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Ya anteriormente escribió sobre esta serie para televisión nuestro muy buen amigo Mauricio Tolosa en su texto Sense8 : Los Waschowsky y el antídoto de la Matrix, en el cual realiza un análisis sintético entre las dos obras de los hermanos Waschowsky, quizás, hasta el momento las dos creaciones más interesantes e importantes de estos cineastas.

Sense 8 es fascinante. Para nada perfecta, porque adolece de una introducción excesivamente lenta, reflexiva y a veces inconexa. Este problema es propio de estos hermanos, que quieren entregarnos mucha información, o nada, con tal de dominar al público. El público es totalmente ignorante e inocente de lo que los creadores pretenden.

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También esa es la fortaleza de esta serie. Nosotros que estamos ya acostumbrados a vivir en el pequeño pueblo global, pretendemos creer que todo lo sabemos y poseemos información de todas las realidades diversas del mundo. Pero eso es una virtualidad.

Will  nos confirma que no tenemos idea que Estados Unidos esconde una marginalidad problemática enfrentados a una fuerza policial mermada por la desesperanza. Riley nos acerca a la juventud europea diezmada por las drogas. Sun nos muestra el machismo de la sociedad coreana y la corrupción de las grandes corporaciones empresariales. Capheus nos acerca a la triste destrucción social que viven día a día en Kenia. Lito, el tormento que aún es ser gay en el mundo del entretenimiento. Kala, nos trae el choque de la fe y la modernización en India. Wolfgang, las intensas mafias alemanas que nadie habla. Y Nomi, todo lo significa llevar una vida desde la transexualidad en la actualidad.

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Es este realismo, el que se condice con mostrarnos imágenes con crudeza. El sexo, la sangre, la corporalidad, la muerte y la vida. Es una serie violenta, porque nos desnuda la realidad global, confirmándonos que los individuos están permanentemente oprimidos por los mecanismos de poder, sean estos, políticos, económicos o culturales. Una vez más, los Waschowsky nos trae el pesado pesimismo en el cual estamos condenados. En esto, no coincido con Tolosa: esta serie no nos trae esperanza, sino que desazón. La ciencia ficción de esta serie – esa idea que hay seres que están conectados en materia y sensorialidad – es una alegoría de la idea de comunidad: ahí donde se congregan los individuos a dialogar y crear en conjunto un mejor futuro. Pero, parecen ser una minoría, una diminuta minoría que nada podrá hacer contra la maquinaria de los insensatos.

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