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No lo haga, solo imagine: hable rudo y golpeado a un bebé o a un niño, grítele fuerte, con rabia, dígale palabras agresivas; búrlese de él, use un lenguaje hiriente, descalifíquelo; cuando él trate de hablarle, ignórelo, no lo mire, no le responda;  entréguele la comida o un juguete como si no estuviera ahí; escriba su nombre en un papel y ponga descalificaciones y palabras despectivas;… Luego, imagine ejercicios similares con una anciana que camina por la calle, con un enfermo que intenta recuperarse de una operación, con una persona que sufre una depresión.

No hay heridas, ni moretones, no hay huellas, ni rastros, ni evidencias. Pero todos percibimos cómo esos actos lingüísticos y comunicativos afectarían a cada una de esas personas. No tenemos una cifra, ni un indicador directo para medirlo; pero si estamos medianamente “conscientes” nos daremos cuenta de las consecuencias demoledoras de interacciones de ese tipo, y todavía más si se acumulan en el tiempo.

También, podría imaginar las interacciones opuestas, utilizando palabras cariñosas y optimistas; mirándolos a los ojos y sonriendo; respetando y celebrando su presencia. Escribiendo  en un papel y contando a otros los atributos positivos de esa persona. Tampoco estas interacciones dejaría huellas visibles, pero sus efectos benéficos serían igualmente observables y evidentes.

La comunicación constituye la convivencia

Si pensamos en personas vulnerables el efecto de la “comunicación invisible” es muy evidente, aunque olvidemos o no hayamos aprendido a reconocer y leer las emociones, o a respetar  a las demás o a empatizar con ellos. En mayor o menor grado ese efecto esencial de las palabras y de la comunicación está presente en todas nuestras interacciones comunicativas, sucede todo el tiempo, con todos. Por eso, una convivencia donde abunda el maltrato erosiona nuestra salud emocional y física.

Con sus distintos matices, esa cualidad de las interacciones forma la base primigenia de la comunicación humana. Es el fundamento sobre el que se construyen las relaciones entre los padres y sus hijos, la esposa y el esposo, los profesores y sus alumnos, las personas de la ventanilla y los clientes o usuarios, los empleados o trabajadores y los jefes o gerentes, los vendedores y compradores, etc… Esa cualidad básica tiñe de manera “invisible” toda la red de  actos y productos comunicativos de las personas y comunidades, determinando de manera significativa sus niveles de satisfacción, felicidad y realización.

¿Hacerse cargo o hacerse los lesos?

No es fácil para los expertos y profesionales, hacerse cargo de las consecuencias de la comunicación invisible. ¿Cómo se mide “la felicidad, la satisfacción, la realización” para incorporarla dentro de los indicadores de una organización? La pregunta puede volverse aún más complicada si se considera que no es un indicador más, sino que la búsqueda de la felicidad y la realización de las personas (los de “adentro y afuera”) debieran ser el principal propósito de una comunidad u organización. La pregunta puede ser comercial o políticamente inconveniente si choca con la lógica de la mantención del poder o del lucro sin límites que mueve a las direcciones de la mayoría de las grandes organizaciones.

Hacerse cargo de la comunicación invisible es un gran desafío que obliga a pensar y hacer distinto, a cambiar las creencias y prácticas de la comunicación. Supone una revisión de las habilidades y capacidades a desarrollar en la formación de los futuros comunicólogos y en la actualización de los que ejercen ahora. Requiere enriquecer la lógica centrada en los mensajes, transmisiones y contactos con una dimensión que pone en el centro a las personas, las relaciones y la gestión de comunidades.

Observar la comunicación invisible, también es un gran desafío para todos los que a diario comunicamos en las redes sociales y en nuestras distintas comunidades presenciales, y que a menudo olvidamos que comunicándonos construimos el mundo propio y el de los demás, que nuestras palabras destruyen y fortalecen no solo argumentos y conceptos sino seres humanos con cabeza, corazón y cuerpo.

La evolución de las ideas y la transición de los paradigmas son lentas y de pronóstico incierto, pero una vez que hemos percibido el poder de la comunicación invisible, no podemos seguir haciendo como si no existiera.

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6 Comentarios sobre “La comunicación invisible

  1. Comnparto. Y,m guardando la debida proporción, pienso que durante mucho tiempo demasiados hemos sido (y seguimos siendo) vulnerables y vulnerados. Como consumidores, por ejemplo: si reclamas por algo, la primera respuesta es “usted no tiene la razón”; enseguida ponen precio a tu reclamo “le revisamos el medidor, pero eso tiene un costo” (me lo dijeron en Enel, hoy)o te ofrecen una explicación en una seman o un mes (pero hay de tí si te atrasas uin día en pagar una cuenrta). Solamente después de insistir, a veces es preciso hacerlo fuerte, te ofrecen la respuesta que el sentido común dicta. Gracias Mauricio.

  2. Reflexion q es sentida a diario en nuestra sociedad cada dia mas individualista, en los trabajos esta presente abusos de poder que nodan marcas y los mas vulnerables no pueden acceder a comites formados para sbordar estos peoblemas ya que las personas de poder hacen sentir las repercusiones de poder apoyar esta problematicavde verdad. Como se cambia? Como logramos q se pueda abordar y no salga los afectados como culpables de estos ataques silenciosos. Dificil

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