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Se ha promocionado como un gran avance en equidad de género un suceso reciente producido en Suecia: La inclusión de un pronombre neutro en el nuevo diccionario oficial de su idioma. El pronombre neutro “hen” se añade al femenino (hon) y al masculino (han).

Ese pronombre había sido impulsado por las feministas hace algunas décadas y no había prosperado, y últimamente se adhirieron los transexuales; la novedad es que ahora es oficial.

Pero, ojo, quienes abogamos por la igualdad no debemos engañarnos, esto no ayuda mucho a encaminar el pensamiento humano a dejar atrás el modelo patriarcal que ha venido marcando la historia.

El problema con el lenguaje y el género, no es tanto el pronombre (él, ella o alguno otro que no indique género) sino la preeminencia de lo masculino como el género fundamental.

En el blog del sitio web “pipoll.com.es”, especializado en temas de educación, idiomas y cultura, se menciona que el idioma español, a diferencia de lo que ocurre con el inglés, cuenta con “….además de una muy arraigada perspectiva androcentrista”.

Veámoslo con ejemplos: En castellano, los grupos mixtos de personas son de género masculino:

Un grupo de niños y niñas es “los niños”, no importa si hay un solo varón y varias mujeres.

Un grupo de maestros y maestras es “los maestros”, igualmente sin importar la proporción de cada género.

Y lo mismo, un grupo de padres y madres es “los padres” y peor aun, algo que se escucha bastante especialmente por la radio: “El padre de familia debe preocuparse por la educación de sus hijos” –Un momento, ¿y dónde queda la madre de familia?– Está incluida, se sobreentiende.

No, no se sobreentiende ni está incluida sino excluida sin atenuantes. En gran parte debido a ese razonamiento, se mantuvo hasta hace poco en la ley y en la mente popular, la prevalencia paterna como un remanente del pensamiento medieval expresado en el lenguaje.

Hay defensores fervientes del idioma tal y como es. No piensan que con razonamientos como el antes descrito, la mujer no tuvo derecho al voto sino hasta hace poco tiempo. ¿Para qué van a votar –decían– si el marido vota?

En la información sobre el tema del pronombre neutro publicado por la BBC, se menciona a la bloguera británica Sophia Gubb, quien con la buena intención de aportar alguna idea al debate sobre el sexismo en el idioma español, sugirió que, dado que la letra “e” es una terminación frecuente para toda clase de oficios, cualidades y jerarquías de género neutro: Presidente, intendente, gerente, excelente, etc, podría adoptarse “le” como artículo, también neutro.

Si se aplica el razonamiento de Sophia, en vez de describir a un grupo de muchachas y muchachos como “los muchachos”, diríamos “les muchaches”. Suena divertido y es una idea en el camino correcto, aunque generaría demasiado rechazo. Todo cambio cuesta.

Tan difícil de ser aceptado es, que quien redactó la nota para la versión en castellano de la BBC (sospecho que es un él, no una ella), la finalizó con una ironía:

“A fin de cuentes, le gente es le que tiene le últime palabre”. Como vemos, este “redacter” no entendió ni pío.

Está claro que no lo ha entendido porque tergiversa la sugerencia de la bloguera, que no es la terminación de todo artículo, sustantivo y adjetivo en “e” sino cuando se refiere a personas de distinto género que forman un grupo; así quedaría eliminado lo que hace invisible a la condición femenina porque la incorpora dentro de lo masculino, como si fuera su apéndice.

Sabemos que los idiomas no se modifican por decreto de academias ni por inclusión en diccionarios, sino cuando la propia gente lo impone, y felizmente ahora, la juventud ya va aplicando cambios en su nuevo lenguaje emergente del mundo tecnológico. ¡Bienvenid@s al cambio, chic@s!

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