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La información crece y junto con ella la desinformación, en estos tiempos donde todo cambia tan rápido creo que es necesario cultivar nuestro autoconocimiento, éste tiene un valor inconmensurable, no traducible en cifras peso (necesario decirlo si usted relaciona la palabra valor con dinero, recuerde que los valores humanos más importantes no tienen precio). En las paredes del templo de Apolo en Delfos aparecía el aforismo griego “Hombre, conócete a ti mismo” frase que  cobra más fuerza hoy donde todo lo que parece existir es confusión, un bombardeo de estímulos a nuestra percepción. Decimos que queremos educación gratuita, lo cual es completamente válido, sin embargo una de las únicas educaciones que no tiene costo es justamente la más importante: la de conocerse a uno mismo. En tiempos donde sólo  concebimos divisiones, los jóvenes esperamos efectivamente un mundo distinto, la lucha entre partidos políticos para mí ya es una lucha obsoleta.

Creo que la lucha fundamental es la que tenemos con nosotros mismos, Huidobro en su manifiesto total decía “Basta ya de nuestras guerras dentro de nuestra piel y algunos pasos más allá de nuestra piel” esas guerras que tenemos en nuestro interior son las que proyectamos hacia el exterior, muchos de nuestros actos se han manifestado primero como ideas, como parte de nuestros propios pensamientos. Considero entonces de suma importancia aprender a observar nuestra mente para no ser llevados por nuestras ideas, si no, más bien saber dirigirlas hacia donde realmente queremos, con consciencia.

Creo que nuestra naturaleza esencial es compasiva y difiero de la gente que piensa que el ser humano es un ser egoísta y salvaje por naturaleza, necesitamos llegar al fondo de todas estas hipótesis para lo cual aprender a saber quiénes somos se torna fundamental. De todas formas  abandonados en la ignorancia no estamos: Durante los años 40’s René Spitz realizó un estudio de seguimiento a un grupo de bebés puestos en orfanatos donde los estándares de higiene eran altísimos, los bebés tenían todas sus necesidades básicas materiales suplidas, sin embargo no recibían afecto, resultado: 37% de los bebés bajo estas condiciones murieron. Spitz comparó este grupo con otro grupo de bebés que creció junto a sus madres dentro de una  prisión en condiciones de higiene inferior y con las necesidades físicas materiales no suplidas por completo, este último grupo presentó 0% de mortandad, se hicieron pruebas más adelante obteniéndose como resultado lo siguiente: los niños que crecieron junto a sus madres presentaban un índice más alto de coeficiente intelectual y mayor sanidad mental, la conclusión de este estudio no es tan difícil de deducir: el afecto es fundamental en el desarrollo de un ser humano, no podemos vivir sin estar en un ambiente amoroso, al menos, no en los primeros años de nuestras vidas y así lo evidencia  este estudio. Esto es un punto en contra de la idea de que somos seres egoístas/salvajes por naturaleza, necesitamos dar y recibir amor para vivir y sobrevivir como especie. No hay humano que bajo condiciones de estrés constante pueda dar algo bueno de sí mismo, el cuerpo se tensa y las respuestas a los estímulos comienzan a ser reactivas, luego la calidad mental se deteriora.

El problema de cómo vivir en un mundo mejor tendría entonces solución: Cultivar relaciones amorosas y aprender a conocernos, dos parámetros de fundamental importancia para ser tomados en consideración si realmente queremos vivir en un mundo más armónico.

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