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Hace ya tres años escribí para la Revista Digital Lakúma Pusáki un muy breve artículo sobre Truman Capote titulado “Desde Truman Streckfus Persons”. Revisándolo, tiene evidentes errores en torno a la reseña de su opera prima “Others voices, others rooms”. Allí digo que es “la historia inaugurada y dominada por la llegada de un niño de una madre recién muerta, a una casa con habitantes completamente desconocidos para él y con un abuelo omnipresente desde su ausencia visual, (está en una pieza del segundo piso acostado y sólo se comunica con “la servidumbre” negra a través de una pequeña pelota que deja caer por las escaleras)” (1). Pues bien, leyendo un artículo del Diario ABC de España del año 2010 (2) sobre el autor y esa novela, este plantea y me aclara: “Su héroe es un muchacho de trece años llamado Joel Harrison Knox, que, tras la muerte de su madre, es enviado desde Nueva Orleans, donde se ha criado, a vivir en la casa de una aislada plantación con su padre, a quien nunca ha visto y de quien ni siquiera lleva su apellido, Sansom”. Primer error, no es el abuelo sino el padre a quien no conocía ni había visto nunca, ni siquiera en fotografías.

Valga una aclaración. Siempre creí, y más aún, leí siempre en el primer párrafo que yo había escrito lo siguiente: “las tías y un abuelo omnipresente desde su ausencia visual”. Al respecto el artículo del diario español hace un breve descripción de los personajes: “Allí le aguarda un criado, Jesús Fever, cuya carreta de mulas lo lleva, como en un sueño, por las oscuras y solitarias carreteras comarcales hasta Skully’s Landing, nombre de la casa en la que vive su padre (…) Los únicos ocupantes son la mordaz madrastra de Joel, Miss Amy; su afeminado y narcisista primo Randolph; y el padre de Joel que, pese a las continuas pesquisas de Joel, misteriosamente no aparece por ninguna parte. Todos los que viven en Landing o cerca de allí son, en algún aspecto, anormales e incluso grotescos: las gemelas de la granja vecina, la femenina pero remilgada Florabel y el alocado marimacho de su hermana, Idabel; el casi enano Jesús Fever, que en sus centenarios ojos tiene algo de geniecillo; su nieta Zoo, cuyo cuello de jirafa muestra la cicatriz de la puñalada que le diera su novio la noche de bodas; y Little Sunshine, el negro ermitaño que tiene su morada en las pantanosas ruinas del Cloud Hotel, en otro tiempo establecimiento de moda. Pero lo que más impresiona a Joel es la aparición de un rostro espectral que lo mira desde la ventana del último piso, una “dudosa mujer” que lleva una aparatosa peluca blanca “con gruesos bucles derramados”, como una condesa de la corte de Luis XVI”.  Entonces  triple error, en la novela no hay tías, pero en mi texto tampoco, y reescribiendo sobre él, me doy cuenta que siempre pensé que en la novela de Capote sí las habían y que yo además había escrito sobre aquello.

Group Taking Tea at Lacock Abbey William Henry Fox Talbot (British, 1800–1877)
Group Taking Tea at Lacock Abbey William Henry Fox Talbot (British, 1800–1877)

Todo esto que parece una especie de ajuste de cuentas conmigo mismo al nivel de precisar datos a partir de mi ignorancia, no lo es, pues no puede haber ignorancia si el libro ha sido leído. De modo coincidente a lo que deseo realmente expresarles,  Capote dice: “Otras voces, otros ámbitos fue un intento de exorcizar demonios”, (…) un intento intuitivo y subconsciente, en realidad, porque yo no me daba cuenta, salvo en algunos episodios y descripciones, de que tuviese un serio carácter autobiográfico. Al volver a leerla ahora, considero imperdonable haberme engañado…”. Digo exactamente lo mismo respecto del artículo escrito hace tres años, y así como mi ignorancia está descartada,  este  error de reseña no puede ser sino fue un lapsus, tal cual lo entiende Sigmund Freud en su texto Psicopatología de la vida cotidiana: “Los errores de la memoria no se distinguen de los olvidos acompañados de recuerdo erróneo más que en un solo rasgo, esto es, en que el error (el recuerdo erróneo) no es reconocido como tal, sino aceptado como cierto. EI uso del término «error» parece, sin  embargo, depender todavía de otra condición.  Hablamos de «errar» y no de «recordar erróneamente» en aquellos casos en que el material psíquico que se trata de reproducir posee el carácter de realidad objetiva, esto es, cuando lo que  se quiere recordar es algo distinto de un hecho de nuestra vida psíquica propia, algo más bien que puede ser sometido a una confirmación o una refutación por la memoria de otras personas. Lo contrario a un  error de memoria está constituido, en este sentido, por la ignorancia”.  Y continúa Freud: «Allí donde dice una chanza, yace oculto un  problema».  Algo análogo podría afirmarse de los trozos (…) antes transcritos: «Allí donde aparece un error, yace detrás una represión», o, mejor dicho, una insinceridad, una desfiguración de la verdad, basada, en último término, en un material reprimido. (…) Los casos citados se refieren al mismo tema fundamental, y los errores son resultantes  de pensamientos reprimidos relacionados con mi difunto padre”. (3)

