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Este libro de poemas de Gustavo Becerra, a veces me pide una segunda y tercera lectura, para lograr percibir su música tan propia. ¡Es que hablar de la poesía de Becerra obliga a un esfuerzo mayor, a poner el oído en la polifonía de sonidos que se emiten desde una fuente común, sin quedarse pegados en las sílabas ni en las palabras, sino abriendo el espíritu para que en él se despliegue su sentido.

Si entendemos el rol del escritor como un escribano de su época, tenemos, desde luego y obligatoriamente, que caracterizar el mundo que nos ha correspondido vivir para ser relatores y cronistas de este tiempo.

El mundo ha cambiado su rostro. Desde la quietud de los campos y villorrios ha migrado a las ciudades. Y no queriendo sentirse apresado por el cemento y el ruido de sus calles, el ser humano crece y crecerá en redes, como complejos sistemas de información vinculantes que explicamos mediante pequeños close up al mundo de la informática. Es un proceso ineludible: se requiere del otro, de la legitimidad del otro, delas comunidades electrónicas como núcleos de organización social, incluso para la sobrevivencia. Es cosa de verlo y escucharlo, en el lenguaje y los dedos de los niños, que corretean por teclados y buscadores, haciendo amistades digitales y no sólo presenciales.

En sólo una generación, hemos descubierto y explotado la energía del átomo, ingresado con instrumentos de la física, la química y la biología a escrutar los signos de la materia. No obstante, dentro del tiempo que vivimos hay diversidad de tiempos que no conocemos, mundos dentro de los mundos. Desde una sociedad industrial nos movemos a una sociedad informatizada y desde una sociedad informatizada a la sociedad del conocimiento.

Los cambios producidos por la primera revolución industrial acontecieron con rapidez y el mundo entero fue remodelado sin que la gran mayoría advirtiera lo que estaba sucediendo y sin que nadie pudiera detener ese proceso evolutivo. Lo mismo sucede hoy, con la diferencia que estos cambios tendrán lugar con rapidez mayor y afectarán tanto la estructura productiva como la ocupacional y social. Sin embargo tenemos la posibilidad de preverlos, analizarlos, sistematizarlos y encauzarlos de acuerdo al bien común, al respeto al medio ambiente y a los derechos, civiles y políticos, de la persona humana y de la sociedad organizada.

El impacto de estos cambios ya se siente y se sentirá en el hogar, en la industria, en la oficina, en la escuela, en los movimientos políticos, en las redes sociales. Ningún sector de la división especializada del trabajo quedará igual.

Existen límites por cierto, pero antes de que éstos se alcancen, logros como la computación y la robótica producirán una revolución productiva que alterará profundamente la organización de la sociedad. Cuando señalamos la sociedad post-industrial, y mostramos algunos de sus rostros, volvemos a mirar en la fuente-espejo la dignidad humana. Y para un creyente, la figura paradigmática de Jesucristo, no sólo en su andar humano por los caminos de Galilea y de Judea, sino también porque resucitado, atrae hacia sí mismo a todas estas fuerzas que emanan de la creatura humana, en busca de un futuro – de un presente – que tenga sentido de don para los demás y no sólo una voluptuosidad egoísta que comienza y termina en sí mismo.  

La poesía de Becerra testifica con multivariados recursos poéticos una argamasa agudamente integrada de lo épico y lo lírico, donde el complejo mundo de hoy resulta ser protagonista, a la expresión plural que habitan sus textos.  Se escribe desde aquí y ahora, no desde una abstracción espacio-temporal. La gente ,es decir nosotros, muchas veces nos sentimos incapaces de comprender, aunque sea de manera elemental, lo que genera el progreso tecnológico y sus múltiples vertientes. Paradójicamente, la ciencia presenta cada vez más vinculaciones con la fe y con la poesía.

Los nuevos paradigmas de Einstein y Heisenberg tienen como elemento sustantivo al observador. La antigua y concreta ciencia fría e implacable empieza a parecerse hoy a la magia (o sea, a la poesía). Hace poco leía que el matemático que no tenga algo de poeta no será nunca un matemático completo. ¿Será por eso que la matemática es antesala de la filosofía?

cerebro

El mundo de hoy es, pues, un mundo para la poesía que son capaces de concebir los poetas que habitan este tiempo. Lo sabemos por experiencia que toda revolución científica se caracteriza por provocar un cambio de paradigmas que afecta, sin duda, la forma de comunicarnos y esto, incluye, por cierto, a la poesía.

