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El 27 marzo del 2013, es decir hace exactos dos años y nueve meses, escribí el artículo “Michelle Bachelet: entre el cielo y la tierra”. En él plantee varias ideas, sin embargo quiero recordar sólo dos: La primera que “Bachelet vive un tiempo que la ha elegido a ella y no al revés. Representa ni más menos que el sueño de millones a los cuales no les importa si el sujeto de encarnación es correspondiente”. Y aquella que establece que “el tiempo de la farsa no será inaugurado en el segundo período de Bachelet, pues la comedia ya se ha desplegado con mucha anterioridad, durante todo el post golpe hasta hoy, donde el pueblo subsidiario imaginando y proyectando, ha volcado sus expectativas de cambio en una mujer, que sin pedirlo, ha sido elevada por sobre sus propias determinaciones y limitaciones”.

Como no se trata de reescribir lo antiguo, también en conversaciones con algún amigo hemos observado otra cuestión clave que colinda con la idea de que ella no eligió su protagonismo: Es decir Bachelet “llegó a Chile” desde una emoción, desde una disposición corporal bien precisa: “obligada por las circunstancias”, o dicho de un modo claro, sintiendo que el sueño de millones era precisamente no correspondiente a su propio sueño. Con esto no quiero decir que ella no creyera en los cambios demandados por la gran mayoría o en el programa reformista que los expresaba, sino que su pasión no era la pasión del pueblo. Ella llegaba “obligada por sí misma”, cumpliendo su vocación de deber ser que la ha acompañado siempre, especialmente, y lo digo con todo respeto, desde la muerte de su padre.

Cualquier observador medianamente lúcido de la política chilena de los últimos cuarenta y tres años, es decir que no se atrinchere en sus propias ideas y tenga la capacidad de saber que la realidad es un acoplamiento entre lo subjetivo y el entorno dado, podrá entender que Bachelet fue colocada desde el primer día de su mandato entre la espada conservadora transversal a todos los sectores y la pared de los poderes fácticos. Sin querer ser exhaustivo, pudimos ver como la Reforma Tributaria se cocinaba en la casa democratacristiana, para mantener así la renta presunta sobre la efectiva, como la Reforma Educacional fue motivo de las más oscuras campañas del terror de la derecha económica y política, avalada a su vez por aquellos sectores también de la democracia cristiana que han lucrado desde la educación superior como desde los colegios particulares subvencionados, para terminar siendo una serie de medidas que no van al fondo del asunto, a saber, la creación de nuevas Universidades Estatales preeminentes, y un freno radical a la entrega de recursos públicos a la oferta. La Iglesia Católica victimizándose a través de sus alumnos vulnerables hizo alianzas con lo más reaccionario de la élite política nacional. Una Reforma Laboral que los mismos sectores conservadores de adentro y de afuera quieren diseñar manteniendo el reemplazo a la huelga. Para qué hablar de la nueva Constitución que quedará en un mero enunciado y jamás llegará a puerto.

Junto a esta escalada de violencia del sistema de partidos, del parlamento, e institucional, Tribunal Constitucional incluido, se ha empujado comunicacionalmente a una realidad de desgobierno, comenzando por la mini campaña de la renuncia de la Presidenta y el cambio de gabinete por el Caso Caval y por la corrupción de los parlamentarios y funcionarios de la Nueva Mayoría. Siguiendo con la avanzada parlamentaria de los Walker, poniendo en duda las capacidades del ejecutivo de modo permanente y la marcha sediciosa del Ministro del Interior Burgos, invitando a los ex Presidentes a La Moneda mientras la actual estaba en el extranjero y haciendo un escándalo de proporciones por no ser invitado a un viaje a la Araucanía, suceso donde él termina exigiendo explicaciones a la Primera Mandataria, algo inimaginable en toda historia política post Pinochet.

El período no ha estado exento de presiones sobre los temas de salud pública como el aborto por tres causales, convertido también por la democracia cristiana y sectores de ultraderecha en una caricatura más allá de las discusiones en bioética y situándolo en el espacio de los dogmas vaticanos. No está de más nombrar los últimos sucesos de formalización de la nuera de la Presidenta, ya no como una presión de los actores, sino como un quiebre humano doloroso para todos quienes creyeron posible avances sino sustanciales al menos básicos para despercudirse de una herencia neoliberal a ultranza. En relación a los errores no forzados muchos podrán decir que la Presidenta al perder credibilidad frente a los hechos de corrupción de su familia y de su círculo de hierro, careció de toda fortaleza emocional y capacidad de decisión y ordenamiento del propio bloque y del país, es decir de capacidad de gobernabilidad.

Sin pretender hacer una síntesis total del período, estoy convencido que toda esta crisis política se ha incubado desde dos realidades, la primera, y que pocos se atreven a nombrar porque es una manera de perder esperanzas y por otra de admitir las propias debilidades, es que en Chile el poder de la derecha económica y política junto al centro democratacristiano conservador, es enorme y definitivo, que han ganado desde hace décadas la hegemonía del discurso, y que ambos sectores, tal como lo hicieron en la Unidad Popular, defienden eficientes un modelo de sociedad que siempre estará más cerca del estado subsidiario que del cualquier otro, ya sea de economía mixta o de uno socialdemócrata, y que incluso hoy cuando la izquierda liberal pretendió modificar paulatina y muy moderadamente el estado, dieron una lucha sin cuartel contra todo intento reformista, con la misma capacidad y casi con la misma histeria que lo hicieron contra Allende. Por otra parte, que Bachelet con total claridad ha sido una mujer, que sólo desde su vocación de deber ser, tomó las banderas de un cambio. Es decir que nunca fue capaz no de ser autoritaria, como tantas veces se le ha pedido, sino de tener esa pasión movilizadora aún desde la soledad, que le haya permitido golpear la mesa del conservadurismo apelando a la voluntad popular que en mas de un 60% de votantes eligió el camino de la reforma.

Estas dos realidades ineludibles construyeron la tragedia política en la que estamos inmersos, y que terminará cuando los sectores conservadores de cualquier alianza o conglomerado (o una especie de acuerdo entre ellos) retomen el ejecutivo, es decir cuando exista un acoplamiento estructural entre el poder que detentan y el gobierno de las instituciones del estado que han perdido momentáneamente. Así, cuando esto suceda, Bachelet desterrada en alguna organización internacional, y el pueblo traicionado en su vocación de cambios, volverán a estar transidos entre la casa y la intemperie, mientras la élite de siempre, cocinará y almorzará al calor de la chimenea en la vieja mesa de caoba.

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Alguien comentó sobre “El quiebre de Michelle Bachelet y la voluntad popular

  1. Me parece una publicación seria y asertiva. No cabe duda aquello de la “pared de los poderes fácticos”, como asimismo las campañas del terror de la derecha económica y política, a la que lamentablemente muchos incautos sucumben y también muchos vendidos.

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