- la tensión emocional del país, generando una “normalidad” que administra el horror cotidiano y la magnitud de la guerra y el abandono al reino del terror en que viven muchos mexicanos.

En México,  la matrix mediática del poder ha tendido un manto que ha confinado a los mexicanos en una “normalidad” que conlleva un compromiso tácito de silencio y ceguera. Este manto se extiende mucho más allá de las fronteras hasta los organismos internacionales, las reuniones cumbres y la industria del turismo, donde nadie menciona las escandalosas cifras de muerte, desaparición o decapitación que asolan a México.

La oscuridad y el silencio son un elemento fundacional del mundo del narco poder. Cientos de héroes anónimos del periodismo, la comunicación, las redes sociales y los blogs, las organizaciones de la sociedad civil, han pagado hasta con sus vidas contar, publicar o mostrar lo que sucede.

Disfrutar

El largo tiempo del cambio

La desaparición de los normalistas prácticamente en tiempo real y frente a los ojos del mundo entero es una tragedia inimaginable. No hay respuesta que pueda aliviar el dolor de esas 43 familias; ninguna sentencia judicial ni renuncia funcionaria será suficiente.

Los horrores de la normalidad de México no pueden cambiar de un antes a un después sin un sostenido y largo esfuerzo colectivo. Es imposible que en un día cercano un movimiento por los cambios y la justicia se acueste celebrando el triunfo sobre el terror y el advenimiento de un nuevo México. El camino durará décadas, probablemente tantas como tomó llegar a la putrefacción del estado y de la sociedad en distintos niveles y profundidades.

Para salir del aturdimiento es fundamental recuperar la confianza constatando que se transita por el camino de la recuperación.

Desarmar la cultura del narcopoder significa remplazarla por otra. Es evidente que la receta de las potencias occidentales de bombardear y destruir solo genera vacíos donde se gestan engendros aún peores que los que se quiere eliminar. No es posible combatir el narcotráfico sin desarrollo humano, sin universidades, sin hospitales, sin cultura, sin trabajos dignos, sin medios de comunicación (y no de incomunicación), sin integración social, sin protección para los más humildes, sin sanción para el abuso. Para terminar con el narcopoder, el México luminoso debe hacerse cargo del México que vive en su ceguera.

¿Cuándo empieza a diluirse la oscuridad? Cuando se empiezan a ver las primeras figuras en la penumbra.

Ojalá el sacrificio de los 43 de Ayotzinapa sea el punto de quiebre para que ese México fuerte que todos queremos y admiramos comience a irradiar su luz sobre todo el territorio, sin olvidados, sin marginados, sin excluidos. Si esto no sucede, quizás la próxima catástrofe será la de los 43 de la Ibero, del ITAM o del TEC, las universidades de las élites.

#MéxicoNuestro

VIÑETA-MexicoNuestro

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