Hace unos días recibí por correo electrónico la invitación a un taller de Marianne Costa, la más afamada discípula de Alejandro Jodorovsky, que incluía un vídeo en el que exponía cómo mejorar la vida de las personas y sanarla. Ella Dice que para sanar propone partir por el cuerpo aquí y ahora, ya que ese es el espacio y el momento donde surge nuestra identidad, o nuestras identidades, los personajes que nos habitan, árbol genealógico incluido pero no exclusivamente, con todas las sensaciones que traen consigo esos personajes que actuamos, o nos actúan, mecánicamente, y de los que debemos hacernos conscientes para alcanzar la salud. Agrega que no cree en soluciones fáciles, que el universo no nos da las cosas gratuitamente, y si las da son un regalo envenenado. Dice también que el único lugar en donde podemos vivir el paraíso es en nuestro interior, porque sólo ahí habita el amor incondicional. Cuando interiormente aceptamos todo lo que la vida está haciéndole a nuestro ser individual surge una sensación interna de rendición frente todo lo que existe, incluido el dolor, el sufrimiento, la vejez y la muerte, rendición que nos redime y nos libera.
Por otro lado Mónica De Simone, lectora de registros akáshicos entre otras especialidades, explica en un artículo publicado en su página que “los registros akáshicos son los registros de todo lo que es y existe, son como una gran maya de información que conecta a unos con otros y a la vez con todo” Y agrega que “antes de encarnar nuestro yo superior planifica, junto a la junta kármica y nuestros maestros guías, determinadas situaciones para vivirlas, pues son necesarias para adquirir el aprendizaje que necesitamos en esta vida” suceso que queda registrado en el akash. Quien hace lecturas de registros akáshicos puede canalizar, y entregar a la persona, información proveniente de esa gran maya informática universal relevante para comprender por qué está viviendo la vida que está viviendo, ofreciendo una experiencia liberadora y sanadora, porque el sólo hecho de tener el valor de entrar en, o abrir, esa red de información universal, tiene una recompensa. El lector de registros akáshicos debe estar motivado por el amor, de lo contrario no podría tener acceso a una herramienta tan poderosa, y su objetivo debe ser sanar, mejorar la vida de las personas.
La educadora e instructora de kundalini yoga Prabu Nam Kaur creó, en los años 90, un método para enseñar esa milenaria y estricta disciplina a niños pequeños occidentales. Bajo la premisa de que la mejor forma de hacerlo era valiéndose de la fantasía, ya que la fantasía es la herramienta más efectiva para motivar y educar a los niños, fue creando cuentos que fueron llevando a los pequeños hacia las diferentes ásanas, pranayamas, mantras, e incluso a la meditación. Lo hizo motivada por el deseo de sanarlos y mejorar su vida y su éxito revela que lo logró.
Marianne Costa dice que los humanos vamos tejiendo historias todo el tiempo, que la neurobiología afirma y confirma, con contundencia, que nuestra memoria es ficcional, que la mente no distingue entre un pasado ficticio y uno real, y que vamos tejiendo cuentos a medida que vamos viviendo. La ficción es la realidad del yo, es simbólica y narrativa, crea cuentos que nos pueden hacer padecer, intoxicar, o deprimir, pero también cuentos gozosos, felices, e incluso cuentos sagrados, y que por lo tanto, a través de los cuentos, de la fantasía, de la ficción, podemos enfermar, sanar o incluso reinventar nuestra vida. Dice también que cuando nos encontramos con otro y compartimos nuestros cuentos buscamos la forma en que ambos encajen, y que cuando ambas narraciones compatibilizan nos relajamos física y felizmente.
Tanto la sanación que propone Marianne Costa, como la lectura de registros akáshicos y el yoga para niños, apuntan en el mismo sentido: sanar, mejorar nuestra calidad de vida, dejar de sufrir, pero por caminos diferentes. Mientras una parte del más acá, de la realidad corporal y tangible, de la sensitividad más elemental, accesible a cualquiera, en cualquier momento, en cualquier parte, para de ahí integrar la sensitividad emocional, y finalmente la mental o imaginal, la otra comienza por el más allá, por lo sutil, lo invisible y elevado, accesible sólo a unos pocos que se ofrecen como canales ; por su parte la enseñanza del yoga para niños tendría en principio un enfoque semejante al de Costa, pues tratándose del yoga partiría del cuerpo, pero su finalidad última no sería sólo mejorar y sanar la vida de los niños, y por extensión la de sus padres y profesores, sino alcanzar las altas esferas a las que el yoga finalmente aspira, integrando lo conocido, el cuerpo, con lo desconocido, lo oculto, el más allá, pero pasando previamente, y como requisito indispensable, por el espacio creativo interior de los chicos, donde se encuentran las llaves de la libertad.
Quien quiera sanarse física, emocional o mentalmente, o quien quiera mejorar su vida, niño o adulto, tiene en nuestros tiempos muchos caminos posibles, en apariencia diferentes, pero mayoritariamente semejantes, ya que todos aceptan que la imaginación manda. Somos un cuento contado tanto aquí y ahora como en un lugar lejano y desconocido, somos un cuento contado tanto por nosotros como por otros, tanto por los vivos como por los que ya partieron a ese mundo accesible a unos pocos elegidos encarnados, pero que todos habitaremos más allá de la muerte y hemos habitado antes del nacimiento, en el que, se dice, que seres elevados, guías, ángeles, y quizá Dios, en complicidad con nosotros mismos y con nuestra alma, hemos concebido una narrativa fantástica que viviremos al encarnar en una familia concreta en el momento preciso, en el lugar correcto, al que llegaremos habitando algún cuerpo adecuado para vivir el cuento que hemos creado.
El yoga para niños, la lectura de códigos akáshicos y el camino que propone Marianne Costa son ciertamente diferentes, pero parten de la misma premisa: somos hijos de la imaginación, vivimos una realidad que ha salido de la ficción, propia o ajena, mía, de mis padres, mis ancestros, de mis guías o maestros espirituales, de los ángeles, de Dios mismo, o de ese que me crea todas las noches bajo las estrellas, mientras mi mente descansa y mis sueños están despiertos.
Gracias
He quedado muy sorprendido y felis
Saludos
Gustavo J. L.