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Años antes de morir supo que la poesía era
un camino que recorrer, más que un sitio
donde llegar. Entre las aguas detenidas que fabrican
frustraciones de alto quilate y las aguas negras
de la muerte donde solía bañarse desnudo,
busca la quietud que le permita reconocerse
hijo y padre, pionero que viaja en búsqueda
de las nuevas tendencias o parte del hilo
continuo de la respiración literaria a la cual
debe su cuerpo y el alma. Su juventud
y belleza que tenían esa actitud, desinformada
y rebelde, la clavó en la pared junto a la fotografía
de sus abuelos muertos. Dios, apiádate
de los monitores que le registran su aldea
y los embates a que lo someten las moscas,
en esta hora y todas las horas, pero, sobre todo
ahora que se acumula polvo en sus orillas,
pletórico de acciones heroicas con las cuales
buscaba nutrirse y justificar el color de su camisa.
Limpia sus cristales ópticos con agua de lluvia
y vuelve a iluminar el mapa de las orientaciones
si crees que es lo justo y si admites que es necesario.
Parece que no existe el remanso sin falta
donde logra la paz que las injusticias no le provee
y donde toma contacto con las figuras clásicas
de la insubordinación que el olvido lanza al fuego.
Alguna vez fue una exigencia llena de ternura,
pero el tiempo es el tiempo y –aunque activos
los elementos de fijación- el dibujo de la sonrisa
termina por desprenderse de los labios. A pesar
de los pesares y de la miseria misma presentada
como comida tibia sobre la mesa de madera,
siempre supo que esa sublevación de las palabras,
era capaz de reinventar el universo en momentos
de repliegues, destrucción y abandono. Para mí
que siempre lo vi cruzar con las manos en los bolsillos
los horizontes humanos, era más que una nube
destinada a permanecer. Cuando la incertidumbre
golpeó su cuerpo, otros, no nosotros que estábamos
cerca, ni ellos que siempre estuvieron fuera de su alcance,
para que continuara su viaje le exigen mostrar
sus huellas digitales. Sin tener nada que exhibir, muestra
palabras gastadas en evidente estado de deterioro
y descomposición, hechas a mano algunas, otras mal
insertadas en textos escolares y lo que es peor,
imágenes de su propia vida que dejan al juicio de otros
sus pulmones mordidos por los animales salvajes
del cigarro. Ya no tendría olvido al que dar cuenta
porque el silencio y el polvo acumulado hacían lo suyo
con los materiales de su configuración biológica,
aritmética, bellamente imaginada. Agrupando fragmentos
porque podía morir de frío el poeta sacó
lápiz y papel, y escribió.

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