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Aunque Nicanor es el irreverente antipoeta, siempre vi en él a uno de los pioneros del cambio de conciencia. Su osada declaración de que ‘la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas’ es una síntesis de su visión holística.

Cuando Chile aún no se radicalizaba, él fue un buscador ecléctico: las matemáticas y la física, la cosmología y la poesía eran sus mundos, desde los cuales no puede sino mirarse al universo en profundidad y en su conjunto.

Su vena era la irreverencia y el humor, no la tragedia ni la épica. Con Enrique Lihn y Jodorowsky publican en 1952 sus collages noticiosos en ‘Quebrantahuesos’. Ronald Kay los declaró antecesores del arte conceptual. Luego, en 1954, publicó ‘Poemas & Antipoemas’. Sus primeros ‘artefactos’ son del año 68.

Cuando hacia fines de los 60 Chile se radicaliza, la izquierda pedía a Nicanor que fuera un Parra como la Violeta, como Ángel e Isabel. Por eso no comprenden cuando, en abril del 70 -en medio de la guerra de Vietnam- como invitado en EEUU junto a otros escritores, acepta un obsequio de la esposa de Nixon -lo invitó a un té, dice el mito-.

La izquierda, entonces, lo ataca. En Cuba le retiran la invitación a ser jurado del premio Casa de las Américas. En Chile el presidente de la SECH lo tilda de ‘jipi sexagenario’.

Pero sólo era un independiente: no suscribe a ideologías, no comulga con estructuras jerárquicas, recela de las instituciones. Se define: “…no soy derechista ni izquierdista/ yo simplemente rompo con todo”. Y como muestra, saca a los patios del pedagógico su escritorio y coloca encima un letrero: ‘Doy explicaciones’. E incluso es capaz de decir: ‘A mí nadie me pisa los callos /a mí nadie me pasa a llevar /aunque sea Fidel en persona / o la propia Unidad Popular.’

Luego viene el Golpe, y Parra se aísla por un tiempo, pero ya en 1975 se incorpora a dictar clases en el Departamento de Estudios Humanísticos de Ingeniería de la U de Chile.

En 1977 Jaime Vadell y José Manuel Salcedo se la juegan por montar Hojas de Parra, con textos de Nicanor. Tengo vivo el recuerdo de esa carpa de circo instalada en Providencia, y la ingeniosa propuesta de la obra, un candidato presidencial que se llama ‘Nadie’: ‘Nadie para presidente’: ‘¿Quién va a salvar al país?: Nadie’. La carpa es incendiada por agentes del régimen.

Después de esto, Nicanor decidió ya no callar, y en los espacios restringidos en que comenzábamos a resistir a la dictadura -en este caso en Galería Época- acusó que en Chile no se respetaban los derechos humanos. Poco después dice: ‘Yo he hecho arte social siempre, pero intuitivamente’… ‘buscando la revolución total, criticando la totalidad de las instituciones’. ‘Por eso me considero un revolucionario, aunque esa palabra sea muy peligrosa en la actualidad’.

En Galería Época Nicanor presentó sus ‘Sermones y prédicas del Cristo de Elqui’. Él ha dicho después que esa voz fue una máscara desde la cual poder decir y a la vez cuidar la sobrevivencia personal en ese momento -hablar verdades a través de la voz de un loco, probablemente con resonancias de su admirado Hamlet-. Pero no eligió a cualquier loco: eligió un Cristo.

En ese tiempo la Iglesia y el marxismo, los jipis y la izquierda, la DC y los anarquistas unidos, jamás serían vencidos. La paz tuvo más valor que la guerra a pesar y a causa de la dictadura. Las voces que integraban fueron más valiosas que las voces que buscaban dividir. Se requería integrar a todos los que estaban en contra. Nicanor pudo ahí encontrar su voz transversal.

‘En la antipoesía cabe todo’–dice-. ‘El cristianismo, la jerga marxista, el psicoanálisis, ahora la jerga taoísta. Es un intento de totalización. …La antipoesía no está a favor ni en contra de nadie, no es una prédica. El antipoeta muestra las limitaciones de los diferentes lenguajes… está más cerca del taoísmo de Chuang Tze, más que una crítica social, es una gran carcajada…’. ‘La antipoesía es el colapso de los dogmas políticos, religiosos, literarios. Es una poesía antidogmática…, libertaria…, lúdica’. Y asegura: ‘Mis estudios de taoísmo han sido realmente provechosos’.

Nicanor se hizo holístico. Se hizo universal. Se hizo ecológico. Se hizo sabio: ‘Cuando somos, la muerte no es, cuando la muerte es nosotros no somos. No hay punto de intersección. Entonces, ¿a qué le tememos?’ ‘El error consistió en creer que la tierra era nuestra, cuando en verdad nosotros somos de la tierra’. Y finalmente: ‘El verdadero problema de la filosofía es quién lava los platos’.

Nicanor ha contado que perdió la voz durante cuatro o cinco años, ‘podía decir una palabra y no una frase, al parecer le tenía horror al significado’. Pero ‘cuando la antipoesía fue declarada como lengua permisible, empecé a recuperar la voz’.

Y ya nunca la perdió. Siguió revolviendo el gallinero, e hizo las preguntas fundamentales: ‘¿Somos hijos del sol o de la tierra? Porque si somos tierra solamente, no sé para qué seguimos filmando la película. Pido que se levante la sesión’.

Publicado originalmente en la edición impresa de revista Somos en Octubre de 2014

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