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Ayer me junté con un viejo amigo a conversar. Yo había quedado un poco preocupado por lo que dijo, la última vez que nos vimos. No sabía mucho que decirle, así que le envié un mensaje breve invitándolo a hablar de trabajo. Fue lo que se me ocurrió en ese momento.

La conversación fue amena como siempre y en un momento algo que dijo de sí mismo, me hizo pensar que para cambiar de la situación económica precaria en la que se encuentra, debía cambiar las palabras que usa. Le hice mi comentario a lo que respondió “sí, muchas veces me han dicho que no se venderme”.

Tengo una amiga a la que, al igual que a mi, le gustan mucho las palabras. Yo creo que a ella le gustan aún más que a mi. Ella me enseñó a mirar la belleza de algunas palabras. Con ella me di cuenta porque hay palabras que quedan dando vueltas mucho tiempo en mi cabeza y es porque al pronunciarlas, me producen una sensación similar a comer con la mano, un durazno maduro en verano.

Como a todos me preocupa mucho lo que pasa en nuestro país. He vivido intensamente el cambio que se ha producido en nuestra vidas esta última década. He reclamado, he criticado, me he quejado, he protestado y me he indignado.

Sin embargo sigo sin saber que más puedo hacer para que las cosas cambien para bien. Cuando me planteo la pregunta, siempre sé que debieran hacer los otros; entre ellos la presidenta, los políticos, los funcionarios públicos, la elite, etc. Pero también me doy cuenta que no basta para nada con eso, ya que por una parte no creo que vayan a cambiar y lo que es más importante no creo que ese hipotético cambio, de producirse, nos hará de verdad ser una sociedad mejor.

Hoy escuché en la noticias de la mañana, sobre un incendio en el centro de Santiago. Durante el relato de los acontecimientos, el periodista hizo una pausa para reflexionar sobre el gran servicio a la comunidad que hacen nuestros Bomberos Voluntarios. La noticia seguía siendo sobre una tragedia; ya que en torno a la fábrica de muebles en llamas, vivían precariamente, varias familias que tuvieron que evacuar sus casas ante la amenaza del fuego. Sin embargo a partir del relato de esa situación dramática, surgieron también otras palabras como servicio a la comunidad y solidaridad.

Hay un cantautor norteamericano que me gusta mucho por la poesía de sus canciones, se llama Paul Simon, quien fue parte del famoso grupo Simon & Garfunkel. Hay un hecho relacionado con él, que quedó muy grabado en mis recuerdos, fue cuando en 1982 dio un concierto con su ex compañero Art Garfunkel en el Central Park de Nueva York. A finalizar el recital, Simon agradeció a los basureros, que estaban allí esperando el fin del concierto, por su gran y anónima contribución a la salud de los habitantes de la ciudad.

El habla humana es de un gran dinamismo, cada día surgen nuevas palabras, en algún rincón del mundo, incluyendo Chile, así también hay palabras que pasan al olvido, como mistela, maula o lesera u otras que son rescatadas, desempolvadas y vueltas a usar. Estas nuevas palabras van siendo incorporadas al lenguaje local, ya sea en forma literal, traducida, modificada y hasta descontextualizada. Dentro de estas palabras, hay algunas que a mi me parecen horribles, como por ejemplo colusión, coima, injusticia, robo, portonazo, afp, bullying, troleo, meme y un largo etc. Hoy día estas palabras dominan la escena ya sea en la tv, la radio, y las redes sociales; y lo que es peor, contaminan nuestra habla y a través de ahí contaminan nuestros pensamientos y acciones.

¿Qué podemos hacer si esas palabras designan lo que a diario vivimos? ¿Quiero plantear acaso que enterremos la cabeza como un avestruz para no ver lo que está pasando en el país? ¿Quiero pedir tal vez que sigamos usando eufemismos para no decir las cosas por su nombre? ¿Eufemismos como decir “dar un paso al costado”, en vez de renunciar por ejemplo? o “persona en situación de calle” en vez de vagabundo. Definitivamente no.

Lo que quiero plantear es que cambiar la realidad del país, pasa muy centralmente por cambiar nuestra habla. Es por esto que propongo salir a cazar palabras en una especie de Pokemon Go vital. No para ganar puntos en un juego de evasión, sino todo lo contrario. Salir a cazar palabras hermosas para incluirlas en nuestra habla cotidiana, para cambiar nuestra forma de pensar y para sembrarlas en nuestras mentes y las de nuestro hijos.

Entre nuestras mejores armas para esta cacería vital estarán los libros, físicos y virtuales, pero fundamentalmente nuestros oídos muy abiertos para escuchar a los otros, aquellos que en los rincones más insospechados de nuestra ciudad, como en la feria, en la calle o en el metro, sueltan al viento palabras hermosas al hablar. Palabras como solidaridad, barrio, briza, comunidad, familia, compañerismo, empatía, justicia, amistad, abrazo, cariño y amor.

Estoy seguro que cuando una gran mayoría hagamos cotidiana esta práctica, volveremos a construir un país en que la poesía y la vida vuelvan a estar en armonía. A partir de ahí, cambiar todo lo que está mal o no funciona será más sencillo.

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2 Comentarios sobre “Cazar palabras

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