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El sábado 21 de mayo a las 10:30 de la mañana nos juntamos en las oficinas de mi antiguo trabajo. Amparo, mi ex jefa, había organizado por WhatsApp un Encuentro Local, convocando a sus familiares y amigos cercanos que creía podían interesarse con la idea.

Éramos 13 personas –tres más que el quórum mínimo de diez- de distintas edades y distintos lugares. Por lo que escuché, Macarena (mamá de Amparo) venía de Coquimbo entusiasmada con la idea de participar. Su hija menor también se animó y llegó con su esposo e hija pequeña, quien particpó activamente en el encuentro, dibujando, cantando y reaccionando cada vez que hablábamos de los derechos del niño, gritando entusiasta “¡yo soy niña! ¡yo soy niña!”.

A las 11:00 comenzamos la actividad. Nadie sabía muy bien qué hacer. Amparo había impreso las guías publicadas en el sitio web Una Constitución para Chile y junto Emilio, su papá, las habían corcheteado para entregar un ejemplar a cada participante. Ahí podíamos revisar la estructura propuesta por el gobierno para este proceso constituyente.

En resumen, la dinámica consistía en seleccionar entre todos, siete conceptos que debían “inspirar” la nueva Constitución. Luego, siete derechos que deberían estar resguardados por la Constitución, siete deberes y/o responsabilidades ciudadanas y finalmente, las siete instituciones más importantes que debe contemplar la Constitución.

Por cada ítem seleccionábamos de manera individual siete conceptos, los que luego se sometían a discusión y votación para llegar a un consenso –total o parcial- de los siete principales conceptos o ideas que debían quedar registrados en nuestro informe final. Si no estábamos todos de acuerdo, se incorporaba el acuerdo parcial o incluso el desacuerdo, si así resultaba, y se anotaban los fundamentos.

Sin duda, lo más interesante del proceso participativo, fue la posibilidad de compartir y discutir distintos puntos de vista sobre temas tan importantes y diversos para nuestro país. En las casi cuatro horas de debate, pudimos re-definir distintos conceptos como la igualdad, la libertad y la responsabilidad, por decir solo algunos, construyendo en conjunto, a través de una co-creación, un punto en común en la mayoría de los casos.

Darnos el tiempo de reunirnos a conversar nuestra idea de país y escuchar de manera abierta, generosa y amplia las múltiples formas de entender y hacer comunidad, fue sin duda un ejercicio profundamente enriquecedor. Muchas veces nos enfrascábamos en diferencias que lograban enaltecer aún más la conversación, y llegábamos a un punto en el que terminábamos muertos de la risa por creer que estábamos realmente, creando una nueva Constitución.

Y lo que pasó, fue justamente eso.

Estábamos ahí de cuerpo y mente presentes, construyendo el país de nuestros sueños, compartiendo ideas y experiencias, escuchándonos, respetándonos y aceptándonos en nuestras diferencias, viviendo cada una de las ideas y conceptos que se debatían con entusiasmo entre sanguchitos jamón-queso, superochos y negritas.

Ese día, esas 13 personas, nos creímos el cuento y asumimos como propio el desafío de crear país.

Y aunque bromeábamos con lo insignificante que podía llegar a ser nuestra propuesta dentro de miles de propuestas más –las que quizá nunca llegarían a ver la luz-, la idea de ser partícipes reales de una nueva Constitución nos entusiasmaba, porque estábamos seguros de que la nuestra, después de mucho debate, risas y votaciones, era la mejor Constitución.

Al menos, era toda nuestra.

foto constitucion

En la foto, los 14 participantes. Gracias a cada uno de ell@s por la oportunidad.

 

 

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