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No te asombres si te  parece que se deslizan algunas incoherencias entre mis líneas. Sabes que escribo desde la fantasmagórica danza de los ruidos  y la violencia  de la velocidad  de una ciudad que no  para  ni se  somete. Una ciudad mecánica y metálica,  que crece y se dibuja por sí misma. No es fácil,  la ciudad brama, llora, ruega, idolatra y se reúne. Son los indignados, los mal pagados, los abusados.

Somos  también las mujeres. En Buenos Aires, en Arica, en el DF, las mujeres marchamos el 19 de octubre. Salimos a las calles  las mujeres, disfrazados de mujeres, amigos de  mujeres. Salimos miles, nunca sabré cuantos.  Desde una esquina en la Alameda vi que pasaban y pasaban y pasaban  los grupos con pancartas, con gritos. También en silencio. Desde Plaza Italia  hasta la Plaza Los Héroes, la consigna era contra  la violencia de género, contra el machismo y en favor de la igualdad.

Me emocioné como muchas otras veces en que mujeres nos reunimos, nos soñamos libres, re-conocidas.  Sin embargo, al día siguiente de la marcha, todo seguía igual. No vi que cambiara alguna cosa. Me pregunto si a alguna de las miles de mujeres que salimos a marchar contra la violencia ese día,  le cambió  la vida.

Eso sucede con los soliloquios. La   violencia no es un problema de género. La violencia contra la mujer no es un problema de la mujer.  La violencia  contra la mujer no es un   problema que debamos abordar las mujeres solas  ni sus amigos ni los que se sienten mujeres. La violencia contra la mujer es un problema social, cultural, político y económico. Un problema que requiere ser abordado desde cada  perspectiva para conformar, parte de la agenda pública. La  violencia contra la mujer es un problema que debería  estar en la agenda de todos los ministerios.  No es un problema del Ministerio  de la Mujer.

En  Arica se celebrará este mes el Encuentro Nacional de mujeres  feministas. El  tema central es la violencia. Pero sabemos que la violencia no es un problema de las feministas. La violencia de  género se produce en todos los espacios.

No  somos las mujeres las que debemos juntarnos y reflexionar sobre el tema. No es culpa de las mujeres  el ambiente de violencia que impera en la sociedad  actual. Nosotras debemos  preguntar al estado ¿Qué hace para evitar  esto?  ¿Cómo  son violentadas las mujeres cada día sin que se tomen medidas drásticas para  cambiar eso?

Los medios  de comunicación destacan y utilizan  los atributos físicos  de las mujeres en sus portadas. Esa práctica, lejos de dignificar la presencia de la  mujer en la sociedad, la  estigmatiza,  la cosifica.  No somos cuerpos, no somos carne, no somos objetos ni monedas de cambio. También en la política se produce  el desplazamiento de la mujer desde las posiciones de poder.  Las mujeres son invitadas a ceder sus espacios  en “pos de un  bien superior”  o se minimiza su aporte, destacando no sus discursos, sino su  belleza  o su calidad  de madre u otros. Pero no se analizan sus aportes.

Reflexionemos. Reflexionemos  juntos sobre  la  violencia.  Reflexionemos además por qué nos sobrepasa. Estamos en medio de una sociedad  que aplaude la violencia disfrazada  de productividad  y eficiencia. Necesitamos reflexionar y encontrar fuerzas para que la maquinaria cambie de rumbo.

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Alguien comentó sobre “La violencia no es un problema de mujeres

  1. Creo que este es un tema que va más allá de la condición de género. Es un tema que debe abordar el estado, la sociedad. El estado se esfuerza por mantener la discusion en este nivel, pero debemos interpelarlo.

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