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Las primeras imágenes que tengo de mi madre, vienen desde mucho antes de haber nacido. Son las historias que ella nos contaba cuando pequeños y que hasta ahora sigue repitiendo, a pedido nuestro o de alguno de sus 14 nietos.

Mi madre nació en Quicaví, Chiloé, donde en esa época solo existía escuela hasta 4 básico. La mayoría de sus compañeritos terminaban ahí de estudiar, para empezar a trabajar, en el campo y la mar, ayudando a sostener a sus familias.

El caso de mi madre fue diferente, ya que gracias a mi abuelo Norberto Macías que como buen Radical creía firmemente en el poder de la educación, fue a Puerto Montt, a terminar su educación básica. Estamos hablando de la década del 40.

Después de su estadía en Puerto Montt, mi madre, la Sra. Nora, como le gustaba llamarla mi padre, debió partir a Ancud a estudiar interna para profesora en la Escuela Normal de esa ciudad, durante 6 años. Hay una historia que le gustaba contar a mi padre que según él demostraba lo regalona de mi abuelo que era la Norita, y es que una vez para que no llegara atrasada contrató un helicóptero para que la fuera a dejar a Ancud.

Una vez recibida de profesora, la Norita regresó a Quicaví, para ejercer su cargo en el pequeño caserío llamado Chaurahué. Como la escuela era tan pequeña, Norita era la Directora y el cuerpo docente en pleno. En estas pequeñas escuelas rurales todos los niños estudiaban juntos en lo que se llamaban cursos combinados y era la profesora quien se preocupaba de que los más grandes tuvieran también mayores exigencias de acuerdo al nivel que les correspondía.

En Ancud, con Ricardo de 11 meses Foto de mi padre
En Ancud, con Ricardo de 11 meses. Foto de mi padre

Estaba un día Norita viajando en lancha a Quemchi, donde haría trasbordo para tomar el barco a Puerto Montt, cuando un joven de anteojos que leía sentado en el muelle la vio llegar y quedó flechado por su belleza. Ese día mi padre ni sospechaba que aquella mujer sería su gran amor, compañera de toda la vida y madre de sus siete hijos.

La etapa de pololeo, exigió de mi padre, muchos viajes en bote desde Quemchi, donde ejercía de profesor, hasta Quicaví; seguidos de largas caminatas a través del bosque, para visitar a la Norita en su escuela de Chauragué.

Luego, en el año 1958, vino el casamiento en casa de mis abuelos. En este evento, abundante en comida y muy bien regado de vino como correspondía, el oficial civil llevado desde Quemchi, especialmente para la ocasión, gustó tanto la hospitalidad de los dueños de casa que se quedó dos días celebrando. Tiempo después mis padres, ya casados, descubrieron que el oficial civil estaba fuera de su juridicción y que solo había ido para pagar una deuda que tenía con mi padre. Todo fue luego puesto en el orden administrativo que correspondía.

La luna de miel fue un viaje a Angol, para conocer a su familia política, los Arévalo Vilugrón, que era un matriarcado, encabezado mi abuela Petronila y seguido por mis tías Ruth y Alicia. Sólo bastó que vieran llegar a Norita, con su belleza y su risa a flor de labios, para que quedaran encantadas con ella. Hay que considerar también que mi abuela hacía un tiempo estaba presionando a mi padre para que sentara cabeza y se casara con una buena mujer que lo quisiera.

Al año siguiente, después de una corta temporada en Quemchi, Norita y Sergio se trasladaron a vivir a Ancud, donde se inició la producción de hijos, partiendo con Ricardo en 1959 y finalizando en 1975 con Nibaldo.

En Quemchi con Ricardo en brazos papa y tía Wuanda
En Quemchi con Ricardo en brazos de papá y tía Wanda

En el año 1960, tuvieron que padecer el mega terremoto llamado de Valdivia, que afectó fuertemente a Chiloé, y en el cual Norita junto a mi padre debieron subir a los cerros con Ricardo en brazos, para escapar del Tsunami.

