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Cada vez que una “evidencia” sale a la luz, y nos queda claro, clarísimo, como 2 más dos, que los empresarios se ríen de nosotr@s, aparece como un brote social –tipo reacción alérgica- que se expresa en dichos rabiosos, insultos, coprolalias varias, chistes y parodias, que dan cuenta de subjetividades ansiosas, unidas por un sentimiento común de ser estafad@s, utilizad@s, lastimad@s, perjudicados por el sistema.

Un fósforo enciende una llamarada. Un momento comunicacional epifánico genera una reacción en cadena, en redes sociales y medios, que aprovechan de abundar en el asunto –ya que estamos- y encienden una antorcha que nos acaba de iluminar lo que parece que somos: víctimas.

Lo extraño es que de fondo estas “iluminaciones” llegan a la misma conclusión: somos víctimas. Aunque una y otra vez reaccionamos como si fuese la gran sorpresa lo que ocurre. ¿No es lógico y natural pensar que en un sistema donde rige la plusvalía, donde se protege la propiedad privada sobre la vida humana, donde las leyes protegen a los empresarios y allanan el camino para el consumo, ocurra esto una y otra vez?

Es como si durante la noche goteara una llave y nos hiciéramos los sorprendidos cada vez que llega la cuenta con un sobreconsumo. Obvio…si hay una llave que gotea.

Ahora, en este preciso momento, estamos todo@s sumamente ofendidos porque nos han perjudicado con el papel higiénico… ¿pero pensábamos que –habida la oportunidad- un empresario no iba a hacer uso de sus facultades para la ganancia? ¿Un empresario con un imperio tras de sí, como Matte? Aquí aplica bien “el árbol no nos deja ver el bosque”, y cada vez quedamos encandilados por la noticia del momento. ¿Hoy Matte es menos corrupto que hace un mes, o dos años? ¿O antes era más ético? ¿Nos sorprenden también sus declaraciones públicas? Pero también aplica que a menudo es el bosque (el mismo sistema en que el voluntariamente entramos de acuerdo con nuestras elecciones de consumo) no nos deja ver el árbol, porque estamos metidos en él, y porque es incómodo entender que si somos víctimas, también hemos sido cómplices.

Por ejemplo… todo el papel que se usa en Chile a diario en boletas, facturas, comprobantes de cajeros automáticos, cargas bip, ¿a quién beneficia? ¿A los bosques, a nuestro patrimonio natural, a nuestro bolsillo, a nuestra sociedad? ¿Vamos a esperar que un medio de investigación estalle de pronto de nuevo con una súper ultra primicia periodística sobre el negocio del papel-boleta en Chile?

Hay que desentrañar la maraña…con cuidado. Sin enojarnos y querer quemar empresas y romper semáforos. Los brotes rabiosos hablan más de nosotros mismos que de los problemas. Enojarnos, no. Cambiar…ya sea de marca de papel higiénico o de perspectiva… pero cambiar. Aprovechar la sorpresa para transformar las cosas, no para criar otro gatito pardo.

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