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El histórico dirigente del Partido Socialista Gonzalo Martner pidió que no se analicen las inversiones hechas por la colectividad con “explosiones desde la guata”, lo que debería entenderse como evitar los juicios apasionados e interesados y centrarse en lo objetivo y concreto, tal como lo han solicitado otros dirigentes que han criticado la dureza con que se les juzga.   Es una petición razonable.

Dejando de lado el hecho que la política no es objetiva ni desapasionada, es preciso reconocer que la decisión del PS de invertir sus recursos en empresas que, a la vuelta de los años, han resultado estar vinculadas con el financiamiento ilegal de la política; que invertir en empresas sujetas a la fiscalización del Estado, eventualmente sujetas al escrutinio de autoridades y parlamentarios socialistas; y que parte de esos recursos se hayan invertido en el exterior, cuando está prohibido el financiamiento externo de la actividad política nacional, es esencialmente inobjetable desde un punto de vista financiero y legal.  Hay que reconocer también que los hechos se registraron entre el año 1999 y el 2015 y que habrían dejado de ocurrir.

El problema es otro.   Reconociendo que el dinero fue bien utilizado desde el punto de vista del crecimiento del capital inicial, aunque la rentabilidad da para suspicacias, y que, salvo en lo que se refiere al paso del dinero por el extranjero, que es algo discutible, no habría trasgresiones a las leyes vigentes al momento de los movimientos financieros, el asunto es que el PS ha sido una colectividad que en los últimos años ha venido criticando el lucro y la connivencia con los poderes financieros, casi como se tratara en ambos casos de figuras demoníacas.   Lo que se ha producido entonces es una acción políticamente incorrecta, seguida de declaraciones moralmente cuestionables.

Dejando de lado el aprovechamiento que está haciendo la oposición de este tema, tampoco resulta atinada la estrategia de culpar al canal de televisión que difundió la información, en la medida que otras autoridades del PS reconocieron que los datos concretos son objetivos.   Culpar a otros contextualiza, pero no justifica.

Es efectivo que los medios de comunicación en nuestro país suelen tener una orientación bien determinada, pero no son los medios los que hicieron inversiones contradictorias con las declaraciones.

Por lo demás, si lo que se demanda es transparencia, todos los partidos políticos tienen el deber de dejarse examinar, sin cuestionar que la ciudadanía no quede conforme con lo que encuentra.   Lo que corresponde es hacer bien las cosas y la prensa tiene el deber de fiscalizarlos a todos para asegurar su propia respetabilidad y prevenir nuevas explosiones.

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