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No hay verdades sagradas e inmutables, no hay ideologías ni corrientes filosóficas que no evolucionen.  No se trata del cambio por el cambio, sino del cambio cuando se hace necesario, cuando las respuestas oficiales ya no son capaces de explicar la sociedad.

La historia está plagada de ejemplos de corrientes políticas que han llegado al poder proponiendo un cambio, para terminar transformándose en aquello que hay que cambiar.   No es maldad, no es corrupción (aunque puede serlo), sino simplemente que el tiempo lo agota todo y las buenas ideas dejan de serlo cuando la realidad es la que se modifica, un poco por culpa de todos: Gobernantes y gobernados.

Cuando se llega a ese punto en el que el revolucionario se transforma sin buscarlo ni pretenderlo en reaccionario -forzando un poco los conceptos- surge también sin que sea algo oficial la dictadura de la corrección, que es la reacción de quienes se encuentran cómodos a la sola idea del cambio, que presionan con sutileza y en ocasiones de forma nada de velada para que no se expresen opiniones “políticamente incorrectas”, que es el término elegante para referirse a lo que se considera disruptivo, inapropiado, corrosivo y hasta subversivo.

La sociedad se defiende del cambio, sin darse cuenta que la evolución es necesaria para no llegar a soluciones violentas, generadas por la acumulación de tensiones sociales.   Se requiere el disenso, el disenso bien administrado es positivo, genera nuevas ideas, apunta de forma precisa la crítica, contribuye a establecer diagnósticos y soluciones.

Por otra parte, tratar de limitar la incorrección es un sinsentido porque la virtud de la incorrección es que no acepta limitaciones.   Un sistema social maduro, tanto en lo político como lo económico o lo social acepta la crítica y la incorpora reconvirtiéndose a sí mismo.  Un sistema, por el contrario, que se ha anquilosado, no acepta las diferencias, se hace rígido y es incapaz de adaptarse a las exigencias del cambio.

Cuando se mira el advenimiento del cambio con temor es que se está haciendo necesario el cambio, y no es un asunto ideológico sino cíclico.  La Humanidad no permanece en un mismo lugar por mucho tiempo, necesita sacarse de encima el polvo que se acumula con la quietud, y nadie debería querer que se acomoden las arañas en su espalda ni que los ratones instalen sus nidos.

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