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Estamos en un tiempo en que el llamado es a actuar en base a lo que realmente, desde lo profundo, lo biológico, lo entrañable, deseamos y sentimos. Por eso, creo que ser verdaderos con nosotros mismos es el principio del camino hacia la coherencia.

A más consciencia, nuestras incoherencias y las de otros se hacen evidentes. Cuando somos parte de ellas nos quedan resonando, duele la guata, te molestan y aunque las ocultes vuelven a salir a flote. Por el contrario, es en el espacio armónico de la coherencia en dónde fluimos.

Saramago decía que donde más se puede aprender de la vida es en las contradicciones, no en las coherencias. Por eso estamos repletos de lecciones de vida cada vez que miramos cómo andan las relaciones entre lo que hacemos y decimos, pensamos y hacemos, comemos y pensamos, soñamos y hacemos, etc.

Inquietud me provocan los que son defensores sólo de algunos derechos humanos y que, por ejemplo, en los espacios laborales se vuelven pequeños tiranos. O aquellos amantes incondicionales de los perros, pero que esa pasión les impide ver que hacen sus necesidades en el jardín del vecino. O el que cuestiona al gobierno de turno y a las instituciones, pero no vota ni se involucra en ningún proceso concreto para generar transformaciones. O el que se queja de enfermedades pero no revisa que su refrigerador está repleto de comida chatarra y sus piernas ya olvidaron lo que es una caminata. O el que sueña con bailar pero no se atreve ni a mover la cadera. O el que declara a los cuatro vientos el valor de la amistad, pero se queda esperando que otros lo llamen para juntarse.

Claro, cuesta. La coherencia requiere valentía. A cada uno le pesan sus propias incoherencias y para eso no hay recetas únicas basadas en dogmas externos. El único camino parece ser desconectar el “piloto automático” y estar en el aquí y el ahora de la consciencia. Ahí se hacen evidentes las sombras y los juegos del ego nos miran de frente.

Ser coherente tiene costos y requiere muchas veces importantes esfuerzos. Por ejemplo, decir lo que otros no quieren oír o hacer lo que no resulta evidente, ya que la primera coherencia es siempre interna. Aún más complejo es cuando asumimos que esa coherencia es progresiva, porque tiene distintos niveles de satisfacción. Cosas que nos parecían coherentes hace un tiempo, puede que hoy nos parezcan insuficientes. ¿Basta con que mi auto haya pasado la revisión técnica o dado el Santiago contaminado que tenemos me esfuerzo por usar el más eficiente transporte público? ¿Basta con reciclar en los puntos verdes o tengo que efectivamente comenzar a consumir menos? ¿Basta con twittear reclamos o es necesario pasar a la acción? ¿Basta con tener trabajo o este debe ser uno que nos haga sentir felices? ¿Basta con no escoger alimentos que tienen etiquetas negras también necesario comenzar a cultivar y cocinar?

Mafalda pedía que se encuentre la cura para la glándula de la coherencia humana. Por supuesto, esto no es exigencia sólo para los personajes públicos y la típica demanda de coherencia entre el mundo privado y público, sino una invitación a explorar nuestra propia deriva. ¿Cómo es una sociedad que actúa en coherencia? Probablemente, es una sociedad respetuosa de sí misma y, por lo tanto, un poco más feliz.

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7 Comentarios sobre “Una ética de la coherencia

  1. Victoria,tu articulo hace pensar y ya ese solo hecho es bueno.
    Hay que luchar por no ser “padre Gatica” ,predica pero no practica. Ser coherentes requiere un compromiso personal y eso no siempre es facil. Hay que trabajar al respecto. Estare alerta para tratar de no solo predicar. Carinos.

  2. Muy bonita tu invitación a la coherencia o al intento cotidiano para conseguirla. Sin duda, el camino para ser coherente entre lo que pensamos, decimos, sentimos y hacemos no es nada fácil, pero que forma de darle sentido a todo!

  3. Felicitaciones por el ensayo, cumplió su objetivo me hizo pensar. Pienso que la coherencia como cualquiera otra característica del ser humano debe alcanzar un justo medio , debido a que no concibo una evolución personal o social masiva sin incoherencias , estas últimas las veo necesarias no opcionales. No creo que una sociedad cien por ciento coherente sea el ideal, por el contrario a lo mejor sería una sociedad estancada y por lo tanto quizás aburrida .

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