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Hacía mucho calor y sol ese día en la Plaza Vieja. Me acerqué al portal para arrimarme a la sombra y descubrí una breve entretención tomando fotos de mi reflejo en los cristales de las vitrinas. De pronto, se acercó por mi espalda Adalberto y me dijo con voz bajita: “está muy fuelte el sol para las fotos, hay que esperar a que baje”. Desde allí entablamos una conversación muy bonita que duró toda la tarde. Aunque apenas caminaba porque está un poco ciego y muy viejito, me invitó a recorrer las callejuelas de la Habana vieja con serenidad y asombro.

En sus años mozos tomaba fotos, por lo que nuestra amistad comenzó con muchas preguntas sobre mi cámara, sus funciones y las clásicas cuestiones sobre preferencias digitales y análogas. A él siempre le gustaron las fotos de deportes y de niños deportistas y practicantes. Le gustaba ver sus caras de velocidad, de esfuerzo y de triunfo, según me dijo.

Durante nuestra lentísima caminata, insistió en que cuando joven tomaba buenas fotos, con una cámara Zenit que le regaló un oficial de la URSS en el año 1968, pero que no llegó a ser famoso. Total -me dijo- a mí lo que me gustaba era jugar -como en el deporte-, sólo que a mí me ha gustado jugar con la luz. Las fotos son eso, me dijo muy convencido, puros juegos de luz, aunque en estos años, veo muchas más sombras -terminó la frase con pesar-. Pero qué bonita definición de la fotografía pensé en ese momento y se lo dije.

 

Calles de la Habana 1. Fotografía de Alejandra Faúndez.
Calles de la Habana 1. Fotografía de Alejandra Faúndez.

Estuvimos toda la tarde tirando fotos juntos, por aquí y por allá. No quiso tomarlas con mi cámara porque le dolían las manos y pesaba mucho. Sin embargo, me dirigía: Dale Aleja!! por aquí; mira la luz de esa puerta con el perro; y allá, donde están los cantantes, tírale al bajista mi vida; ahora toma a esas manos trabajadoras, mira todo lo que han hecho por Cuba; y a ese amigo mío que está comprando ron a granel; apúrate con ese joven que se cree fotógrafo pero tiene muy poca cámara “pa’ tanto cuelpo”; a esa niña preciosa que sonríe para ti. Me sacó carcajadas con sus dichos y frases divertidas y estilizadas. Sonreí tantas veces en esas horas que duró nuestro encuentro, que me llenó el corazón de ternura este viejo habanero. Así seguimos toda la tarde entre su mirada un poco turbia, los juegos de luz y conversaciones sobre cómo era La Habana hace unos años. Me recomendó visitar al día siguiente la Fototeca de Cuba y así fue, y también a Teresa, su amiga de la galería de arte de la Plaza de las Palomas porque había una exposición de Villalobo, un pintor habanero octogenario como él.

 

Calles de la Habana 2. Fotografía de Alejandra Faúndez.
Calles de la Habana 2. Fotografía de Alejandra Faúndez.

Nuestra conversación sobre mil cosas siguió hasta entrada la noche. Lo invité a cenar y su cara se llenó de alegría. Me respondió que sí con mucha gratitud y un poco de “pena”, que se le pasó rápido cuando me dijo con un tono bien cubano: “ya tu sabe que si fuera más joven te habría enamorado esta noche mija porque esta amistad nuestra que comenzó tan bien, no puede terminar mal”…me sacó carcajada otra vez. Y como ya estábamos en confianza, me pidió que comiéramos en un lugarcito muy cubano y barato por ahí cerca. Noté que estaba exhausto, supongo que hace tiempo no caminaba ni hablaba tanto. Su actitud, tomado de mi brazo, era como la de un niño cuando se hace mayor, como diciendo a todos que, aunque sea pequeño, puede disfrutar de la vida a lo grande. Durante la cena continuó contándome muchas pequeñas y grandes historias que yo no conocía de La Habana, y me confirmó, una vez más, como dice Guttman, que el mundo sería mejor si todos hablaran con extraños. En Cuba, esa maravilla de la vida siempre es posible, ya sea para jugar con la luz o con la sombra.

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Alguien comentó sobre “El jugador de la luz y la sombra

  1. Super buenas las fotos y la historia. Me encantó tu conversación con un viejo fotógrafo cubano quien te asesoró en los juegos de luces y sobras. Gracias por compartir una vivencia especial, no siempre frecuente.

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