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El debate originado por el mal entendido y mal explicado proyecto del Ministerio de Educación de incorporar la asignatura de Filosofía a la de Formación Ciudadana y fundir Historia con Ciencias Naturales, ha permitido que los ciudadanos se den cuenta sobre un aspecto esencial en el desarrollo del país: El tipo de personas que estamos formando.

Este es un asunto mucho más importante que todo lo que se discute porque es la base del tipo de sociedad que queremos.   No es lo mismo formar personas para que tengan un desempeño laboral exitoso que para que sean capaces de reflexionar, porque eso es la filosofía y lo que permite el conocimiento de la historia: Pensar en lo que somos, lo que hemos sido y planificar un futuro distinto.

Es cada vez más claro que la crisis política que vivimos no se debe solamente a una deficiencia del modelo de democracia representativa que tenemos -aunque este es un aspecto que hay que atender-,  sino también al paradigma economicista en el que nos encontramos insertos, en el que importa más la capacidad de las personas para trabajar y convertirse en consumidores que la idea de lograr la felicidad personal.

Siempre se han señalado los casos de países que han logrado cifras sobresalientes de desarrollo económico, y en todos ellos el denominador común es que han logrado un acuerdo de toda la sociedad para definir una estrategia de crecimiento.

Chile, en cambio, se sustenta en la idea de explotar los recursos naturales de que dispone nuestro territorio nacional, pero poco se ha hecho en cuanto a potenciar el recurso humano.

Nos encontramos en una etapa en la que la felicidad es comprendida como la medida de la capacidad de consumo, y mientras no se cambie eso resulta difícil proponer estrategias distintas.

La relevancia que se le da a la Filosofía y a la Historia tiene que ver precisamente con la capacidad de observarnos a nosotros mismos, pero si se debilitan esas disciplinas desde la educación se podría entender que no hay una verdadera intención de hacer transformaciones más allá de modificar la distribución de los recursos que genera el país.

Es por eso que tanto el capitalismo como las corrientes marxistas son, en esencia, materialistas, porque para ellos es el capital lo que prevalece.   Es por eso también que dentro de esas ideologías el valor de las personas es mínimo y así como se considera que la educación es el motor del desarrollo también se la debe entender como un insustituible agente de cambio.

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