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Littin se atreve a ficcionar a su “Compañero Presidente”

La película Allende en su laberinto, del experimentado cineasta chileno Miguel Littin (Palmilla, 1942) aborda los últimos momentos de vida del Presidente Salvador Allende.

Tuvieron que pasar 42 años para que los chilenos viéramos un filme en pantalla grande sobre la conjura contra Salvador Allende y los intentos de éste por resistirla. Esta es la primera película -ficción realista- filmada con actores chilenos por un director chileno sobre las últimas horas de Allende y el Golpe de Estado. Hay sólo un antecedente a esta película: Llueve sobre Santiago, filme rodado por Helvio Soto en su exilio en Francia en 1975 y con actores de otras nacionalidades

https://youtu.be/NUIbuVv0gq8

 

¡Vaya que cuesta mirarnos a los ojos! Queremos evitar revisar el pasado, olvidarlo, en un ánimo adolescente eterno. Nos venden el cuento de que somos un país prácticamente “desarrollado”. Y compramos barata esa pretensión. Pues no sólo de pan vive el hombre. Mucho teléfono inteligente, muchas horas en el trabajo, mucha vida ajetreada donde no hay tiempo ni para reflexionar ni hacer pausas, menos cultivar la paciencia. Lo queremos todo y lo queremos “ahora”, como exigía un desencajado cliente en un comentado video viral de Internet. Lo malo de todo esto es que en realidad sólo estamos haciendo el trabajo de otros. Nosotros, el pueblo, terminamos enfermándonos y sacrificamos nuestra salud y calidad de vida. Parte de esta dinámica es querer olvidar nuestro pasado reciente.

Los gringos, por el contrario, siempre han sido especialistas en rememorar artísticamente sus hechos más odiosos, como la Guerra Civil y las dos Guerras Mundiales, por ejemplo. En el caso de estas últimas, las mejoras técnicas y de lenguaje del cine permitieron a los directores rodar películas que mostraran ya no en forma documental, sino como ficción los ya citados conflictos en su pleno desarrollo. Siguiendo esa línea, estando aún calientes los cadáveres de los dos principales hechos traumáticos de la sociedad estadounidense de fines del siglo XX, ya rodaban las cámaras para contarle a la nación más poderosa de la Tierra las vergüenzas, glorias y derrotas de sus políticos de primer nivel. El primero de ellos, la firma de renuncia de un Presidente de los EE.UU. que espió a sus contrincantes políticos en el caso Watergate, sólo demoró ¡dos años! en ser llevada a la pantalla grande por medio de la pieza maestra Todos los hombres del Presidente, a través del filme de 1976 donde Alan J. Pakula revela toda la intriga de la Casa Blanca, la CIA y el FBI hasta la renuncia de Richard Nixon en 1974. El otro hecho oprobioso que el gobierno de ese país tenía que ofrecerle a su pueblo, la Guerra de Vietnam, fue tomado por el cine apenas cuatro años después de la rendición de Corea del Sur –y por consiguiente la de EE.UU. – en 1975 cuando Francis Ford Coppola expuso en su ficción de 1979 Apocalipsis ahora el horror del riego con napalm B sobre pueblos enteros en la selva vietnamita, provocando un rápido exterminio. Pero las comparaciones siempre resultan odiosas. Chile es Chile y nos ha costado un mundo mirarnos a la cara y mucho más pretender “reconciliarnos”. Cada cierto tiempo nos volvemos a dar cuenta de que nuestras heridas aún están abiertas.

Volviendo al tema puntual de Allende en su laberinto, se nota la voluntad del director de incluir en el metraje todos los hitos –a estas alturas, tópicos-, las actitudes, las acciones y traiciones de unos y otros personajes en la intriga en que se convirtió la salida violenta del gobierno de la UP y el Golpe militar.

Las fuentes a las que recurre el autor de, entre otras obras maestras, El chacal de Nahueltoro (1969), La Tierra Prometida (1973)  y Alsino y el cóndor (1982) son, en su mayoría los registros documentales que el propio Littin filmó en aquellos años como un miembro más de la aventura de la Unidad Popular. El documental Compañero Presidente, de 1971 refleja la estrecha amistad que tenía Littin con Allende y su rol de presidente del Directorio de la Empresa estatal Chile Films, registro donde también aparece Fidel Castro en su visita para conocer la experiencia nacional. Por ese conocimiento y esa cercanía, quizás el nacido en Palmilla fue el más indicado para abrir las pantallas a la ficción en relación a uno de los sucesos más tristes y desgarradores que marcarían el quiebre institucional del país.

 

Además de sus propios trabajos documentales, Littin parece haber confeccionado Allende en su laberinto tomando la posta de otros trabajos previos, como el documental El último combate de Salvador Allende, realizado en 1998 por el chileno Patricio Henríquez , que muestra minuciosamente y con rigor las traiciones, lealtades, vicisitudes, y decisiones experimentadas por los protagonistas reales de la historia, ahora interpretadas en la ficción por actores y actrices como Daniel Muñoz, Aline Kuppenhein, Horacio Videla, Roque Valdero, Luis Dubó, Benjamín Vicuña y Daniela Ramírez.

 

En Allende en su laberinto están todos los tópicos que ya conocemos, ora gracias al documental de Enríquez, ora gracias al magnífico trabajo investigativo La conjura, los mil y un días del Golpe, de la periodista Mónica González, ora gracias a la gran cantidad de material audiovisual que todos los canales de la televisión chilena le dedicaron al tema en 2003, fecha que marcó los 30 años del Golpe de Pinochet. Y ahí están expuestos, ahora en la forma de interpretaciones hechas por actores, todo lo que ya sabíamos: la permanencia de algunos ministros leales hasta instancias finales en el Palacio; la existencia de Miria Contreras, “Payita”, como algo más que la Secretaria del Presidente. Se ve también la coquetería y la galantería de Allende para con las mujeres en la forma de regalarle una rosa a una carabinera de la Guardia. O la orden perentoria del mandatario a sus hijas para que abandonara la “casa donde tanto se sufre”; el bombardeo de los Hawker Hunters sobre el Banco del Estado y La Moneda; la sublevación primigenia de la Armada -“Marinería” en el lenguaje del presidente-; las conversaciones posteriormente filtradas a la opinión pública por un radioaficionado entre los generales Pinochet y Carvajal coordinando la ejecución del Golpe, la defenestración de Allende y el consiguiente bombardeo -este último tan técnicamente bien recreado que a uno vuelve a hacérsele un nudo en el estómago y en la garganta por ver a la bandera chilena incendiándose, el edificio desmoronándose junto con la democracia y el artero y desmesurado ataque a una Moneda donde apenas resistían menos de 30 personas. Pero si bien todos estos hechos eran “esperables” en esos días, no fue sino hasta que la conflagración se desató que los miembros del Grupo de Amigos Personales (GAP) del presidente se dieron cuenta lo solos que estaban dentro de La Moneda y que en los “Cordones Industriales” y en las poblaciones los seguidores de la UP no estaban ni organizados ni preparados para resistir la represión, persecución, tortura y muerte que sobrevino desde entonces como una larga noche a lo largo de todo Chile.

Littin le debía esta película a su compañero Presidente. La hace con voluntad, incluso frente a los contratiempos, como cuando no se le permitió utilizar las propias instalaciones de La Moneda para filmar escenas de interiores y exteriores. Tal vez Allende en su laberinto hubiera sido “la gran película” de Miguel Littin, si el director  hubiera tenido consciencia que estas imágenes, frases, epítetos e interceptaciones telefónicas -las originales- ya habían sido presentadas con majadería por la televisión chilena, sobre todo durante los años 1993 y 2003 (cuando todos los canales de tevé produjeron reportajes y especiales).

En cuanto a la interpretación de Allende por parte de Daniel Muñoz, no sé si por su juventud en comparación al real Allende, aquélla le sale un poco forzada, impostada. Esto no resta méritos obviamente a un actor que ha sabido equilibrar la comedia y la tragedia a lo largo de toda su carrera. Aline Kuppenhein está sólida en su rol de la persona que contuvo y apoyó emocionalmente al Presidente que no se rindió.

Tal vez la única “novedad” que ofrece Allende en su laberinto es mantenernos en la incógnita sobre si el Presidente se suicidó o fue asesinado.

 

Chile-Venezuela, 2014.
Director: Miguel Littin
Con: Daniel Muñoz, Aline Kuppenheim, Horacio Videla.
90 minutos
Todo espectador +7.

 

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