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El dedo de Jara (Gonzalo, el jugador de la selección) fue más que elocuente. Meter el dedo en el culo a un contrincante para provocar su furia y consiguiente expulsión, mostró un patrón de ética que se  ha venido instalando en el imaginario popular, pero que, sin tanto aspaviento, se institucionalizó hace mucho más tiempo al más alto nivel: todo vale cuando se trata de ganar.

La reacción popular en estas semanas es, a fin de cuentas, una revancha. Tantas veces nos han metido el dedo (ya no en la boca): ¿acaso no tenemos derecho a hacerlo nosotros también? La cuestión más de fondo es ¿será posible restablecer el fair play, es decir el respeto por las reglas de buen comportamiento,  no tan solo en las canchas sino en la convivencia diaria, en la dirigencia política y empresarial, en las relaciones entre países, entre grupos sociales? ¿Habrá sanciones para quienes han incurrido en faltas mayores, así como las ha habido para Jara?.

Hace unas décadas los señores y señoras solían referirse a la gente de buena ley diciendo “esta es una persona de palabra”. Sucesivos acontecimientos fueron sepultando la buena fe y ni las leyes son suficientes para garantizar un acuerdo… por aquello de la letra chica.

Entrevistada a propósito del Congreso de la lengua que había de celebrarse en Chile en 2010 , la escritora mexicana Laura Esquivel –que aparte de ser reconocida internacionalmente por novelas como Como agua para chocolate  y Malinche y otras cuatro novelas – nos habló de la necesidad de recuperar el valor sagrado de la palabra: “En mi país trabajo mucho con artesanos y he visto que no han perdido esa cuestión de la palabra sagrada; es parte de sus usos y de sus costumbres y para ellos dar la palabra es parte de darse uno mismo. En nuestro trato nunca hemos firmado un papelito y no ha habido un problema; pero en el mundo dizque civilizado en el que vivimos ni los papelitos sirven, porque los contratos se rompen, las palabras no se cumplen y la intención ya no es integradora, ya no es entre hermanos, sino que busca obtener todo a cambio de lo menos, con la maña de la letra chiquita, la letra que no habla. Si volviéramos a recuperar la intención, la noción de lo que está en juego cuando se habla, sería distinto”, me dijo.

En nuestro país hemos vivido día a día este quebrantamiento de la palabra. Pero si no fuera por el escándalo que produjo la información pública acerca de la evasión de impuestos y la masiva emisión de boletas “ideológicamente falsas” seguiríamos como los monos del afiche “ciegos, sordos, mudos”.

“Tanta ambición de poder”

edificio

El famoso slogan “En Chile las instituciones funcionan” parece estar irremisiblemente gastado o al menos muy depreciado. Lo puso en vigencia el presidente Ricardo Lagos (aunque dicen que viene de Portales) durante su Administración (200-2006) y ha sido un  dicho recurrente. A Lagos le creímos. Especialmente cuando siendo dirigente opositor a Pinochet, en 1988, apuntando con su famoso dedo dijo: “Me parece inadmisible que una persona tenga tanta ambición de poder”, aludiendo al deseo del dictador de permanecer 25 años gobernando el país. Hasta hace poco muchos defendían que senadores y diputados conserven sus escaños por ese mismo lapso.

Comparado con otros países, es posible decir que nuestras instituciones funcionen más que en otros países, y que la palabra goce aún de cierto respeto; todo depende de la vara con que se mida. El presidente de México pidió que en Venezuela se repetaran los drechos humanos cuando todavía no era capaz de esclarecer  el caso de los 44 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, hace casi un año. Angela Merkel ha exigido que Grecia pague su deuda y Alexis Tsipras, el primer ministro de ese país, ha dicho que los alemanes todavía no cumplen el compromiso que adquirieron durante la segunda guerra mundial, por las pérdidas sufridas durante la ocupación alemana y ha llevado su posición hasta el punto límite, fiel a su predicamento.

La tesis de Tsipras, en todo caso, ha sido defendida por intelectuales como Noam Chomsky o el politólogo estadounidense Paul Graig, quien ha ido más allá, acusando a Estados Unidos de querer acabar con la Unión Europea, cosa que eventualmente podría pasar según el ex premio nobel Joseph Stiglitz.

La retahíla

¿Y qué pasa en nuestra vida cotidiana? Una amiga comentaba que le daba susto salir a la calle; no por los rateros, sino por los empresarios: “desde las empresas que dan servicios básicos, como electricidad o telefonía, hasta  los bancos y las AFP, siempre quieren joderte”, decía.  La publicidad engañosa es cosa seria; hubo que poner normas para que los alimentos tuvieran rótulos  expresos respecto a su contenido y aun así  hay espacio para el equívoco ¿Alguien sabe en qué consiste el famoso “marinado” con el que se venden pollos cerdos y carnes de cualquier clase? ¿Hay información pública  y permanente acerca de dónde comprar estos productos sin la mezcla de agua y preservantes que  inyectan los productores a bípedos emplumados y cuadrúpedos de todo tipo?

Después de darme cuenta que en tres o cuatro oportunidades nos estaban cobrando cosas que no pedimos ni consumimos, he adquirido la no muy agradable práctica de revisar atentamente las cuentas en los restaurantes. Y también de pedir por escrito todas las ofertas de casas comerciales, empresas de telefonía, bancos, boletas de garantía extendida etc. ¡Todo para evitar un dedo a lo Jara!.

Pero ¿qué es el tal dedo frente a la colusión de farmacias (inexistente, según el fallo reciente 4°Tribunal oral, en lo penal); la trama de financiamiento armada desde el más derechista de los partidos de derecha, para conseguir dinero del grupo económico Penta;  la  “desconocida” pre campaña presidencial de Bachelet;  el puente levadizo con los brazos chuecos en Valdivia; el uso de información privilegiada por parte de Piñera para ganar $9.800 millones en 29 minutos, en la compra de acciones de LAN; el caso Cascadas, que permitió a Julio Ponce Lerou aumentar  el precio de las acciones de sus empresas; las  boletas de garantía sin respaldo para ganar diversos concursos para construir hospitales, en la anterior administración gubernamental (la de Piñera); etc?.

Escuchando nuestra retahíla, una académica española de visita en Chile sacó de vuelta una cuenta más larga de hechos, detallando escándalos de este tipo ocurridos en su país: “Pues chicas, es lo que pasa en todo el mundo[i]; aunque hay países con menor tolerancia que otros”,  concluyó. No es el caso de Chile, donde pareciera que las instituciones funcionan, pero- como ha quedado demostrado-  las normativas son laxas.

Eso sí, hay algo en lo que no competimos; me refiero a la notoriedad en el uso de los dedos. Puestos en una balanza el dedo de Ricardo Lagos y el de Gonzalo Jara, con sus respectivos momentos y simbolismos, ¿con cuál se queda?



[i] Una muestra de esto es la que del fotógrafo Fernando González, del diario electrónico uruguayo Tenfield, quien acusa que muchos medios de comunicación no le pagaron ni dieron los créditos de la imagen que inmortalizó la escena entre Jara y el uruguayo Cavani.

 

 

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