Compartir

Tuve conciencia desde muy pequeño de que tenía un hermano mayor a quien admiraba en todo lo que era y lo que hacía.

Mis primeros recuerdos están íntimamente ligados a su figura. Miro hacia atrás y nos veo jugando los tres con mi hermana Nora, también mayor, en una pieza vacía del segundo piso de nuestra primera casa en Ancud. Él con su triciclo, ella con su monopatín y yo mirando a mi madre haciendo girar mi trompo metálico multicolor, al cual había que hundirle el eje para que girara. Me gustaba ese juguete porque cuando giraba se formaba un remolino en su cabeza.  Así pasaban esas tardes, yo mirando girar el trompo, mientras Ricardo daba vueltas y vueltas  solito en su triciclo.

Ya un poquito mayor, matriculados los tres en la Escuela Anexa de Ancud, me veo llorando porque, por ser tan pequeño, no había sido seleccionado para ser enano de Blanca Nieves, en el carro alegórico de la Escuela Normal.  Recuerdo a mi madre llevándome de la mano, disfrazado de charro mejicano, a ver a mis dos hermanos mayores, ellos sí, disfrazados de enanos  y montados en la parte de atrás de una camioneta junto a una mujer sentada con vestido de gasa blanca.

En esa misma época, ya instalados en nuestra nueva casa, un día Ricardo me subió en una carretilla que encontró no sé dónde, y se puso a correr a todo dar por la vereda de tierra con tal mala suerte que, en una subida, la carretilla se ladeó y yo caí en medio de un charco de agua estancada. Aún recuerdo la cara de mi madre al verme llegar todo cubierto de un barro verduzco cual mini monstruo del Lago Ness.

Ya en Santiago, a donde nos vinimos a vivir cuando Ricardo tenía 9 años y yo 7, seguimos jugando juntos. Armábamos tanques con sillas y sábanas en nuestro dormitorio, escuchábamos música y radioteatros juntos, todavía acostados. Conversábamos todas la noches antes de dormir.

Más grandes comenzamos nuestro primer emprendimiento. Fabricabamos volantines para venderlos y nos fue muy bien. Hacíamos todo salvo los palitos que eran reciclados. Comprábamos papeles de todos colores, lo cortábamos para hacer diferentes diseños, los pegábamos, con el pegamento que nosotros mismos fabricábamos y les colocábamos adornos como flecos y colas de papel.

Cuando Ricardo entró en la adolescencia empezamos a distanciarnos, él se hizo amigo de Alfredo, que tenía su misma edad y empezó a ir a fiestas con amigas. Yo me resistí a ser desplazado y me colaba cada vez que podía en las conversaciones y hasta en alguna fiesta de verano. Era conocido como el hermano chico de Ricardo. Me acuerdo que gracias a una invitación suya, no sé si de buena onda o por mi insistencia, fuimos a una fiesta en el colegio de monjas que quedaba al frente de mi casa. Ese evento fue muy importante para mí, porque fue la primera vez que saqué a bailar a una niña y me dijo que sí. El mérito fue triple porque: la niña era bonita, yo no la conocía y los más relevante de todo es que bailamos un lento. Fui muy feliz esa noche.

Más grandes ambos, estando en el colegio, el en el liceo 10 y yo en el Instituto Nacional, empezamos a salir de vacaciones juntos. Recuerdo cuando fuimos un año al Lago Lanalhue, cargando una carpa de lona, de las que daban de baja el Ejercito y que pesaba una tonelada. Otro año fuimos a Chiloé. Ese viaje fue notable porque con un grupo de amigos que armamos allá, valga decir que Ricardo era muy bueno para hacer amistades, participamos de la semana Quemchina; haciendo un bote iluminado para la llamada noche veneciana. Creo que la idea era que fuera una especie de dragón. Quedó más o menos pero lo pasamos muy bien. Ese mismo año conocimos un par de hermanas, una. la más bonita, que llegó a ser reina de la semana, andaba con Ricardo, yo me quedé con la otra, que si le sacabas los lentes poto de botella, no era nada de fea.

Un día nos fuimos los cuatro, en bote, a la cercana Isla de Aucar, frente a Quemchi; al regreso fuimos reprendidos, por nuestro tío y anfitrión, por ofensas a la moral. Los sectores conservadores del pueblo, que nos habían visto partir, habían dado la voz de alerta. Los santiaguinos estábamos bajo estricta vigilancia.

