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Ven y siéntate junto a mi

Si con las palabras acaricias
tus mejillas mojadas por líquidos
fluidos desde otras almas.
Si con el verbo escuchas el nervio
que será consejo, avieso y de noble instinto.
Si al juntar las letras te haces cometa
ven y siéntate junto a mi
aunque sea solo por un momento.

No me dejen sin cordura

No me dejen sin cordura
puedo aceptar la pérdida de una oreja
pero déjenme el tímpano encendido.

No me rasguen la cornisa
denme la pestaña en cascada,
los diez dedos conservados
han tratado de cortarme
más mi grito fue tan fuerte
que el causante ya no existe.

Con las manos que me quedan
acaricio las infancias
a las trenzas y su moño
la hierba y su encanto.

He pintado mis lunares
con colores invisibles
ahora voy por todas partes
y te aseguro no existo.

Cayó la tarde

 Cayó la tarde
lo dije antes que se
desarmara
una vez ocurrido perdí
noción de mi estadía
hube de palparme
cuerpo adherido
a una alma de anomalías
supe que continuaba ahí
que el día surgió
para esa tarde,
sin ella
podría olvidarte
y si te olvido
penas y arremetidas.
Deseo tardes
que nunca acaben
esas que he visto
son memorables.

En el aire y en la boca cerrada

 En el aire y en la boca cerrada
las palabras desaparecen
para hacerse parecidas
a los sonidos que crujen.

 Tras el impacto que ahoga
hacia un mundo confuso
desde el silencio invisible
viene  música divina.

Óyela
y cuando abras el casquete duro
hacia el banquete puro
baja cascadamente
por la vertiente antigua
de los permeables versos.

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