Entrando de lleno en esto y sin remilgos, soy yo, y no el protagonista de la novela quien en su infancia tuvo un abuelo que no hablaba, que era efectivamente como el padre de Joel, aún cuando no estaba físicamente en un segundo piso o en las alturas invisible, si se sentaba en un sillón sin hablar. Desde mi nacimiento hasta 1977 si mal no recuerdo, es decir durante 11 años, me hablo dos veces, una para retarme porque tomaba la taza con la mano izquierda, algo imperdonable para un musulmán y la otra para leerme el Corán antes de morir. Soy yo, quien se remite a tres figuras fantasmas, que no están en ningún texto sino en mi mente, esas tres tías solteras que viven juntas y que cuidaban a ese abuelo casi ausente, de otro siglo. Entonces, ¿donde está lo reprimido? Simple. Yo dije que aquel padre de la novela era mi abuelo y quien creyó que  todos los personajes “la madrastra de Joel, Miss Amy; su primo Randolph, las gemelas, Florabel e  Idabel, Jesús Fever, su nieta Zoo, Little Sunshine, y la “dudosa mujer”, eran mis tres tías. No está el padre. No esta MI padre. Y más aun, digo sobre el texto de Capote, que en realidad no es sobre él sino sobre el relato de mi mismo, que es “una metáfora extraordinaria de la vida, y desde aquello que nombraba Sartre como el marco general de la existencia o su condición sine qua non, la soledad humana. Desde las condiciones de la llegada del niño, desde los personajes que lo rodean y desde esa respiración ausente al otro lado de la pared, desde todo ello para adelante, los que suceda después, a los ojos del lector realmente importa muy poco. Como poco le importa al niño. El lector y el protagonista están signados por la misma escucha al borde del cataclismo”.

Fotografía de William Henry Fox Talbo
Fotografía de William Henry Fox Talbo

Entonces era la casa de mis tías, sus distintas casas en realidad, las que para mí eran aquel mundo de Joel, restos de lo que fuera una gran mansión,  lugar anacrónico y decadente adyacente a ese  jardín  primitivo y fantasmagórico, ruinas y nada más que ruinas. Ese pasado de una familia en ascenso que ya no volvería más, no sólo por meras dificultades económicas sino por que el país en 1977  caminaba por otros ámbitos, por otra voces muy distintas, ya no las del trabajo de costureras o del comerciante haciéndose a sí mismo, ya no la del padre y de la madre felices bailando frente al ventanal que daba al lago inmenso, democrático, en fin el lago, sino meros pasajes y paisajes oscuros, miedo, humedad, pobreza, llanto, locura, muerte, familiar y social, íntima y de la patria misma.

¿Y el padre? Bueno aquel padre que reía y sacaba fotografías de su mujer y de sus hijos al lado de la chimenea, aquel padre alegre lleno de bríos y esperanzas se había ido con la patria malherida, es cierto que ya tenía en su sangre ciertos elementos de tragedia anterior, de irritabilidad, de dureza, de amargura, pero todos ellos susceptibles de ser transformados por un entorno bullente, alegre, en progreso infinito. Sin embargo  habían pasado 4 años de cesantía, de penurias, de ahogo de los sueños,  y ese padre anterior ya no estaba para mí, no existía, no se veía. Ni la madre alegre, sólo las tías, con sus cabezas gachas costurando, sólo las tías con su alegre comida árabe y cigarros clandestinos para el sobrino, sólo las tías y sus permanentes puertas abiertas para mi pena y para mi alegría. Ellas, las raras, las extrañas para otros, eran mis abuelas, mi madre y mi padre. No puedo sin embargo en este ejercicio de sinceridad, dejar de decir que no es culpa de la patria esas distancias con mi padre, con toda seguridad si el país hubiese sido un edén la brecha sería la misma, pues hay algo arquetípico que nos ha separado y nos separará para siempre, como en esa atmosfera gótica y enrarecida de la novela. Es que “Otras voces, Otros ámbitos (alberga como en mi vida), figuras irreales y estilizadas que representan arquetipos psicológicos. Randolph, Jesús Fever y el padre de Joel responden a esas figuras idealizadas y arquetípicas” (mi padre, mi madre, las tías) “y la alegoría que está constantemente bordeando los márgenes en el relato fantástico  (…) es antiquísima: la del hijo que busca a su padre, el joven en busca de su identidad. Aunque llegue a otro destino, a un diferente concepto del varón, Joel Harrisson Knox sigue las huellas de muchos héroes de mitos y leyendas”.

Fotografía de William Henry Fox Talbo
Fotografía de William Henry Fox Talbo

En el sentido de todo lo anterior, desde el mínimo ejercicio psicoanalítico y de la reflexión sobre Truman Streckfus Persons, puedo reafirmar con toda propiedad aquello que escribí en el lapsus de ayer: que no es deseable el imponer ningún deber en esto de escribir, o algo así como sus reglas de oro, pero  toda literatura que  interpela nuestra propia existencia desde un misterio y desde una tragedia irremediable, y que se nos aparece en su significante igualmente oscura e inexpugnable que los fenómenos que relata, es decir que nos remece mínimamente confrontándonos, es a no dudar, la literatura verdadera, la que al paso del tiempo perdido de los hombres y mujeres, perdurará como el aire enrarecido que nos rodea.

(1) Fesal Chain; Desde Truman Streckfus Persons, Lakúma Pusáki, octubre del2010

(2) Diario ABC de España; Truman Capote: El niño terrible de la literatura norteamericana, octubre de 2010

(3) Sigmund Freud; PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA, 1900-1901

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