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Ahora que el período eleccionario se vuelve más y más álgido, cuando la presidencia de Barack Obama vive sus últimos meses (las próximas elecciones serán el ocho de noviembre de 2016), el movimiento social “Black Lives Matter” ha estado presente tanto en manifestaciones en importantes ciudades de Estados Unidos como en los campus de las universidades haciendo sentir la demanda irrestricta por el respeto integral a las vidas de los ciudadanos negros. El ambiente político del país, en el que su presidente realiza gestos relativos a su legado histórico nacional, hace posible que las demandas directas de los sectores más politizados de la población afroamericana se vuelvan un factor vehemente de cambio. En cuestión está el trato policial a los ciudadanos negros, el entrenamiento militarizado de la policía que haría posible abusos persistentes, y la respuesta judicial a tales abusos.

Los dos poemas que aquí se presentan se encuentran recogidos en el último libro de Martín Espada: Vivas to Those Who Have Failed (2016).

Espada ha venido construyendo una poética directamente relacionada con la justicia social (subrayando el valor de la poesía de Whitman y de Neruda, dos de sus héroes) y su herencia puertorriqueña lo ha hecho prestar clara atención a las luchas y problemáticas de las personas afrolatinas. El poema “Cómo pudimos vivir o morir así”, donde puede oírse evidentemente la voz solidaria de Whitman en su rol testimonial, está en directa relación con las demandas de “Black Lives Matter”.

El poema “Loco amor”, por su parte, es un homenaje al trabajo de rescate fotográfico de las experiencias de los puertorriqueños realizado a contracorriente por el padre del poeta, Frank Espada, quien falleció recientemente.

En ambos poemas las propuestas de ambos, padre e hijo, se entroncan a las voces frecuentemente excluidas del discurso público nacional.

 

Agradecemos a Martín Espada por hacer posible la presente traducción realizada por Oscar Sarmiento

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Cómo pudimos vivir o morir así

Éstos no son sólo cantos de lealtad,
Son también cantos de insurrección
Porque soy el compañero poeta de cada temerario rebelde de este mundo.
-Walt Whitman

Veo los cuerpos de oscura piel en la calle como los de sus ancestros caer
frente al látigo y al fierro, aposarse la última sangre, escupirse el último aliento.
Veo al vendedor callejero inmigrante enrostrarle su billetera a la policía,
balaceado tantas veces que hay forados de bala en las plantas de sus pies.
Veo al mudo tallador de madera con su cuchilla de bolsillo cruzar la calle
frente a un policía que grita, luego dispara. Veo la redada por drogas, pateada
la  puerta equivocada, agarrotarse el corazón del sacerdote. Veo al hombre vocear
un puñado de cigarrillos, el torniquete del policía llevando a que sus jadeantes
pulmones paren para siempre de jadear. Estoy en la multitud, en la ventana,
arrodillándome al lado del cuerpo que cubre una sábana dejado por horas en el asfalto.

Veo los suicidios: el que toca la conga esposado por tocar en el metro,
linchado en la celda de esa cárcel manos esposadas a la espalda; veo gotear la sangre
del pecho del sospechoso en el asiento trasero de la patrullera; el muchacho de 136 kilos partir –según se dijo-  en estampida, sin nada en las manos, hacia las balas taladrándole la frente.

Veo al coronel asentir, las palabras que tipea en el reporte alojarse
en la piel como más balas. Veo apilarse las investigaciones del gobierno,
las palabras zumbar sobre la página, luego sofocarse como abejas en un frasco. Veo
al próximo hombre Negro huir como el esclavo fugitivo una vez huyó del cazador de esclavos,
balaceado en la espalda por andar con una luz trasera rota. Veo al policía esposar el cadáver.

Veo a los rebeldes marchar, en alto las manos frente a las unidades antidisturbios,
bandanas en los rostros contra las lacrimógenas, y yo camino al lado suyo sin ser visto.
Veo a los poetas, los que escribirán los cantos de insurrección que generaciones
por nacer leerán u oirán el próximo siglo, palabras que les hacen preguntarse cómo
pudimos vivir o morir así, cómo los descendientes de esclavos
siguieron huyendo y los de cazadores de esclavos balaceándolos, cómo
despertamos cada mañana sin que la sangre de los muertos nos irrumpiera de cada poro.

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Loco Amor

Frank: nadie quiere mirar fotos de puertorriqueños.

                       -Cornell Capa

 Mi hermano dijo: le extrajeron las córneas. Me imaginé
las pinzas alzando las corneas de los ojos de mi padre
delicadas como alas de mariposa montadas bajo vidrio.

Me imaginé el trasplante: puntos más finos que hebras de cabello,
ojos aleteando despiertos al resplandor de una ventana abierta.

Ésta no es una película de horror. Éste no es Peter Lorre en Loco Amor,
el enloquecido y celoso cirujano injertando las manos de un asesino
en los antebrazos de un concertista que a tientas busca las teclas
del piano, arroja cuchillos con ánimo letal, el Claro de luna
arrebatado por el afán de homicidio, la esposa que pega el alarido.

El ciego verá como el capitán del barco de esclavos vio torciéndole
el rumbo a su barco, voces en el cuarto alabarán al Señor por el milagro, pero
los ojos bebiéndose la luz a través de los ojos de mi padre no verán los rostros
en los lentes de su cámara; rostros de los sin rostro agitándose en el cuarto oscuro:
no el que recoge tomates con la pancarta sobre el hombro:
Reagan les roba a los pobres para darles a los ricos; no el cocinero que fríe
con su fedora puesta, escrutando el aire como si supiera que va a ser pisoteado
de muerte en el pórtico por una billetera vacía; no el poeta de boina
gesticulando con una visión de zapatos para los que sobre la tierra caminan descalzos;
no la bailarina oyendo el piano que otra vez le dice que gire y gire;
no el que cava fosas y su machete, la bandana que le impide al polvo
de los muertos tapizar su lengua; no el sindicalista, el alcohol lleno de espíritus
flotando entre el humo del puro de la victoria; no la adicta en rehabilitación
mirándose como quien se saca la suerte mirando las cartas; no el rostro del joven mitad oculto
por la estrella de la bandera de Puerto Rico, la oscuridad de su ojo disidente.

Ahora que mi padre no puede usar la palabra, todos esperan su turno para testificar
en su defensa, testigos del loco amor que lo impulsó a hacerlo.

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Martín Espada poeta de ascendencia puertorriqueña, nació en la ciudad de Nueva York en 1957. Su último libro, The Trouble Ball (Norton, 2011) recibió el premio Milt Kessler, un premio al libro de Massachusetts y uno al libro latino internacional. Su próximo libro, Vivas to Those Who Have Failed se publicará a comienzos del año 2016. Actualmente es profesor en el departamento de inglés de la Universidad de Massachusetts-Amherst, donde enseña creación literaria y la obra de Pablo Neruda.

El poema “Cómo pudimos vivir o morir así” tiene relación con el movimiento social “Black lives matter” que lucha por el respeto a las vidas de las personas negras en Estados Unidos; “Loco amor” es un homenaje al trabajo fotográfico de Frank Espada, el padre del poeta, quien falleció recientemente.

Oscar D. Sarmiento enseña en la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY, campus de Potsdam). Es el traductor de los poemas de La República de la Poesía (Mago/Carajo, 2007) de Martín Espada.

 

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