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Instantes de aire o de piedra.
Son el yin y el yang del recorrido.
Candente pasión hasta arribar a Ítaca.

No hay otro momento
mejor que este trance.
Cada instante es único e irrepetible,
eso le otorga la belleza de la intriga.
Quizás por la conciencia
de saber que somos mortales,
la huella se torna fugaz.
Tal vez por los nombres
que escribimos en la arena,
el agua y el aire.
Porque se fueron esos besos,
y la marejada va borrando,
mientras arremete el viento.

No hay un día igual a otro día,
ni un silencio, huella o mirada
que se repita en esta senda.
Porque no hay sangre
igual a otra sangre
ni pasado, ni camino.

 

De la antología Travesía del Relámpago, Ediciones Vitruvio, Madrid 2013.

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