Compartir

Vulgaridad: Especie, dicho o hecho que carece de novedad e importancia, o de verdad y fundamento.

Sí, el hombre era vulgar, siempre me decía: “le hago una pregunta, me queda una duda, le hago una pregunta”. Es decir que estaba vacío. Nadie duda siempre, nadie pregunta por todo o por lo mismo, siempre. El hombre era vulgar, sí, carecía por completo de fundamento. Vacío.  Escucho a Björk ahora Álfur Út Úr Hól, Fool on the Hill en islandés, ella solo tenía 11 años, ella no es vulgar, no carece, y yo soy un oso, sin preguntas.

No quiero que el hombre vuelva, tiene una mueca insoportable, insoportable, ¿cómo se los describo? Apenas unos instantes antes de decir lo que dice como nervioso, estira un poco el labio superior hacia arriba, hacia su ojo derecho mirándome de frente y mueve la nariz, es todo imperceptible, rápido, como un tic y entonces viene esa frase: “le hago una pregunta, me queda una duda, le hago una pregunta”. A veces me dan ganas de contestarle cualquier cosa, bueno en realidad lo hice y él anotaba como si fuese una revelación. Pues él tiene un lenguaje de mecanismos, por lo que escribe todo, anota todo, cree todo, hasta lo sin importancia.

Ahora escucho Gling Gló mirando desde la ventana de delgada pátina de leche sobre el vidrio frio. Mi pieza es de piedra, y cuando las pieles de los animales muertos comienzan a moverse por este piso de piedra, escucho a Björk esperando que el maldito hombre vulgar abra esa puerta de madera, el maldito hombre vulgar que requiere a cada momento novedades, él y sus lápices de grafito, él y sus manos pequeñas, él y su labio que se estira, él y su mirada obsesiva como cuando uno hace arcadas, así es su mirada, como una rata hacia adelante, de ojos desorbitados.

Los alces a veces raspan con sus cuernos la ventana, hacen dibujos sobre la leche. Afuera todo es blanco, el suelo y el cielo, los árboles y sus frutos de hielo,  y entonces veo a los osos que corren y muerden el aire y a los peces en el aire. Los osos son importantes, muy importantes por estos parajes. Guardan en sus garras la palabra enredada. Me quedan pocos meses aquí, pues me he cansado de ciertos gritos de muerte y sobretodo y hasta el hartazgo de lo que ese hombre carece, depositado como en un cuenco de vulgar vidrio sobre su duramadre, él gobierna, pero las garras lo harán mañana,  de verdad.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *