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A toda fiesta y a todo pulmón bajo un gran árbol mágico que creció en medio del Maracaná, los más de once mil atletas olímpicos y el mundo entero que siguió sus logros, despedimos los primeros juegos olímpicos en un país sudamericano.

Obrigado querido Brasil, nos llenaste de alegría en este tiempo difícil. Más allá de los 27 records mundiales y 91 records olímpicos, más allá de Michael Phelphs, Usain Bolt y de la maravillosa Simon Biles (que revolucionó su propia disciplina), nos dejaste instalada la posibilidad de la alegría. Los valores olímpicos, los atletas refugiados y los cientos de historias de superación y fraternidad nos muestran un camino.

Cada cuatro años las Olimpiadas, nos renuevan la esperanza de que podemos hacer cosas maravillosas juntos. No por casualidad participaron más países que los que conforman las Naciones Unidas y colaboraron setenta mil voluntarios de todo el mundo sin cobrar por su trabajo.

Después de 16 días, el término de las olimpiadas, nos deja un poco huérfanos y con la tarea de retomar los otros temas pendientes sumando los aprendizajes por lo vivido.

El éxito no se mide sólo en medallas, así como el futuro no se construye sólo con buenas intenciones. Desde la comodidad del sofá es imposible dimensionar la importancia de que 42 deportistas chilenos participaran en las olimpiadas. Ellas y ellos son ganadores. Es cosa de conocer un poco sus historias para saber que como país nos falta mucho para efectivamente apostar a tener un legado olímpico.

Los deportistas de alto rendimiento no aparecen por generación espontánea. No basta el talento, las ganas y el esfuerzo, se requieren programas integrales y de muchos años. Aprovechemos esta nueva oportunidad y re-miremos las políticas públicas que influyen en los deportistas; los gastos de  inversión que se hacen no sólo en infraestructura sino en equipos multidisciplinarios que los deben apoyar; la forma en que el sistema educacional valora que los niños, niñas y adolescentes se dediquen a hacer deporte; los problemas de transparencia que tienen algunas Federaciones y el cómo alentamos también una mentalidad de excelencia en los entrenamientos y campeonatos que no siempre existe.

En un país en que sólo los futbolistas pueden vivir del deporte, necesitamos también crecer en diversidad y calidad hacia otras disciplinas. En el Chile de hoy es posible correr el límite de lo que conocemos o hemos hecho hasta ahora, y es posible, porque lo necesitamos.

La masivas marchas en contra de las AFP son una señal más de que Chile quiere cambios. Cambios en los sistemas de pensiones para poder tener una vejez digna, pero también necesitamos de cambios para vivir un presente más feliz.

Desde la actividad física sabemos lo esencial de tener un buen ritmo y Chile requiere recuperar el ritmo. Esto no es acelerar o disminuir la velocidad de por ejemplo las reformas, esa es sólo una de las consecuencias. Recuperar el ritmo es volver a conectarse con la respiración, con lo propio, con la energía vital y desde ahí conectarnos con los otros.

Tokio 2020 parece aún muy lejos, pero para llegar necesitamos involucrarnos en los cambios desde lo inmediato y lo cercano. Para algunos será el próximo entrenamiento, el panamericano que viene o el mundial. Para otros, el espacio desde donde construir los cambios es el Consejo de Ministros, la reunión de apoderados o el directorio de algún Club.

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Alguien comentó sobre “Olimpiadas y un Chile que quiere cambios

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