En 1961, cuando Norita, embarazada nuevamente, tuvo que volver a vivir por un tiempo a Puerto Montt, para tenerme a mí, su tercer hijo. Nací en Puerto Montt, porque en ese año mi padre se encontraba en México haciendo un curso de perfeccionamiento. Esa vez Norita estuvo solita con tres guaguas en casa de sus tíos. Mi padre llegó al mes siguiente de mi nacimiento. Ya de viejo Don Sergio se burlaba de las capacidades de gestión económica de Norita, porque cuando regresó pensaba que las arcas familiares estaban aumentadas con el sueldo que le siguieron pagando y que retiraba mi madre todos los meses; sin embargo había descubierto que ella se había gastado todo en ropita para los niños y regalos para sus familiares. Norita hasta hoy lo niega.

Viaje de estudio a Santiago, aeropuerto Cerrillos
Viaje de estudio a Santiago, aeropuerto Cerrillos

El recuerdo más antiguo que tengo de mi madre, son las galletas de Navidad llamadas pajaritos, que cocinaba cada 24 de Diciembre. El día de Pascua, como lo llamábamos en ese entonces, era despertar y encontrar los regalos al pié de la cama, bajar rápidamente la escalera y ver la mesa llena de esos deliciosos y coloridos pajaritos hechos por mi madre.

En esa casa de Ancud, debido al clima lluvioso, gran parte de la vida se hacía en la cocina; territorio habitado por mi madre y alguna joven amiga, generalmente chicas de Quemchi, que estudiaban en la Normal. Me encantaba estar ahí sentado escuchando sus conversaciones mientras preparaban la comida o planchaban la ropa.

Ya mayorcito, cuando nos habíamos trasladado a Santiago, uno de los mejores momentos del día era ir a tenderme a la cama cuando mi madre hacía dormir a alguno de mis hermanos más pequeños; lo hacía sólo para escucharla cantar sus canciones de cuna. Norita tiene una hermosa voz. Mi favorita era una canción que hablaba de un avioncito y se la pedía cada noche. No había problema en repetir el repertorio porque mis hermanos no hablaban así que no le hacían ningún pedido diferente a la artista.

Al igual que la mayoría de nuestras familias, el Golpe fue para nosotros un desastre en todo sentido. Fue ahí cuando Norita volvió a mostrar su fortaleza, manteniendo económicamente a la familia, con su exiguo sueldo de profesora básica. Se levantaba muy temprano, nos hacía el desayuno y partía a trabajar, en la tarde nos cuidaba, alimentaba, lavaba nuestra ropa y en la noche preparaba sus clases, corregía las pruebas y hacía el almuerzo para el día siguiente. Nosotros, los hombres, sólo hacíamos nuestras camas y a veces las tareas. Mis hermanas seguro hacían más porque en nuestra casa no había equidad de género.

Mama 76 años en Don Peyo Foto mía.
Mama 76 años en Restaurant Don Peyo. Foto mía.

En esos difíciles años, Norita sostuvo en todo sentido a nuestra familia; mientras mi padre, echado de su trabajo y con prohibición de trabajar en el Estado, hacía las de Quico y Caco para poder llevar algo de dinero al hogar.

En este estado de la vida familiar, por un milagro de la naturaleza, Norita dió a luz a su séptimo hijo. A pesar de las adversidades sacó adelante a su retoño, incluso teniendo que llevarse a los dos hijos más chicos a estudiar a la escuela de niñas donde trabajaba. Hasta ahora nos reímos de ellos por eso; diciendo que ahí está la raíz de su mamonería.

Como si fuera poco Norita, después de jubilada se consiguió un trabajo de profesora en una escuela básica cerca de su casa en La Cisterna, donde siguió educando niños vulnerables, quienes aún la recuerdan con cariño y la pasan a saludar cada cierto tiempo.

Otros grandes mega terremotos ha debido sufrir Norita, primero la muerte en un accidente de auto a los 28 años de su primogénito, y hace un par de años la muerte de su compañero de vida, por causa de un tumor cerebral.

Sin embargo, y a pesar de todos los dolores Norita, ya con 81 años, sigue en pie, conservando su hermosura, su vitalidad y esa sonrisa a flor de labios que le hace ganarse el cariño entrañable y la admiración de todos quienes tienen la dicha de conocerla.

En Termas del Corazon Foto mía
En Termas del Corazon. Foto mía

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4 Comentarios sobre “La Señora Norita

  1. Al leer este artículo y/o vivencia, me imagino situada en el lugar y época…. que linda redacción para tan Bello reconocimiento…
    Cariños Sergio…
    Te felicito!!

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