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Tiempo atrás, si usted mencionaba que tenía una rutina de meditación, inmediatamente hubiera sido vinculado a una filosofía oriental o, tal vez, catalogado de snob. No obstante, hoy la meditación tiene seguidores en gran cantidad de países, incluso en el nuestro. Pero ¿a qué se debe la creciente popularidad de la meditación? ¿Tiene algún beneficio para la salud? ¿Qué dice la ciencia al respecto?

La palabra en sí genera conflicto, ya que muchos entienden de distinta forma su real significado. Por ejemplo, según la RAE, la palabra ‘meditar’ significa: “Aplicar con profunda atención el pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de conocerlo o conseguirlo”.

Pues bien, lo cierto es que la meditación es una práctica milenaria que consiste en la conexión física y espiritual, de tal manera de calmar y relajar la mente y el cuerpo. Esto significa que estamos conscientes de lo que está ocurriendo alrededor en el aquí y ahora, mas sin un juicio valorativo sobre lo que acontece durante ese momento.

En el último tiempo la meditación ha alcanzado una popularidad enorme, sobre todo en Norteamérica y Europa, en donde día a día incrementa el número de adeptos. Y pese a que ha sido practicada hace más de 3.000 años por culturas orientales, existen muchos tipos de meditación; sin embargo, en Occidente la más difundida ha sido el “mindfulness” o meditación centrada en la concentración en el momento presente.

Entonces, ¿a qué se debe que hoy por hoy la meditación se practique en todo el mundo? La respuesta a esa pregunta estriba en los beneficios que conlleva su ejercicio para nuestra salud.

 

La ciencia comenzó a interesarse por los efectos del “mindfulness” hace más de 50 años, tras los estudios del profesor de medicina de la Universidad de Harvard, Herbert Benson, quien descubrió, a través de estudios neurológicos, que meditar contrarresta los mecanismos cerebrales del estrés. Ahora, el prestigio que ha alcanzado la meditación no sería tal sin la ayuda del Dalai Lama Tenzin Gyatso, el cual permitió que científicos occidentales estudiaran su cerebro y el de sus monjes, para vislumbrar qué ocurre con las redes neuronales del ser humano bajo el influjo de la meditación.

Una evidencia sobre los beneficios de la meditación recae en el estudio realizado por Linda Carlson, del Centro del Cáncer “Tom Baker” en Alberta (Canadá). La investigadora encontró que aquellos pacientes diagnosticados con cáncer de mama, que practicaron a diario yoga o la meditación centrada en la concentración en el momento presente –y pese a no recibir tratamiento–, experimentaron un cambio físico en sus células.

¿La razón? El análisis de las muestras de sangre de dichos pacientes arrojó que sus telómeros –una estructura que forma parte de los cromosomas, y que actúan como protectores de la integridad de nuestro ADN– mantenían la misma longitud que al iniciar el estudio; por el contrario, el grupo que solo tuvo una sesión de meditación, mostró un acortamiento significativo de los telómeros.

Recientemente, el trabajo de un grupo de científicos de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), el cual fue publicado en la revista “Frontiers in Psychology”, revela que aquellas personas que meditaban perdían una menor cantidad de materia gris y, por lo tanto, de células nerviosas.

Lo cierto es que aún queda bastante por dilucidar en qué medida afecta la meditación a nuestro organismo y por qué reduce el envejecimiento cerebral. Asimismo, es importante recalcar que su habituación no reemplaza, de ninguna manera, el tratamiento médico, sino que es un excelente complemento para estimular nuestro sistema inmune, o sobrellevar los efectos negativos de ciertas enfermedades.

Con todo, los chilenos deberíamos practicar la meditación, pues los beneficios son indiscutibles; es más, en un país con altos índices de estrés y depresión –entre otras patologías–, el Gobierno debería implantar programas gratuitos de meditación para la ciudadanía.

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