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“ángelos” es un regalo, pero hay que encontrarlo y, “para encontrar un ángel primero olvida lo que sabes”.

Al leer “ángelos” pienso inevitablemente en “El Principito”, así como Antoine de Saint-Exupéry instala el pequeño planeta de El Principito en nuestro interior, Mauricio Tolosa siembra ángeles queribles por doquier. “El Principito” y “ángelos” comparten el mérito de traer a la superficie el niño que permanece intacto en nosotros, le da un respiro al hombre de las apariencias y le recuerda que puede soñar.

“ángelos” es un viaje que rápidamente abstrae, cada sentencia es un juego de metáforas transparentes y amables que envuelve con la luz de su sabiduría y sencillez.

“Antes del Big Bang sólo se escuchaba el parpadeo plácido de los ángeles”; tan bella alegoría no debe quebrarse con preguntas como ¿quiénes o qué son estos ángeles? “ángelos” nos habla expresa o implícitamente y desde la brevedad y silencios, desde una poética cristalina. Aborda el misterio, el del todo o la nada, del correr del tiempo, de la historia, de la humanidad, de la fe en el hombre, de un futuro mejor; alude a esa flor perenne llamada Esperanza que se ubica en un lugar adelante de todos los caminos que emprendemos y, de la construcción de los sueños.

“El espacio y el tiempo se tuercen, el sentimiento de un ángel es siempre recto”.

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En “ángelos” imágenes y palabras se funden en una emoción, estos ángeles catalizan presente y un tiempo olvidado, surge un reencuentro con un sentimiento primario, irreductible, impoluto, acallado y relegado por tanta ciencia, tecnología y oferta. Y brotan espontaneas nuevas palabras que se acoplan a las de “ángelos”… hubo un tiempo feliz en que el hombre recordaba que llegaba a este mundo deslizándose por el ala de un ángel.

“ángelos” es una obra de gran inspiración e impacto, una fórmula poética de pocas palabras, sencillas y sin rimbombancia, silenciosa, más bien habla el silencio de páginas casi en blanco y cobra vida el sonido de las hojas, las del libro, al pasarlas. Y es que también interviene un componente material, pues el objeto-libro es parte de esta creación, un formato en el que predominan los blancos y negros, sepias, ocres, que incorpora de tanto en tanto hojas de un papel amarillo-oro y delgado que presta su sonido para replicar lúdicamente el roce de alas. Nada quita protagonismo a lo invisible, a esos inasibles pero omnipresentes ángeles.

Por otro lado las fotografías del autor de “angelos” son la evidencia de un transitar por el mundo, de un recorrido extenso y de un bagaje rico y variado donde nada se ha descartado para recoger sabiduría: desde frescos egipcios, naturaleza, niños y hombres de oriente y occidente, del mundo de la pobreza y de los altos negocios; hasta una Marilyn Monroe, ícono instalado en Chicago, conforman la colección de imágenes que hablan en el libro.

“Cuando los ángeles sueñan que son humanos despiertan con el cuerpo sonriendo” nos dice Mauricio Tolosa y puedo imaginar al lector, en gesto sorprendido, al percibir una imagen fugaz en su interior que se sonríe y regocija en él.

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