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¿Qué le diríamos a un extranjero si nos pregunta cómo es Chile? Probablemente la descripción se centre en nuestras profundas oscuridades y no en las fortalezas que tenemos como pueblo. Llegó el momento de construir un nuevo relato.

Hace unos días fui al teatro. La obra –en ningún caso una gran performance- ponía sobre la mesa el lado oscuro de nuestro país: su injusticia, desigualdad, corrupción, arribismo, clasismo, y cuanto adjetivo fuera necesario para construir esa radiografía, estandarte de movilizaciones, campañas políticas y descontento ciudadano. El discurso de un modelo neoliberal con una fecha de caducidad latente.

Salí de la obra con un sabor amargo, con la sensación de haber escuchado frases que se repiten pero que no avanzan, y que incluso, destruyen, más que construyen.

Me alegro que muchos seamos conscientes de la obsolescencia de nuestro modelo,  que haya descontento y se exijan cambios, pero también creo que el primer paso para tener un país más justo es empezar a construir un nuevo relato.

El foco puesto en lo negativo nos impide mirar lo valioso que tenemos, los cambios que hemos logrado, lo positivo que somos como pueblo. Ya hicimos el diagnóstico y el resultado no nos gustó, ahora empecemos a descubrir con que recursos, potencialidades y oportunidades contamos como sociedad para cambiar Chile.

Cuando vivía en Argentina me gustaba que por lo menos el 50% de sus ciudadanos defendiera su “Argentina, un país de buena gente”, un slogan que buscaba potenciar las fortalezas que tenían como nación. En las conversaciones muchos se enorgullecían de su capital social, de sus fábricas recuperadas, de sus cooperativas, de su sentido de pertenencia. Mientras, yo, la peor embajadora que podría haber enviado Chile, me dedicaba a contar nuestros pesares, nuestras desigualdades. Pues claro, yo construía y re-construía nuestro relato país.

Volver a contarnos no significa ignorar las injusticas, ni vivir desde la hipocresía de que todo está bien, pues así, sólo contribuimos al statu quo de un sistema que busca perpetuarse. Por el contrario, con plena consciencia de lo que necesitamos transformar, empecemos a mirar nuestras redes sociales –ojo, esas reales y no virtuales-; a visibilizar las iniciativas que nos permiten ser más ciudadanos y menos consumidores; y a potenciar el capital social y cultural que tenemos como nación para impulsar nuestros cambios necesarios.

Que lo positivo no se resuma en una nota televisiva con el gesto caritativo, o el “Chile, país solidario” de las catástrofes. Empecemos a preguntarnos qué somos y qué hacemos como sociedad para ser más justos, más libres y más conscientes. El siguiente paso: metamos las manos un poco más a la tierra, y ensuciémonos las botas, porque con sólo tipear columnas y construir relatos, no logramos los cambios que anhelamos.

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