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En el documental “Allende mi abuelo Allende” es tan cálida y sensible la aproximación de la nieta, Marcia Tambutti A., que el Chicho por primera vez se nos revela “más allá del” hombre público.

La palabra allende significa “más allá de”. Ese sentido nos recuerda Marcia en el epílogo del film. Tal vez así quería remarcar que evocar a Allende fue simplemente un delicado gesto suyo para ir más allá del hombre político, motivada por el recuerdo silencioso del abuelo mártir en las veladas familiares. Un Allende, un abuelo, casi ausente producto de hondas y fantasmales heridas.

Sutil es el adjetivo que mejor describe el tono del documental premiado en Cannes 2015. Tan fino, que tras verlo, en una concurrida sala inaugural en Valparaíso, tuve la sensación que el público iba a otra cosa, quizás tras la épica política acostumbrada, e incomodo no sabía cómo decodificar imágenes y palabras que en la pantalla nos hablaban con elipsis, con silencios, con gestos y rostros a veces tranquilos, otras agobiados.

Si bien Marcia, la nieta querida, contaba con la incondicionalidad de la Tencha y las puertas abiertas de su madre, tía, hermanos y primos para abrir sus corazones y desempolvar olvidadas u ocultas fotos familiares; esas “facilidades” no desmerecen un ápice el talento y la sensibilidad implícita en las delicadas preguntas y en los profundos silencios de la nieta.

Preguntas y silencios que poco a poco nos van mostrando un Allende y una familia nunca antes vista. Un hombre atlético que corre por la arena, un papá dedicado a sus niñitas en la casa familiar de Algarrobo, hasta llegar a un ego político y a un macho descuidado (tan propio del siglo XX por lo demás) capaz de activar una profunda fisura familiar.

Ese es el gran logro de Marcia: revelarnos imágenes inéditas de su abuelo y develarnos un dolor antes innombrable entre los Allende Bussi.

Las infidelidades y complejidad emocional en la relación entre el Chicho y la Tencha estremeció a las hijas y dividió a la familia. A Isabel y Carmen Paz durante años simplemente las dejó sin aliento ni palabras. Y a la inasible y fuerte Beatriz, tan Electra, la llevó al extremo existencial, luego que la derrota política de su padre, la muerte de tantos cercanos y el dolor familiar dramáticamente la desnudaran en su frágil intimidad.

A Beatriz, en una escena impactante, la vemos desolada en La Habana, ausente a los saludos de Fidel, tras ser ella la oradora central en un discurso en solidaridad con Chile y con el recuerdo de Allende. Eso poco tiempo antes de su decisión radical. La huella suicida, nos dice Marcia en un momento particularmente intenso del film, en la familia también fue abierta por el abuelo.

La Tencha (Memé en el documental), tan bella y tan estoica, mujer de uno y otro tiempo, de antes y después del 11, se nos revela como el pilar de la intimidad y el soporte de lo público. Cuando ella muere, la casa de Guardia Vieja, siempre el corazón de la vida familiar y antes del 11 incluso el centro de la vida política de la izquierda nacional, empieza a irse lentamente.

Y de Allende sabemos que en su “carne de estatua” latía un hombre, parafraseando a Nietzsche, “humano demasiado humano”.

Un enorme, sincero y valiente documental el de Marcia Tambutti Allende.

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