Compartir

Escuché a la ministra Blanco decir que el tema del control preventivo era igual que cuando tú andas en auto, los carabineros te pueden parar en cualquier parte y te pide tus documentos. Y yo me dije: ¿qué tiene que ver con quienes caminamos?, ¿acaso mis pies tienen que pasar alguna revisión técnica?, ¿me controlan los gases?, ¿Qué mi auto sea mi auto y no sea robado?, ministra, le aseguro que mis pies son míos y que donde voy, ando con ellos, me hago responsable de donde voy, y como cualquier ciudadano libre debería no ser detenido en la calle para demostrar que soy un simple ciudadano que camina por la calle.

En esta ley, aprobada con la misma rapidez, entre gallos y medianoche, el Congreso puede estar cometiendo el mismo apresuramiento que el que cometió con el cambio de la ley electoral, donde entre ellos mismos se convencieron que sacarle la obligatoriedad al voto, les permitiría, a quienes no querían inscribirse, ir a votar. Craso error, los que ya estaban inscritos agradecieron el gesto legislativo y ahí tenemos un problema tremendo de participación o al menos de validación de quienes votan por los representados.

Y ahora no sólo se les ocurre duplicar el valor del pasaporte para salir del país, la primera vez que saqué pasaporte me costó menos de veinte lucas (o algo así), pero ahora te va a costar casi 90.000 un documento que prueba quién eres  fuera del país, sino que junto con eso, se les ocurre aprobar el control de identidad que le devuelve el criterio de detener a quién sea a nuestra policía.

Una pregunta desde el sentido común y desde mi ignorancia es: ¿por qué en los demás países el precio de los pasaportes es infinitamente menor?, y la respuesta abunda en miles de excusas absurdas. Me pregunto yo si los ciudadanos españoles no pueden ingresar a Estados Unidos con un pasaporte que cuesta 27 dólares. ¿Qué nos hace distintos a los chilenos?, ¿la decisión absurda de alguien que por una explicación absurda no se puede revertir?

En el caso del control de identidad ocurre la misma mecánica. Se decide que una buena manera de inhibir el delito es que la policía le pregunte a quiénes caminamos en las calles si estamos cometiendo delitos -por que el carnet es una excusa, la idea genial de la autoridad es que el que ande en malos pasos arrancará para no decir quién es, o que quiénes no quieran dar su identidad es porque serían sospechosos de algo, por ende, podrán ser detenidos.

Los periodistas de cooperativa hoy en la mañana le preguntaban a la ministra ¿y si resulta que la policía comete errores de juicio -a quién pedirle el carnet y a quién detener por no portarlo-, la persona detenida por carabineros podrá rellenar un formulario y reclamar ante la misma policía que su detención no ha sido justa. Es decir cualquier ciudadano si se resiste a portar un carnet se expone a que lo detengan al menos por cuatro horas. Y yo me pregunto: ¿es un chiste?, ¿a quiénes detendrán los carabineros para preguntarles si andan en malos pasos o posiblemente tengan órdenes en su contra?

Esta ley que repone la detención por sospecha, aunque esté llena de papelitos que tengan que rellenar los carabineros y los ciudadanos que terminemos en la comisaría por no portar el carnet, genera una cantidad de tiempo y una energía que me parece absurda.

Y eso sin meterme aquí en el derecho a caminar por las calles, en el derecho de vestirme mal, de ser feo, de hablar mal, de andar chascón y no por eso ser tildado de posible delincuente o de posible ciudadano sospechoso.

Creo que como bien dice el dicho: errar es humano, perdonar es divino, pero rectificar es de sabios.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *