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Andrew Haigh es inglés y hace dos años presentó 45 años en el Festival Internacional de cine de Berlín, con elogiosas críticas, elogios que se han repetido en su temporada en salas de cine. Haigh tomó como base para esta película el cuento In Another Country (En otro país) del escritor británico David Constantine (73 años), quien es el coguionista del filme.

La historia es esta: una pareja de unos 70 años cumple 45 de matrimonio. Ella (interpretada por Charlotte Rampling) tiene a su cargo la celebración del aniversario de boda y lo hace con eficacia. Él, Tom Courtenay, se ve menos dinámico y más débil, aunque luego se descubrirá lo contrario. La bomba estalla mientras toman desayuno seis días antes de la fiesta: una comunicación oficial del gobierno suizo informa del hallazgo, calentamiento global mediante, del cadáver congelado de una mujer desaparecida en un accidente en los alpes suizos en 1962.

“La encontraron dice” dice Geoff Mercer a Kate, su esposa. A partir de esa declaración la vida de la pareja ya no será la misma. Durante una semana, Haigh desnudará la vida de Geoff y Kate quienes durante cuatro décadas y media ha mantenido una relación aparentemente exitosa en la vida privada y en la pública.

¿Y a quién encontraron? Nada más y nada menos que a Katya el primer amor de Geoff (“MI Katya, subraya él) perdida tras caer a una grieta, en una excursión.

Haigh (44 años) es uno de esos directores que no da tregua y que también en sus filmes anteriores explora las relaciones sentimentales; pero básicamente, según dice, se trata de historias de gente buscando saber quiénes son. Frente a una película como esta su mirada es lo suficientemente sutil para que cada cual arribe a sus conclusiones “descongelando” fantasmas propios o ajenos.

Horas después de ver 45 años me pregunté si las relaciones líquidas de las que habló Zygmunt Bauman, el filósofo polaco muerto a comienzos de año, tienen un paralelo o se contraponen a este otro tipo de relaciones aparentemente sólidas y casi congeladas en el tiempo. Si aquello que Constantine retrata con tanta genialidad y de cuyo espíritu Haigh logra apropiarse corresponde al mismo fenómeno.

Bauman se refirió a la “liquidez” para subrayar la volatilidad en los tiempos actuales; los vínculos frágiles que establecemos con las personas que nos rodean bastante más efímeros que el sagrado matrimonio, con su promesa de compartir la vida hasta que la muerte nos separe. Según el nonagenario filósofo, que terminó sus días en Inglaterra, “Hoy la mayor preocupación de nuestra vida social e individual es cómo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro. No creemos que haya soluciones definitivas y no sólo eso: no nos gustan. Por ejemplo: la crisis que tienen muchos hombres al cumplir 40 años. Les paraliza el miedo de que las cosas ya no sean como antes. Y lo que más miedo les causa es tener una identidad aferrada a ellos”.

Una costra volcánica dura

No nací en la era de Internet, pero nunca creí en esa promesa de “hasta que la muerte los separe”. Así es que la elaboración de Bauman acerca de las relaciones efímeras- que asume los cambios de la nueva era, la inmediatez, la tecnología, la omnipresencia, los encuentros virtuales como circunstancias para el cambio de paradigmas-no me satisface plenamente. El miedo al compromiso a largo plazo, más bien dicho el vínculo para toda la vida- puede ser un tanto pueril, pero me resulta más asible la idea de ese temor a fijarse en una identidad permanente, un traje a medida que, bien sabemos, no soporta los embates de los tiempos. Si es de calidad, bueno, resistirá y costuras más o menos podrá adaptarse  ¿Y si no?

Bauman, dice que actualmente nos vemos obligados a responder a los cambios que nos impone la “modernidad líquida” que nos exige ser  flexibles y versátiles. Compara esa “identidad líquida”, con una costra volcánica dura en el exterior pero que al fundirse, cambia de forma. Constantine habla de esa otra liquidez la del hielo que se derrite y que por esencia permanece mucho más tiempo en la misma forma (aunque  debido a los fenómenos climáticos también está cambiando más pronto de lo que pensábamos). 

Cuando le preguntan a Kate Mercer qué canción abrirá el baile de la celebración de los 45 años de matrimonio responde que será el mismo tema con el que se casó:“Humo en tus ojos”. No percibe entonces que la canción en su breve y romántico desarrollo habla del principio y del fin.

Saliendo del cine recordé otro tema, más contemporáneo. Uno del español Sabina (Joaquín) que compuso cuando todavía no se hablaba de relaciones líquidas: “No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió”….

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