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Si usted es de los que critican a quienes sí estuvieron dispuestos a trabajar por la democracia, o crear organización social o sindical, sería bueno no sólo saber porqué lo enoja tanto que su representante no le leyera la mente para saber lo que usted quería que él hiciera.

Si no le gusta la democracia que hay ¿qué lo obligó a dejar que otros hicieran lo que quisieran sin su permiso?, ¿ha visto que mucha gente ha salido a las calles porque quiere educación pública y gratuita?, ¿y usted, ha ido a esas marchas?, ¿en qué organización está participando?, ¿desde qué punto de vista está elaborando su crítica? ¿Desde el que se vayan todos?, no me joda, elija un punto de vista, ahora hay más variedad.

A mí tampoco me gustan muchas cosas, pero al menos estoy participando en algún espacio que vincula mis ganas de crear una sociedad mejor. ¿Dónde está usted?

Cada vez que leo el enojo que abunda en las redes sociales, personificado en los políticos, ya sean estos viejos o con historia –para no herir susceptibilidades, algo me molesta. Y no creo que la política se merezca ese abucheo generalizado. Quizás algunas transacciones o vistas gordas se merezcan la crítica, pero ¿tiene que ser de una manera generalizada, sin meditación, sin conocimiento profundo de la historia o de las circunstancias?, ¿es el trolleo la mejor respuesta?, a quienes nos interesa la política ¿la debemos pasar por alto?, yo creo que no. La reacción rabiosa que no dispone de más información que el prejuicio no debiera ser pasado por alto, porque hace demasiado daño, porque desinforma, porque empobrece la discusión.

Recuerdo una foto que a mis contactos en facebook enfureció particularmente en tiempos de elección presidencial. La foto de si usted no está inscrito y no vota, mejor que se quede calladito porque no estás asumiendo ninguna postura más allá de la crítica por la crítica.

En lo personal, no participaba en política hace mucho. La opinión no tiene ninguna obligación, pero participar sí. Y cambia la cosa cuando decides pasar del dicho al hecho. Quizás porque deja de ser fácil tirar palabras sin contenido real.

Si el reclamo es el primer nivel de la conciencia política, el segundo nivel debe ser natural: incorporarse, preguntar, no quedarse solo rabiando en una esquina. Si hay algo que logró la dictadura y Pinochet, es que la organización social fuera herida de muerte. Y en democracia, tratada de forma convaleciente y marginal. Pero ¿es culpa de la democracia?, hay muchos que dicen que sí, pero no estoy de acuerdo. Es culpa de todos nosotros que vimos lo que se estaba haciendo y no quisimos levantar el dedo, marchar, y pasar a lo difícil: salir de la comodidad de nuestro hogar para reunirnos con personas que no conocemos, personas que viven cerca de nosotros, pero que no son como nosotros y perdernos la teleserie, o el desayuno en la cama, levantarnos un sábado o un domingo en invierno para conversar con otros, hacer un trabajo que convenza de nuestras opiniones a otros.

La imagen que la política se hace desde el sillón de un señor obeso no es tan cierta. La política que vale, la hacen los dirigentes sociales, estudiantiles y vecinales hablando con todos, teniendo tiempo para los problemas de todos, y no sólo de los problemas que me afectan a mí o a mi familia, es decir a los que ya conozco y a los cuales no temo ni me generan inseguridad.

Ojalá le den ganas de dejar su trinchera de palabras, y pasar a la acción. Tenemos tanto por hacer en este país. En serio. Mucho, mucho por cambiar. Pero necesitamos gente que quiera construir, no que se ponga a vociferar desde el cacho del buey cómo es que se debe arar.

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