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“Nunca salí del horroroso Chile.” Enrique Lihn

Viajar es, en estos tiempos, the ultimate experience. El avance de la tecnología y el desarrollo económico han permitido que muchas más personas tengan acceso a conocer lugares que nos parecían imposibles de  recorrer con nuestros propios ojos. La clase media emergente chilena ha repletado de manera furibunda los aeropuertos y los hoteles de Brasil, Perú, y Argentina. Pero, dentro de esta vorágine agotadora, quisiera detenerme a reflexionar sobre  la diferencia entre turistear, y viajar, dos términos que normalmente se utiizan como sinónimos.

Turistear implica limitarse a recorrer, de manera tangencial, el espacio desconocido, insertándose como un mero espectador de las experiencias que se desenvuelven ante los sentidos. Para prolongar este estado, el turista recurre a estrategias/recursos como los tours, la estricta adherencia a la regla de visitar los lugares emblemáticos para el negocio turístico, y la negación a abandonar, aunque sea de manera momentánea, elementos esenciales de su cultura de origen, como el lenguaje, los modales o el vestuario.

En cambio, la experiencia de viajar requiere de un mayor compromiso, y de un mayor riesgo, dependiendo de los intereses puntuales del viajero. Esto implica ser capaz de transar su cultura de origen, por ejemplo transformándose en bi o incluso trilingüe, o incorporando la vestimenta y ciertos modales de los habitantes del lugar.

Claramente, yo elijo  viajar. Creo que, al igual que la experiencia de la literatura, viajar nos permite abrirnos a otros mundos y enriquecernos, elevándonos sobre la baja propuesta vivencial que nos entrega la sociedad encarcelada por el libre mercado. El viaje llevado al extremo puede ser liberador y libertador. Pero, lamentablemente no todos pueden dedicarse a viajar cada vez que abandonan su lugar de residencia. El tiempo, nuestro eterno enemigo, muchas veces nos obliga a ser solamente turistas. Si tengo sólo tres días para conocer New York City, es obvio que tome un tour flash, vaya al MoMA y a la sobrevalorada Estatua de la Libertad, y que no salga de Manhattan. El otro factor es el miedo, un elemento que ha estado presente en la historia de Chile durante los últimos 40 años. Miedo a que me pase algo malo, miedo a que me asalten, miedo  a reconocerme en el otro, miedo a evolucionar. Dejar atrás esos miedos y desvertirnos par enfrentar lo nuevo, no sólo nos ayudará a transformarnos en viajeros de la más alta clase, sino que también nos ayudará a alejarnos de la “gran tragedia chilena”.

Si aprendemos a administrar mejor los tiempos y superar, en parte, los miedos, nos espera el viaje. Y hay algunas cosas que, dentro de mi limitada experiencia, me atrevo a recomendar. Primero, hazte de un amigo durante tu recorrido. Lo más sencillo es ir a un lugar en el cual ya se tienen viejos conocidos, pero a veces las condiciones se dan y un nuevo compañero aparece en el camino.  Esa persona será la llave a mucha información y a experiencias imperdibles. Un tip que le ha resultado bastante bien a muchos visitantes es alojar en casas de locales que las dedican a arriendos para turistas. Segundo, anda a comprar alguna de tus comidas, o cualquier cosa, a un supermercado, ojalá sea el más popular. No sabes cuánto se puede captar de la cultura en la que te estas sumergiendo al recorrer los escaparates y tomar decisiones de consumo básicas, dos prácticas rutinarias para los locales. Tercero, usa la locomoción colectiva común y corriente: las micros de techo bajo y con cobrador humano en Lima, o el MTA en NYC. No te pierdas de la experiencia del rush hour, para seguir ahondando en la cotidianeidad. Cuarto, vaga sólo con un mapa (o un celular activado) por la ciudad, por lo menos una tarde. Piérdete.  Equivócate. Así siempre descubrirás sorpresas. Quinto, de acuerdo a tus intereses, anda a algún lugar que no esté en la lista de los panoramas “obligados” dentro la zona que recorres. Por ejemplo, el imperdible Museo de las Artes del Bronx, a una cuadras del estadio de los Yankees.

New York - Fotografía de Rodrigo Arenas

Hay muchísima información más valiosa que la que yo puedo entregar respecto al tema. Pero lo importante es hacerte la invitación a viajar, y no a turistear. A aprovechar esos espacios no sólo para descansar y alejarse del trabajo, sino que para mejorar y cambiar nuestra existencia. Para enriquecernos. Y para recordar que, la vida es nuestra mayor aventura.

 

Algunos textos literarios para inspirarse:

“Los Viajes de Marco Polo”
“En el camino” Jack Kerouac.
“Viaje a Portugal” José Saramago.
“Into the Wild” Jon Krakauer.

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2 Comentarios sobre “Turistas y viajeros

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