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Creo que aún es tiempo. Necesito pedir perdón por las palabras oscuras que alguna vez dije. No es cosa de tener o no la razón, es que las palabras que carecen de bondad no deben salir al universo de lo dicho. No deben salir las palabras inmaduras, asustadas por alguna amenaza. O tal vez por alguna inconsistencia o malos entendidos.

Las palabras perversas siempre se encuentran al acecho. Esperando en la punta de la lengua, animadas por el ego. Esperando el momento de la incomprensión para emerger y no te das cuenta a veces, cuando ya está dicha la palabra y le pierdes la huella. Deja de ser propia.

Pasa a formar parte de las construcciones humanas, los artefactos que dejamos construidos y que nos trascienden. Van más allá de nuestra propia existencia. Salen desde nuestro ser para unirse al eterno devenir del universo rebotando una y otra vez, girando en el tiempo y el espacio. No sabemos si chocará con una minúscula polilla o tal vez, tenga la fuerza para derribar un muro. Pero esa palabra que algún día dijimos, nos representa, es producto nuestro. Aun así, ya no nos pertenece. No volveremos hacia atrás para no decirla. Las palabras que emitimos son como las ondas en el mar. Se hacen interminables. Las palabras tienen el poder de construir, tienen el poder de rearmar, re ensamblar, curar. También tienen poderes destructores, hacen daño, fracturan.

Cuando una palabra sea exigida a salir, pensemos desde dónde sacaremos la palabra. Si busco entre los recónditos pesares o busco, entre las que rondan por las huellas que han dejado la soledad y el tiempo. Serán sin duda, palabras tristes. A nadie le servirá una palabra emanada desde a tristeza. Es mejor guardarla. Y hay otras. Son las que anidan en el ego. Quieren salir por sí mismas. Entonces, tenemos que abrazar al ego. Tenemos que darle cariño. Controlar sus impulsividades y sus niñerías. Bañarlo de cariño.

¡Qué hermosos somos los seres humanos! Solo es que no sabemos usar el don de la palabra. Y hablamos para hacernos presentes muchas veces sin nada constructivo qué decir. ¡Dije tantas palabras! No sé dónde fueron a parar.

No diré más palabras absurdas o perversas. Y si encuentro alguna que sea bella, la compartiré. Palabras sanadoras, palabras fortalecedoras. Serán los artefactos que trasciendan mi existencia. Serán para compensar las que lancé al universo de lo dicho y no estaban listas. Creo en la belleza, en la armonía. Creo en la bondad. De   cualquier color. Creo. Para comunicar y que en ese acto, seamos una humanidad consciente de sus capacidades y limitaciones. Las palabras nos trascienden, entonces, digamos solo palabras buenas.

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5 Comentarios sobre “El poder de las palabras

  1. Claro, clara y definitivamente sabía.
    ¡Hay veces que no es malo envidiar y este puñado de palabras vienen de una ocasión de esas!
    Te saludo.

  2. hermoso texto Vero, iluminador, consciente, pensante. También creo que las malas palabras deben decirse pero la conciencia de palabras bondadosas rebotan mucho mas en el universo del planeta. Vivan las palabras buenas

  3. Gracias. El cuaderno que alberga las palabras buenas se encuentra feliz. El otro, donde se alojan las perversas, se esconde detrás de alguna tecla o una hoja, esperando el momento para liberarse. Patricia. Cierto. Las rabiosas, brutales y hasta deshonestas, es necesario sacarlas también. Pero hacia un lugar donde fluyan y se mezclen y se transformen.

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