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Acaba una campaña electoral más, y habiendo transcurrido ya casi 30 años desde el inicio de lo que podría ser considerado como la apertura de la etapa moderna de las campañas en Chile, ya se va haciendo necesario hacer un balance de lo que se ha hecho bien, lo que se ha hecho mal y lo que simplemente no se ha hecho.

En primer lugar, el impacto de la franja del “No” en el plebiscito de 1988 creó altas expectativas sobre el impacto de la televisión sobre otros medios de comunicación masiva, y eso ha llevado a que la clase política tenga especial cuidado en asegurar el derecho a seguir utilizando la TV.

Sin embargo, este medio ya no es novedad y los creativos de las respectivas franjas de los candidatos han mostrado falta de creatividad y de inteligencia para llegar a los votantes.  La reiteración de mensajes carentes de contenido distintivos (todos dicen querer más o menos lo mismo y nadie arriesga más de lo indispensable) han determinado que la audiencia disminuya progresivamente y hoy son pocos los que deciden su voto por la franja.

Del mismo modo, a partir del efecto que logró Barack Obama con su primera candidatura a través de las redes sociales, también se ha adoptado este medio para la difusión de mensajes políticos, especialmente teniendo en consideración que cerca del 90% de los chilenos tiene acceso a Internet y un poco más a celulares.

Nuevamente la falta de creatividad se ha traducido en un desaprovechamiento de estas posibilidades, y básicamente es por la misma razón: La obstinación en entregar mensajes tratando como tontos al público.   Se les habla desde una tarima, no se responden los comentarios y la información que se entrega es básica y/o ambigua, lo que crea como reacción el desinterés de una ciudadanía que está en el Siglo XXI mientras la política parece seguir en el siglo pasado.

Otro aspecto que hay que tener en consideración es la uniformidad de las campañas.   Todas se centran en los temas económicos, se ignoran los puntos de vista de la gente y se dejan de lado asuntos que sí son atractivos a la hora de tomar la decisión de concurrir o no a votar y la opción que se tome entre las distintas candidaturas, como son los llamados temas valóricos, ya sea en un sentido u otro.  Sólo José Antonio Kast ha planteado su campaña desde esa perspectiva y eso ha llamado la atención aunque sea por el rechazo que produce.  La frase del Quijote -Es mejor que hablen mal de uno a que no hablen, replicado luego por otros- ha sido desde hace mucho una forma exitosa de colocar el nombre del candidato en el debate, y ese es el punto de partida para llegar al eventual votante, pero los demás candidatos no salen de los lugares comunes que ya han perdido todo sentido.

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