Guadalupe Santa Cruz se fue de manera silenciosa y silenciada el domingo 28 de enero, en Santiago. Había dado una lucha tenaz contra el cáncer y tras su muerte fue velada en la Sociedad de escritores de Chile y luego sepultada tras una sobria ceremonia a la que concurrieron sus amigos más cercanos.
Musa, maestra, compañera, su vida transcurrió en distintos países y en su casa en Ñuñoa armó un taller estudio donde creaba, dibujaba, traducía, preparaba clases.
Nacida en Nueva Jersey, Estados Unidos, su madre fue una actriz de origen norteamericano y su padre un funcionario internacional chileno; al mes de vida estaba viajando con ellos a México, donde se establecieron.
En 1973 estudiaba filosofía en el la Universidad Católica cuando ocurrió el golpe de estado. Tras ser detenida partió al exilio a Bélgica, país donde aprendió grabado en la Academia de Bellas Artes de Lieja . También, en la Universidad de la misma ciudad, se licenció en Formación de Adultos y Educación Permanente y luego formó parte de la Asociación de grabadores La Poupée d’ Encre, hasta su retorno a Chile, en 1985.
Autora de ensayos, novelas y textos donde combinó la escritura y el grabado. Publicó su primera novela, en 1989, Salir, en editorial Cuarto Propio. Le siguieron Cita Capital (1992) y El contagio (1997) en la misma editorial. En 2001 editó Los Conversos y en 2005 Plasma, ambas en editorial LOM; en 2006, La cordillera en andas, donde incluye versos y grabados, editada por Francisco Zegers y en 2011 Ojo líquido (Palinodia) y Lo que vibra por las superficies (2013, Sangría Editora), una selección de ensayos escritos a lo largo de años.
En marzo de 2005 la entrevisté para la revista-libro PAUSA nª 3. Allí se refirió a los temas del poder, la lengua, el lenguaje, el goce, el género Entonces ya había publicado cuatro novelas y estaba por aparecer Plasma.
En Plasma se refiere a todo tipo de tráficos, pero pareciera que sitúa en el mismo orden de importancia el tráfico de drogas al del agua: incluso un personaje habla de los narcopartidores de agua…
— (…) En el desierto hay tráfico, uno lo siente; tráficos de mercancías y también cultural. En los tiempos prehispánicos antes de los incas y del Tiawuanaku, existía la ruta del cedil, una planta alucinógena: la traían caravanas de llamas que venían desde la selva, que ahora es Brasil, hasta San Pedro de Atacama. Se llamaba también la ruta de los dioses porque esos alucinógenos eran dados solo a los jerarcas de los poblados. Había muchas otras cosas que se traficaban: plumas de pájaros tropicales, por ejemplo. Me trasladé en la historia y me dije: hoy día existe el mismo tráfico, no se ve, se presiente. Quise jugar con esa idea y lo hice en un aspecto abierto, derrochador y hablé de la droga desde lo contagioso, lo comunicativo, lo que puede circular muy lejos, lo que puede ampliar espacios; la droga como era antes, cuando se usaba para ampliar espacios, para vivir la alucinación como un estado de libertad. También quise mostrar el tema de la droga con relación a los poderes fácticos instituidos, que tienen la lengua oficial a su favor. Eso en el norte es potente y violento. Las grandes mineras que no pagan impuestos, habiendo sacado tanto. Entonces lo que traté de dejar sentado es que hay otra Legua, hay otras redes, hay otras complicidades. Mientras divierten al público con otros problemas, con otros incidentes, están drenando nuestra energía imaginaria y también nuestra energía crítica en algunos casos.
La lengua, como órgano, permite articular palabras y también lleva al goce sexual. En dos de sus novelas las mujeres deben pagar fuertes penas por «mal uso de la lengua» en ambos sentidos ¿Por qué? –
— Esa es una forma de lectura. Pero tienes razón, tanto en Los conversos como en Plasma lo que queda en evidencia es que son penados aquellos que dicen… No solamente por lo que dicen sino por cómo lo dicen… Decir y cómo decir es una sola cosa para mí, porque la forma tiene que ver con el contenido y viceversa. Nesla, la actriz de Los conversos, dice algo que no le está permitido, usando el lenguaje corporal del teatro, y lo que dice vale muy caro… Habla después de haber accedido a un gozo, que también le estaba vedado…Habla desde la libertad, de la lucidez. Libertad y gozo es lo mismo, es decir, una lucidez; quizás el gozo tiene que ver con una lucidez corporal también. Y la lucidez se relaciona con la alucinación y con esto de que las palabras son cuerpo y, por lo tanto, el cuerpo es palabra. Me refiero a una lucidez que no proviene de la inteligencia ilustrada sino de la lucidez animal, que se relaciona con el conocimiento del cuerpo, y en el caso de Plasma, es evidente.-
En esta novela hay una mujer, Rita, que dice y escribe cosas de las que el resto no habla-.
— Y, por otro lado, también habla muy poco. No se explica ni explica, pero escribe y va dejando estos papeles sueltos que necesita escribir para ella. Hasta que el detective le sugiere que si jun ta los fajos podría hacer un libro. Cuando ella se da cuenta que ante el discurso de la ley está en peligro, porque serán otros los que escribirán la versión de su vida, reúne estos papeles, que son fajos y fajos y fajos híper cosidos. En cierta forma ahí quise contraponer literatura y Constitución, porque pienso que la gran novela chilena es la Constitución. Es el gran relato al cual en un cierto discurso público, del que participamos todos y todas, nos referimos siempre. Pero alguien que, como Rita, escribe hojas sueltas para nadie, se enfrenta a un problema de poder-
Viejo tema el del poder. Gabriela Mistral se refería en sus ensayos al ejercicio del poder. Desde el mundo de la literatura y desde la acera de las mujeres que escriben: ¿Ve cambios desde aquella época hasta ahora?-
— Muchos. Creo que bajo dictadura se hizo un hervidero que permitió la irrupción de la escritura plural, muy distinta entre sí, con distintos proyectos, con distintos lenguajes, con distintos soportes, pero hay una irrupción maravillosa desde la Mistral hasta esta época. Sin embargo, todavía falta mucho para que se llegue a considerar creaciones y acciones de las mujeres respecto de las creaciones y acciones en un circuito que algunos autores llaman «la institución de la literatura». Puede que la producción de las mujeres sea espléndida, pero para que una obra exista, para que se incorpore a la historia de la literatura, tiene que haber lectura, una recepción y allí hay enclaves aferrados a lo tradicional. Lejos de pensar en una escritura de mujeres, siento que lo poderoso de este proceso ha sido la diversidad y las tensiones que hay en el campo de la escritura hecha por mujeres.
(Sìntesis de entrevista publicada en revista PAUSA nª 3. Foto, archivo CNCA, Patricia Alegría)
fue un domingo 25, no 28. las 6 de la tarde.
Gracias; lo voy a corregir
Gracias por recordarnos a nuestra querida Guadalupe, visionaria, generosa, combativa en su vida y su prosa.