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Mientras tecleo estoy viendo completo el concierto de Los Beatles en la azotea de los Apple Corps. en Londres. Antes, vendiendo pan durante la tarde, leí la entrevista que se le hiciese a Gonzalo en El Mercurio de Valparaíso con la portada donde sale diciendo a propósito del triunfo de la opción ciudadana que: “Nosotros lo que hicimos fue robar un banco”.  Respecto al renombrado espectáculo de Los Beatles, cuenta la leyenda que todo nació a propósito de la enorme crisis del grupo, que frente a su quiebre casi terminal se impuso innovar, salir de lo común y enchufar los instrumentos para tocar en el tejado del edificio donde grababa.

Al leer a Gonzalo me reí mucho, primero porque gran parte del estilo que ocupó en esa tribuna baluarte de la prensa conservadora chilena, lo ha desplegado en nuestro programa Vuelvo al Sur Radio, desde hace cuatro años. Y por cierto no sólo el estilo. También una parte de los contenidos de la  entrevista han sido conversaciones que hemos llevado a cabo en nuestros jueves radiales, tanto en el estudio como en los almuerzos en el restaurant “Donde la Doris (me la como con papas)” en el Barrio Puerto. Pero bueno, el asunto es que me reía bastante,  pues ratifico día a día que Gonzalo  siempre es el mismo en toda circunstancia. Uno podría suponer que al meterse en política y ocupar campos acartonados, él  también se acartonaría un poco, o  dado lo supuestamente delicado del tema, guardaría ciertas metáforas e imaginaciones que nacen de su ser en el mundo para otras actividades. Pero no. No lo hace ni le interesa. “No nos vieron venir: Nosotros lo que hicimos fue robar un banco en el viejo oeste, en el sentido del banquero que está establecido y vienen unos cowboys sin ninguna infraestructura más que un caballo, y se llevan el botín”.  Jajajaja. Tamaña frasecita en una ciudad en que la mayoría de los políticos han sido unos parásitos, que casi lo único que han hecho es repartirse el erario y enriquecerse a costa de las instituciones públicas.

Pero por favor, ya es hora de que nos vayamos entendiendo. Los mismos que dicen que el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan es un despropósito, se encrisparán gritando que no es posible hablar así cuando hay intereses, estrategias y objetivos superiores en juego, o tomarán las palabras como algo literal, pensando que han llegado nuevos ladrones a hacer lo mismo que han hecho los ladrones de siempre.  Y he aquí el tema de la cultura y del lenguaje. En nuestros programas radiales, es el propio Gonzalo quien se ha calificado como un cowboy y ha declarado que por lejos la mejor película de su vida es justamente Cowboy de Medianoche. Y para qué hablar de la música que escucha cuando pinta, que entre otras, es Pat Garret  y Billy the Kid del mismo Dylan, banda sonora de la película de Sam Peckinpah,  para mí el mejor director de cine de todos los tiempos, por aquello de que no le interesaba el mito sino todo lo contrario, el mostrar lo humano y descarnado de la construcción épica que han hecho los dueños de la historia oficial. Es que lo que hay que entender de una buena vez,  es el espíritu de nuestra época, la enorme transición civilizacional que vivimos, que no es sino poner al pasado desnudo en perspectiva de lo nuevo. Entonces, si han visto cualquier western de los últimos 40 años, podrán entender la real figura del bandido, un hereje que busca la libertad y que lleva esa fuerza en su corazón contra viento y marea y sobre todo contra el imperio de quienes defienden la ley y el orden para su propio beneficio. Y toda esta revisión del pasado lejano, del Far West, la tuvieron otros que también vienen de un pasado pero más reciente, los de la  década de los ‘60 y ‘70, los creadores y cultores de la cultura del rock, que pusieron la historia antigua en su propio ángulo y lanzabilidad para crecer  y cambiar.

Por ello digo con toda propiedad, que Ilabaca el pintor,  con su caballo de óleos y su palabra aparentemente descuidada,  que dispara como una Colt, no hace sino poner en perspectiva nuestra y nueva, desde la política tan llena de boato, la fuerza de esa contracultura y del desparpajo de los ‘60 y ‘70 para revisar y renovar las cosas. Simplemente pone a la orden del día la fuerza y la poética del rock en un país que necesita urgente salir de los añejos años ’50 como modo de relación social. Pues, hay que decirlo, ya está bueno  de sentirse y actuar constreñidos o muy disciplinados, cada vez que hay hablar y hacer en lo público o desde la política, como si además esta fuera tan egregia, o sólo cosa de funcionarios muy serios, o de caballeros almidonados de familias bien. Ya está bueno de seguir creyendo que la circunspección y las uniformidades signifiquen garantía de algo: de ética, o de eficiencia y eficacia. Sabemos muy bien que no es así y que por el contrario, los muy blancos por fuera, dios los guarde por dentro en su mediocridad técnica, en su pudrición y corruptela.

Y a propósito de tejados, azoteas o terrazas, no está de más decir que Los Beatles en su famoso concierto, tuvieron que dejar de tocar por las quejas de los vecinos que llamaron a la policía. Quieran los dioses antiguos, los anteriores a todo monoteísmo y más antiguos aún, cuando los propios hombres éramos dioses,  que ningún vecino o ciudadano del puerto, con alma de policía, detenga  a nuestra contracultura que renace y que mi amigo Gonzalo el Cowboy de Medianoche, siga removiendo telarañas y  oxigenando a raudales la vida.

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