¿ Y por qué la poesía ? No sólo por el arte de decir que está inscrita en su médula, sino por el arte de crear que ella produce cuando el poeta no se preocupa tanto de sí mismo, de su ego, sino que de lo que su palabra (y su silencio, que también es palabra) sugiere en los demás, impacta en los demás, hace proceso en los demás. Entonces la poesía adquiere su mayor estatura y pasa de ser un monólogo a un diálogo, con tantos interlocutores, como los que la escuchan o la leen.

En la poesía de Gustavo aparece muy marcado este rasgo, pues la importancia del otro es mayor que el yo que escribe: la otredad (para significar todas aquellas personas y características que no son las propias) más que el rectángulo limitante de la hoja en blanco. La otredad habla en el no-poema. Las palabras usadas para la construcción de un poema traen consigo miles de palabras no útiles con ese fin, pero analizadas, es decir, mundo que se construye a sí mismo puede construir otro poema (el no-poema o el poema no-escrito). No todo lo escrito es el poema.

Imposible dejar de recordar que en griego la palabra creación es “poíesis”, y por eso, Dios es el poeta original pues como dice el Credo de los cristianos: “creo en Dios Padre poeta de los cielos y la tierra”… Es una poesía que se se capta y se siente por los interlocutores de todos los tiempos, llamados a gestar un mundo nuevo, desde donde se ha recibido el mundo viejo.

Pero, no sólo creador: Dios, en su dimensión redentora y más que redentora, en su acción liberadora escapa a esa vorágine de interpretaciones que la ciencia necesariamente busca y propone. Por eso, los redimidos hablan en su poesía. Bastaría con leer los salmos. No es una sola voz que todo lo sabe, admira, contiene y aprecia, sino una multiplicidad de voces que discuten, se niegan, se contradicen, se manifiestan. Por eso, y no sólo por mi condición de sacerdote, vínculo tan profundamente la fe a la poesía. Ambas son capaces de ver lo que la simple mirada no ve, de intuir lo que muchos no intuimos, creando lenguaje nuevo para poder decirlo.

A decir del propio autor: la poesía es un cuerpo vivo habitado por millones de palabras también vivas, en un sistema complejo de relaciones múltiples, donde lo complejo de sus significaciones no es computable ni fabricable en forma artificial.

La palabra contiene información, dinámica y plasticidad. En cada una de esas escalas y estadios poseen comportamiento organizacional distinto, actúan como células adaptativas, y reglas internas que les permiten la existencia en red. Si se desplazan de su equilibrio modifican su estructura y es posible que evolucionen a otros estados cuando se modifican las condiciones que las contienen y anidan.

Estas entidades biológicas que son las palabras, se van adaptando al contenido de la manera que el poeta propone desde su escritura pero que de ninguna manera es la misma propuesta que aborda el lector. Eso hace decir a Becerra que la poesía sopla donde quiere, parodiando el sentido que Jesús da al Espíritu Santo en el evangelio.

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Termino estas palabras siguiendo el discurso de Becerra quien nos convence que la poesía es un conjunto de entidades biológicas que forman un sistema viviente, integrado en convivencia y relacionado entre sí. La construcción de un discurso es la apropiación de estos sistemas para ponerlos bajo un ambiente adecuado que permita su germinación, colonización y desarrollo. No puede ser de otra manera. La palabra no puede ser un signo muerto -clavado con un alfiler- en una hoja en blanco. Si fuera así, ¿cómo podría ser portadora de afectos, de inteligencia social, de la incompleta visión de un mundo que cargamos?

Las palabras poéticas adquieren esa dimensión cuando rompen el cascarón que las contiene y tienen autonomía de vuelo e independencia de trazo: crean y fundan.

Desde la fe podemos afirmar que Dios está en toda entidad viva, o al menos el reflejo de su presencia (por pálido que sea). Por eso las palabras son sagradas.

Desde ese ahí, la poesía de Becerra es un instrumento de liberación. Y desde el sentido más estricto de su arte poética, es un sistema biológico que tiene un comportamiento autónomo al de su creador. Es lo que pienso, al menos, sobretodo conversando con Gustavo el sentido profundo de su obra.

Rodrigo Tupper Altamirano, Pbro.
Vicario General y Moderador de la Curia 
Arzobispado de Santiago 
Santiago 17 de mayo de 2012

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