Compartir

Cuando chico en mi casa se escuchaba a Inti Illimani, Quilapayún, Illapu, Los Jaivas, Silvio Rodríguez, Milanés, los típicos románticos italianos, los españoles como Víctor Manuel o Serrat y en la radio, las canciones populares de cada año. La música era parte fundamental del día a día, pero nunca hubo un acercamiento mayor  al rock. Por eso, cuando entré al liceo llegó la “crisis de identidad musical”. El 99% de las mochilas tenían el parche de alguna banda o artista, lo que imponía una presión cuática a un cabro chico al que  le gustaba mucho la música, como yo.

Entonces, la reunión de Los Prisioneros en ese año (2001) vino  a resolver el conflicto. Una banda que a veces sonaba en mi casa, un grupo que conocía y me gustaba. Una banda que el año anterior había sido homenajeada por artistas chilenos, tributo que compré en un cassete pirata en el pueblo de Yumbel, durante el verano.

El cuento fue agarrando más forma cuando mi tío Richard (el mismo que me hizo socio del Colo) me llevó al estadio Collao, en Concepción, para ver la gira nacional del reencuentro. Era el primer concierto masivo de mi vida y ese día llovió. Desde ahí lo lógico, fanatismo: aprenderse el Estadio Nacional al revés y al derecho; sufrir porque mi computador no tenía la memoria Ram suficiente para reproducir el DVD de ese concierto; escuchar todos los discos y las rarezas del grupo; disfrutar con los discursos de Jorge González en Viña y en la Teletón; confesar que ya no quería la bici que pedía hace años y  que ahora el sueño era una guitarra eléctrica; armar una banda y ponerle Sólo Ruido, tributando en secreto una canción del disco La cultura de la basura.

Pero al poco vinieron los problemas: el disco nuevo que no me gustaba, aunque quisiera;  el regreso de Jorge González a la drogas, la separación del grupo; la formación nueva y el último disco. Creo que por lo mismo agarré una rabia estúpida contra González que me llevó al “bando” del contrario, de Narea. Además, con el paso del tiempo y al conocer otras grupos y estilos me di cuenta de la  simpleza musical de Los Prisioneros, así es que empecé a “renegar” del fanatismo pasado.

Pasó un rato largo antes que volviera a re encantarme. Recién cuando dejé ese purismo aweonao del rock retomé el cariño a la banda que me hizo entrar de lleno en la música, a las canciones que todavía me sé de memoria, a las preciosas letras de González. Y probablemente todo eso se reafirmó en el verano del 2014. Jorge tocó sólo en un bar de Concepción y fuimos a verlo con mi novia y mi mejor amigo. Él estaba contento, relajado, tranqui aunque en las primeras canciones su guitarra no se escuchó por un problema con los cables. Cuando terminó pasó por el lado de nosotros camino a su camarín. Alcanzamos a saludarlo y decirle “gracias”.

Por eso el sábado fuimos al (casi seguro) último concierto de Jorge González en el estadio Arena. Convencidos de que lo que habían dicho quienes habían estado con él en estos meses: se trataba de un regalo, una celebración de que Jorge González está vivo. Entonces no me quedaba más que darle las gracias a alguien que hizo una banda y una lista enorme de canciones fundamentales en mi vida.

Y así fue, los problemas de sonido o las largas transiciones entre canción y canción no eran relevantes frente a una muestra enorme de artistas homenajeando a un referente de la música chilena. Lo que importaba era tener a Jorge González con nosotros; con el enorme esfuerzo que hacía para ponerse de pie, caminar, hablar y cantar algunas canciones. Su evidente alegría que demostraba lo bien que le hacía sentir el cariño incondicional de los que estábamos allí. Así lo dijo, en su inigualable estilo: “Si no fuera por esta banda y por ustedes, estaría muerto, lo que no es tan mala idea. Me convertiré en una camiseta”.

——————

Manuel Sepúlveda M (28 años) es sociólogo de la Universidad de Concepción y magíster en Gestión y Políticas Públicas de la U. de Chile. Trabaja en la Fundación Educación 2020. Durante los años de la enseñanza media y la universidad formó parte de algunas bandas de rock en Tomé, ciudad en la que nació y creció.

 

 

 

 

 

Compartir

Alguien comentó sobre “Jorge González y yo (pequeño tributo a una larga relación)

  1. Ya que tú mismo lo escribiste, bien aweonao’ tu anti periplo González, más aún poniendo las fichas al hoy insignificante lolosaurio copuchento de Narea. Tienes 28 y estudiaste sociología, por eso lo entiendo. Me alegro que hayas ido el viernes 27 para que sigas sumando hitos a tu “larga relación”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *