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Leí por ahí que estamos enfermos de coyuntura. No hay que ser especialista ni comentarista habitual para darse cuenta de la enorme crisis de la política que se expresa en su reproducción de casta privilegiada y su distancia abismante con la ciudadanía. Así que para no hablar desde la enfermedad, es mejor tratar de mirar más allá, escribiendo desde el acá. Por mi historia y mis afectos me preocupa especialmente la crisis de la izquierda.

Cual la crisis de la catolicidad, la de la izquierda se le asemeja demasiado. Quizás porque ambas pertenecen a la misma matriz. Aquella que pone grandes principios como rectores, a los cuales hay que arribar, para en un momento dado convertirse en una especie de ángeles sociales impolutos no tan sólo llenos de buenas intenciones, sino que por el hecho de haber arribado a buen puerto, insuflados de buenas acciones.

La cuestión es que esas acciones atiborradas de libertad, fraternidad e igualdad, jamás se ven o muy raramente. Con toda probabilidad, porque quienes desean encarnarlas primero se esfuerzan en materializar una idea perfecta. En segundo lugar porque el recipiente ya viene hecho de un determinado modo, de la manera humana con virtudes y defectos, con errores y aciertos. Así la forma no podría nunca contener lo perfecto sin amoldarlo a lo real, es decir a su propia materialidad imperfecta. El resultado, al decir de Nicanor Parra, es una mezcla de ángel y bestia.

Respecto  de lo anterior, hay algunas personas que pocas veces andan levantando ideales, que viven con sus defectos y virtudes más cotidianas bastante más cercanas a esos principios que otros que los andan proclamando a diestra y siniestra y que pocas veces los practican. A mí se me ocurre que las primeras logran actuar desde una cierta bondad porque no andan hablando tanto. Se me ocurre también que la gran mayoría de esas personas no hacen política, sino que se dedican a vivir en sus espacios comunitarios de amor, de trabajo, de intercambio de ideas en conversaciones más fraternas.

No se trata de satanizar a quienes hacen política y de santificar a lo que se ha denominado el hombre o la mujer común. Sería caer en lo mismo de aquella matriz católica o de una izquierda religiosa que ve en el “pueblo” la forma y el contenido de lo bueno de este mundo y a sí mismos como la vanguardia iluminada (por darse cuenta y por tener respuestas) de este pueblo sino santón, al menos contenedor en potencia de valores superiores a desarrollarse en algún futuro igual de ideal que su propia potencia y la iluminación de sus jefes.

Así que mi mirada más bien va en consonancia con una ruptura del paradigma católico y/o vanguardista de izquierda, que cree ser el destacamento consciente que levanta principios innegables para dirigir al buen pueblo a la tierra prometida cual Moisés enarbolando las Tablas de la Ley.  Habría que recordar que en ese periplo, el pueblo se dedicó a darle vuelta la espalda a Moisés, adorando animales y becerros de oro y que el propio Moisés cayó en la decepción, la pena y la ira, sino no fuese porque escuchó voces extraterrestres y vio fuegos cayendo desde el cielo quemando arbustos, que cual signos divinos lo alentaron a proseguir en su mandato probablemente auto conferido.

Como no creo en voces extraterrestres ni en rayos en cielo despejado, ni necesariamente en personajes que se auto confieren  misiones, sino en la reflexión del ser humano como espacio de construcción, creo que sería útil repensar la construcción judeo cristiana y marxista de una buena vez, o al menos intentarlo como proceso cognitivo de la búsqueda de una libertad tan esquiva. Ya lo han tratado de hacer otros en sus escritos, no soy el primero ni seré el último. Quizás es tiempo de ponerse a pensar que ni existen vanguardias iluminadas por un Dios Metafísico o Material, porque todos con nuestras determinaciones, diferencias sociales, culturales y económicas provenimos en gran mayoría del mismo pueblo que tanto se enarbola, como que tampoco existe la categoría pueblo como un fenómeno superior, capaz de expropiar al dominante, al decir de Gabriel Salazar, el sentido histórico final de la humanidad.

Entonces la pregunta es qué es la vida y como se articula lo social. Las respuestas a estas interrogantes son complejas y desde distintos campos, como para desarrollarlas en un artículo breve y por un solo autor, pero  al menos dejo este para repensar nuestras categorías utópicas, a mi juicio, bastante irreales del mundo. A tal punto irreales que se han convertido en meros eslóganes o discursos carentes de contenidos y prácticas efectivas tanto individuales, comunitarias como sociales. Por su misma irrealidad o constitutivas de falsa consciencia, mucho menos han llegado a ser dominantes como modo de vida, de producción y de gobierno. En este enorme terreno, que ya se ha convertido en eriazo,  como bien planteara Marx,  finalmente la izquierda  ha hecho lo que nunca habría tenido que hacer, es decir, “confundir las cosas de la lógica con la lógica de las cosas”.

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