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La ceremonia de Premios de Cine Asiático (AFA) otorgó el premio al mejor director y al mejor guión 2010 al film coreano que lleva por nombre SHI, Poesía, del director Lee Chang-dong. Aunque en un primer nivel de sentido la película parece tematizar la belleza, en un nivel más integrador se unen varias líneas temáticas en una decisión de vida de la protagonista: una mujer de más de 60 años que trabaja cuidando a un enfermo y cría a su nieto adolescente, mientras mantiene contacto telefónico con su hija que trabaja y vive lejos.

El personaje interpretado por Yan Jung-Hi se nos presenta con una enorme fragilidad desde el comienzo de la película. Su voz es tenue, su caminar tímido, su ropa evanescente, sus modales delicados, su belleza como delineada a pincel. Es humilde, titubeante y extremadamente respetuosa, en un mundo cotidiano donde la sutileza se ha perdido.

A medida que la película avanza vemos cómo esa frágil mujer va tomando decisiones que requieren valor y fortaleza para responder a situaciones que exigen claridad y determinación. Ha decidido inscribirse en un curso de poesía para concretar un anhelo dilatado desde niña. Decide dejar de trabajar para el anciano que le falta al respeto, decide ocultar su incipiente alzhéimer a su hija, para no preocuparla. Su objetivo es crear un poema, al menos uno: para ello debe “ver”, según explica bellamente el profesor en una clase de la que la película nos muestra apenas unos minutos. Confrontando la verdad (viendo) es que finalmente, decide algo mucho más complejo y doloroso: decide hacer frente a la indolencia de su nieto, que la menosprecia, con oscura soberbia y que ha cometido un delito, decide que su hija regrese y se haga cargo.

El muchacho ha sido acusado, junto a otros 5 estudiantes del mismo curso, de abusar sexualmente durante años de una niña de 13 años, a quien conocemos en las primeras escenas, porque su cuerpo flota en el agua, después de quitarse la vida. Una cámara subjetiva nos pone en el lugar de su decisión. Los padres de los niños deciden ocultar el hecho y presionan a la anciana para que siga el plan de ocultamiento que han iniciado con la complicidad de la escuela. La historia de la niña y la de Yan –el nombre de nuestra protagonista-se entrecruzan. La madre de la niña llora desgarradoramente frente al hospital, donde después sabemos que le hacen a Yan sus controles de salud, intentando asumir la noticia; su hijo pequeño llora junto a ella. Yan muestra empatía, pero no interviene, como los demás testigos de la escena. Pero una fibra honda de Yan ha sido tocada.

Siguiendo las claves que el profesor le da, la vemos acudir una y otra vez a su libreta de notas, intentando “ver”. La película nos hace disfrutar esos momentos. Cuando Yan detiene los ojos en algo, nos hace acompañarla.

Poesía de Lee Chang-Dong
Poesía de Lee Chang-Dong

Las situaciones y diálogos entorno a la poesía que nos entrega Chang-doong son un verdadero seminario. La sabiduría del profesor, la pasión de algunos estudiantes, las experiencias vitales y el mundo visto a través de miradas conscientes, el humor, el amor, el dolor y la muerte presentes en las rutas poéticas que emprenden los alumnos hace pensar en la relación entre el lenguaje y la belleza más allá del artefacto poético, como modo de vida.

Poesía, paz, justicia, belleza se conjugan en un núcleo luminoso que concentra las revelaciones que debe asumir Yan.

La película nos obliga a “ver”, nos confronta con la verdad, bella y dolorosa de lo que somos, y a la posibilidad de elegir el modo de “estar”, a la vez. El poeta en esta película es quien se comporta con verdad y justicia, con honestidad y nobleza, quien nos acerca profundamente a la iluminación.

Yan se nos desvanece después de entregarnos esa enorme lección de vida. No sabemos si la vida se olvidó de ella o ella de la vida. Da igual. Su vida, común y anónima, nos muestra la forma en que sembramos paz, desde la paz interior que también se conquista. Sabemos que a pesar del dolor, Yan puede dormir en paz. Ha ordenado su alma, ha actuado con rectitud y justicia, no le debe nada a nadie (porque también consigue el dinero para contribuir con la familia de la niña abusada), y acepta su camino de olvido, y su soledad.

Recién entonces, y lo sabemos en el poético desenlace, ella ha escrito su poema.

Es la más maravillosa relación entre Ética y Poesía, dos grandes damas, que podamos ver en el cine.

La poesía no es fruto de las palabras. No está en un papel. Es fruto de nuestras decisiones, de la verdad, de la honestidad. Solo si estamos en paz podemos construir poesía auténticamente vital. Es lo que esta fantástica creación cinematográfica nos proyecta. La imagen y la palabra están puestas al servicio de las bellas virtudes que encarna Yan en el filme: el amor, más allá de los vínculos inmediatos; la compasión, más allá de las propias carencias y necesidades; la voluntad de justicia como un don sagrado que no puede comprarse; todos esos elementos conjuntan el SHI de la película.

SHI que suena como OHM, o como PAZ, o como PAX, PEACE, dos sílabas vibrantes, algunas más retraídas, otras explosionando.

Para que haya poesía, debemos hacer lo correcto, parece decirnos este director tailandés. Entonces, sentimos paz. Nos reunimos en una consonancia perfecta, como se reúnen la imagen de la pequeña víctima flotando, y el sombrero de Yan que el viento arrastra hacia el agua, mientras ella intenta atrapar las frases que se esfuman en ese universo en construcción, su SHI, su belleza, como sinónimo de amor universal.

Nuestra máquina mental es adaptativa, pero el lenguaje es alma trascendente y eterna que crea realidad. Con el lenguaje transformamos la vida, nos acercamos a un fluir de energías poderosas, concentradas en esos pequeños signos que han marcado el rumbo de la humanidad y que expresan lo que somos.

La propuesta del film es a ser coherentes con aquello que decimos. A ser auténticos. A utilizar el lenguaje con ese sentido mayor, que trascienda nuestro espacio, nuestra inmediata realidad, nuestras necesidades personales. A hacer lo correcto, aunque duela. Esa es la poesía que nos hace falta. Esa es la paz que conquistamos cuando se unen conjugándose forma y fondo.

 

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Alguien comentó sobre ““SHI”, belleza, poesía y paz.

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