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Llega un minuto en la vida en que no puedes seguir aguantando la negligencia y comienzas a cuestionar cuánto de lo que haces consciente o inconscientemente afecta al mundo que estás construyendo para las futuras generaciones.

¿Cómo se puede vivir tranquilo sabiendo las vejaciones que viven millones de personas producto de la guerra, a quienes son oprimidos, maltratados, silenciados por ser o pensar distinto? ¿Cómo vivir tranquilos sabiendo que, aún miles de mujeres son violadas, asesinadas, ultrajadas y torturadas a diario alrededor del mundo, sólo por ser mujer?

En octubre de este año, hemos visto asesinatos tremendamente violentos y macabros, como el caso de Florencia de 9 años quemada viva por su padrastro en Coyhaique, Lucía en Mar del Plata con sólo 16 años fue drogada, violada y empalada hasta la muerte, Bernardita en Puerto Montt, apuñalada y asesinada por su pareja y así tantas más que mueren sometidas al terror de sentirse indefensas, mutiladas en cuerpo y alma.

Es difícil luchar contra esta realidad solos, no podemos defender a todos desde nuestro espacio de acción, pero sí somos responsables de perpetuar ese daño todos los días, con cada gesto, acción o pensamiento segregatorio, machista y/o discriminador que va enquistando el daño en la piel y el corazón de la sociedad.

Comenzar con el lenguaje, seguir con la acción

En Marzo del 2016 apareció en uno de los periódicos con mayor circulación del país una portada simplemente indigna presentando el terrible asesinato y descuartizamiento de una joven colombiana a manos de su pareja citando “El amor y los celos la mataron”. Este tipo de abordaje de noticias lo único que hacen es meter en la mente de las personas que hay una justificación para que alguien mate a otra persona por “amor” y nos lleva a bajarle la responsabilidad al asesino, dejando entrever que la culpa no es de él, sino del amor y los celos.

“A Juliana no la mataron por linda ni por amor, la mató a sangre fría un hombre agresivo que la veía como de su propiedad. No más eufemismos.”

Cuando aprendemos a distinguir la violencia que encierran estos mensajes, entendemos que estamos rodeados de ellos y que se multiplican hasta en lo más básico de nuestras relaciones humanas y no sólo con temas de género, también con ofensas raciales, religiosas, sexuales, físicas, y un montón de etcéteras.

Desde el clásico “quien te quiere te aporrea” de la infancia, hasta los sobrenombres que le pones a tus compañeros de trabajo, de la burla constante hacia los homosexuales, hasta el comentario desagradable a tu vecina porque tiene sobrepeso. Todo eso también es parte de esta cultura de la segregación a lo distinto, a lo imperfecto frente a los ojos del materialismo, sexismo, y machismo que se nos cuela por las venas.

No quiero seguir validando pasivamente una sociedad que demoniza a las minorías y se burla de las apariencias físicas, que queda impávida frente a la violencia contra las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos y no es capaz de levantar la voz, de actuar para cambiar el destino de nuestros hijos. No quiero seguir comprando esta desidia que nos están vendiendo por todas partes con miedos, mentiras y falsas supremacías.

¿Cómo comenzamos a actuar? Partamos por cambiar la forma como nos referimos al otro, y dar una segunda vuelta a la ofensa que le enseñarás a tu hijo para que la repita a sus compañeros, dejar de justificar la violencia de cualquier tipo, y comenzar a construir desde el respeto y la inclusión.

Así es que no, no me causan gracia los chistes machistas, xenófobos, discriminatorios. Y no, no seguiré validando esta inercia porque los demás creen que “le pongo color”. Quiero un mejor futuro para mi hija, para quienes amo, y para quienes no también, porque ya basta de seguir aceptando lo que está mal sólo porque queremos seguir encajando en esta sociedad que nos quita el alma y la razón.

Dime, ¿Cuánto durará tu inercia?

*Imagen extraída desde aquí.

Recomiendo leer:
– Igualdad de género desde el periodismo
– Abre los ojos
– La degradación de lo Femenino
– La humanidad en lo cotidiano

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2 Comentarios sobre “¿Cuánto durará tu inercia?

  1. Cierto, el lenguaje es importante y educar en el respeto. Tanto a las mujeres para que no consideremos “normal”ser agredidas o el estupido deseo de “cambiar a un chico malo”, como a los varones, en el sentido de dejar de considerer a sus parejas como propiedad o parte de su amor propio.

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