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El director francés Bruno Dumont nos entrega una obra fílmica de calidad superior para retratar el desgarro de una existencia marcada por el dolor y el abandono.

La de Camille Claudel (1864 – 1943) ha de ser una de las existencias más trágicas que registra la historia del arte. Dotada de un talento y una sensibilidad a toda prueba, desde niña la escultura fue toda su vida. Hacia 1883 conoce a quien será su maestro y amante, Auguste Rodin, con quien mantiene una tortuosa relación que marcará el resto de sus días. Junto al escultor, en el taller de éste y en estrecha colaboración, Camille forja y pule su talento escultórico hasta alcanzar gran notoriedad en los círculos artísticos de París, al tiempo que no logra consolidar su relación sentimental con Rodin, quien no abandona a su mujer, Roser Beuret, para quedarse con ella.

Presa de agudas crisis emocionales y nerviosas a causa de su relación personal y profesional con Rodin, Camille se recluye a trabajar en su taller hasta 1905, fecha en la que realiza su última exposición, de ahi en adelante son años en los que la angustia gana terreno día a día. En 1913, después de la muerte de su padre, quien era el único que lo impedía, su familia la interna en un sanatorio mental hasta el día de su muerte. En total son veintiocho años de reclusión y soledad.

Parte de este periodo de la vida de Camille, cuando ella lleva ya dos años recluida, es el que relata el reconocido director francés Bruno Dumont en su película “Camille Claudel 1915” (premio Fipresci, de la crítica internacional, al mejor filme de 2013). La cinta es seca, dura y cortante, aunque profundamente emotiva, de un compromiso que aborda el conflicto de la escultora desde un lúcido punto de vista existencial. Los diálogos son pocos y breves, las imágenes están escogidas con gran rigor y economía narrativa. Abundan los primeros planos del rostro angustiado de Camille y el entorno del sanatorio, lugar que le es totalmente ajeno aunque no hostil. Conviven allí pacientes con distintas disfunciones mentales, cada cual en su mundo y casi sin interacción, un lugar suspendido en el tiempo que para Camille es un verdadero purgatorio.

Más que apelar al sentimentalismo discursivo que el tema puede gatillar, Dumont deja que la fuerza de la tragedia hable por los silencios y la mirada de su protagonista, encarnada aquí por una soberbia Juliette Binoche, quien entrega uno de los mejores trabajos de su carrera. La expresividad de Binoche es abismal, en su rostro leemos escena a escena el dolor y la desesperación de una Camille abandonada por su familia y amigos y confinada en un lugar que le es totalmente ajeno, privada de sus afectos e imposibilitada de trabajar en su arte, lo que la convierte en una mujer muerta en vida. Los días transcurren en una asfixiante monotonía y sólo la esperanza de la visita de su hermano la alienta, guarda el deseo de que el la saque de allí y la retorne a la vida normal.

Si bien el ambiente del sanatorio mental (que de sanatorio no tiene nada), no le es hostil, Camille se encuentra profundamente sola, nadie a su alrededor puede hacerse eco de su drama y el único que la visita, muy de tarde en tarde, es su hermano Paul, un ser preso de una intelectualizada y fría religiosidad e incapaz de tener con ella un acto de misericordia. Camille no está “loca”, ella lo sabe y el también, pero no hace nada para sacarla de ahí. En la realidad el hermano poeta y dramaturgo no la visitó más de siete veces en todos esos años de vida.

‘Camille Claudel 1915’ es un filme que habla, desde una mirada profundamente humanista, del sufrimiento de un ser humano dotado de una extrema sensibilidad abandonado a su suerte y alejado de sus afectos. Dumont pone en escena el infierno terrenal que puede vivir un artista privado de su arte, en diaria lucha contra una adversidad que se alarga en una lenta agonía hasta aniquilar su voluntad. Obra fílmica punzante, en ‘Camille Claudel 1915’ el sufrimiento, el aislamiento y la soledad de la protagonista inundan cada escena y cada cuadro de la mano de un guión de máxima calidad y pulcritud narrativa que la coloca a la altura del gran cine. Excelente trabajo de fotografía para retratar la fria luz del lugar y los sombríos interiores y una gran dirección de arte.

Camille Claudel vivió un infierno en la tierra. Qué distinta hubiera sido su vida, pensamos, con el cariño y la contención de su familia y amigos, de qué grandes obras nos vimos privados por su imposibilidad de trabajar la arcilla o el marmol o el bronce, concluimos una vez finalizada la película. Es el cine, una vez más, el que nos invita a meditar sobre nuestra forma de actuar como especie humana con nuestros semejantes, como ocurre en esta “Camille Claudel 1915”, la  larga y angustiante agonía de un espíritu privado de éxtasis, desde muy joven hasta la hora de su muerte. Camille fue enterrada en una tumba sin nombre, sólo con la fecha de defunción y un número de registro. Cuando años después sus descendientes quisieron recuperar sus restos se les informó que el pequeño cementerio donde descansaban los restos de los enfermos olvidados por su familias había desaparecido para dar lugar a nuevas instalaciones del sanatorio. Por tanto no hay “restos” de la escultora, sólo sus obras son el vivo testimonio de su vida.

‘Camille Claudel 1915’, de Bruno Dumont. Francia, 2013.
Con Juliette Binoche, Jean-Luc Vincent y Robert Leroy entre otros.
Duración: 95 minutos.

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