Ese mismo verano, una noche en que nos encontrábamos en el baile de los Bomberos, Ricardo partió subrepticiamente a la playa con una niña media entradita en carnes. Al regresar me contó de su primera experiencia y de los molestos efectos de la arena en esas circunstancias. Años después cuando me toco mi turno, a quien primero le conté de mi experiencia, sin arena, fue a él.

Después de pasarnos todo el segundo semestre del 78, estudiando juntos para la prueba de aptitud académica, nos tocó la suerte de entrar ambos, al año siguiente, a la U. de Chile. Él, después de un año estudiando arquitectura en Concepción, donde, según me confidenció mucho tiempo después mi tío Bernardo, se dedicó mucho a la parranda. Ese año Ricardo entró a Sociología y yo a Ingeniería. La experiencia universitaria fue también un espacio compartido, entre otras cosas porque gracias a que mi gran amigo Luciano entró ese mismo año Sociología; empezamos a compartir un amigo.

Con el ingreso a la universidad, Ricardo me hizo saber de política en la universidad, de cuáles eran los partidos que funcionaban en la clandestinidad, cuál era su ideología y qué planteaban para Chile. Así también los dos fuimos juntos parte de la Convergencia Socialista, él desde la IC y yo desde el MAPU. Ricardo trajo a casa la música del canto nuevo, los músicos cubanos y los brasileros. Así la práctica de nuestras largas conversas antes de dormir, empezó a acompañarse de Silvio Rodríguez y Milton Nascimento; de conversaciones sobre política, amistades, mujeres y amores también. Fue así como antes de conocerlos, supe de cada una de las personas que fueron haciéndose sus amigos y amigas en la universidad; mucho de ellos forman parte del grupo de Los Lanceros; con los cuales Luciano y yo nos reunimos hasta ahora, a tomar una cerveza y conversar de la vida en el Restaurant Las Lanzas de Plaza Ñuñoa.

Ricardo siempre supo de todo lo importante que me pasaba a mí y lo mismo yo de él. Todavía recuerdo cuando le conté que me iba a casar y también cuando él me contó, lleno de emoción, que su pareja estaba esperando un hijo.

Eso sí, no recuerdo el día exacto cuando en el verano de 1988 partió de vacaciones al norte, en auto con Paulina embarazada, su cuñada Carla y Osvaldo el marido de ella. Ricardo y Osvaldo eran además de amigos, compañeros en la Izquierda Cristiana. Sé que ese viaje fue maravilloso, que lo pasaron muy bien en Bahía Inglesa que rieron mucho y se hicieron todos aún más amigos. Recuerdo sí cuando me llamaron por teléfono y me dijeron que habían tenido un accidente y que Ricardo estaba herido. Salí corriendo a tomar el bus que pasaba por Avenida Ossa en dirección a La Cisterna, a la casa de mis padres. Presintiendo lo peor, fui pidiendo todo el camino, que mi hermano sobreviviera. Mis ruegos no surtieron efecto, en ese accidente de auto, Ricardo murió en brazos de Osvaldo, en la Cuesta Pajonales, entre Vallenar y La Serena.

A la inmensa pena que significó la pérdida de nuestro querido Ricardo, le acompañó la esperanza de que, a pesar de las graves heridas y fracturas que el accidente provocó a Paulina, quien iba de copiloto en el auto, ella pudiese recuperarse y que la hija que llevaba en el vientre se salvara. En esto sí se escucharon nuestros ruegos, Paulina se recuperó y hoy Valentina es una hermosa mujer de 26 años,  que entre muchas cosas heredó la hermosa sonrisa de su padre.

Recordando a mi hermano mayor, todavía no puedo escuchar, sin que me caigan las lágrimas, la canción Elegía de Joan Manuel Serrat; especialmente en la parte que dice “Volverás a mi huerto y a mi higuera por los altos andamios de las flores….”. Esa canción la escuchaba siempre en la radio de nuestro dormitorio.

Este domingo pasé a buscar a mi sobrina Valentina a casa de Paulina y fuimos juntos al cumpleaños de mi hijo Adrian. Como siempre que estoy con ella me sentí feliz y sentí que Ricardo estaba feliz junto a nosotros.

Compartir

2 Comentarios sobre “Mi hermano mayor

  1. que emoción leer lo que escribiste primo
    hoy ha sido un día de emociones y recuerdos
    al leer una vez mas ADIOS A MI PADRE
    SALUDOS A MI TIA NORA DESDE ANGOL

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *