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Sonreías casi eufórico, caminando furibundo por el Parque O’Higgins, lo recuerdas? Entre banderas torcidas al viento, con el coche en la mano y el hijo mirando los volantines de Nemesio, grandes bocinas replicaban la voz metálica o la flauta traversa, como rayo en cielo despejado. Tu mujer, radiante, mi mujer, radiante, mis ojos brillosos. Imágenes tras imágenes tras imágenes. Hermano. Nos abrazábamos mirando la cordillera nevada como si fuera el primer día de nuestras vidas, porque era el primer día de nuestras vidas. Si la vida era así, siempre lo sería. Si la vida traspasaba como lengua al corazón, entonces el corazón abierto era la propia vida. Las gentes y sus miradas abarcando el mundo, el sanguche de potito, el asado barato, las empanadas y nuevamente los volantines de Nemesio como ácido lisérgico en desbandada. Era la tarde de la muerte de la soledad, el renacer de la voz, esa que en sordina decayó en las  décadas de la sangre, era nuestro día de gloria, de amasar la harina y la levadura en contra del panteón. Un día en el parque, te acuerdas?  Cada pecho una cavidad, gritando desde el centro del centro. Que salió de nosotros? Pues estaba ahí, no lo habían matado, no, no lo habían acallado, no, que no, ¿qué había resucitado entonces hasta crear un único túnel que desembocaba al afuera, cual pájaros graznando, como el soplido de dios?

Te escribo desde el departamento de mis tardes. No salgo a la calle, todos me miran, no es normal un hombre con el pecho abierto, una cavidad, llama la atención, produce temor, las señoras arrancan tirándose los pelos, los niños me apuntan con el dedo, los viejos  se incomodan. Pero a veces salgo igual, contra el miedo, sonrío eufórico, camino furibundo, veo banderas torcidas al viento, escucho grandes bocinas replicando voces metálicas o flautas traversas, como rayos en el cielo despejado. Miro la cordillera nevada y el mar como si fuera el primer día de mi  vida, porque es el primer día de mi vida. Veo a las gentes y sus miradas abarcando el mundo, el sanguche de potito, el asado barato, la empanadas y nuevamente los volantines de Nemesio como ácido lisérgico en desbandada. Giro mi cabeza y veo a tu mujer, a mi mujer, a tu hijo en el parque, y siento en mi pecho a cada pecho, como una sola cavidad, soplando desde el centro del centro, como un túnel de pájaros graznando, como el soplido de dios.

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Alguien comentó sobre “Carta a quienes perdí o se perdieron

  1. Gracias Fesal, yo también transito con el pecho abierto, cada día más abierto, cada día intentando que se abra otro poco, en la voluntad de habitar el mundo con que sueño, HOY. Gracias por esta hermosura

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