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Todos coincidimos en la validez de aquello que “el conocimiento es poder” (frase acuñada por el filósofo inglés Francis Bacon en 1597) y entendemos que la comprensión de las cosas permite su mejor uso.   Sin embargo, a pesar de ser una afirmación tan compartida y aceptada, parece haber caído en desuso y estamos asistiendo a diversas situaciones de tensión social en todo el mundo que, básicamente, se originan en que el gobernante no conoce lo que quieren y necesitan los gobernados.

En otros tiempos, esa situación no era preocupante porque la ciudadanía no tenía medios para expresar su opinión ni para sumar voluntades a favor o en contra de determinada posición política pero en el siglo XXI eso ya ha cambiado, drásticamente para los líderes de toda naturaleza que, provistos de todos los medios para conocer la opinión pública, actúan a menudo como si no la comprendieran.

Incluso asumiendo que hay situaciones en las que el gobernante tiene que conducir al pueblo en una dirección distinta a su voluntad porque así lo determinan las necesidades y que la misma ciudadanía no tiene claridad respecto a sus deseos, es esencial que exista una conexión mínima entre el poder y la base social porque vivimos en democracia y la sustentabilidad del gobierno depende del apoyo ciudadano.

Lo que tampoco se entiende es que el conocimiento -o la información, su equivalente moderno- se logra en un proceso de comunicación con dos actores.  Si las decisiones del gobernante son, en su opinión, las necesarias para cada situación es su deber también explicarlo de forma que se comprendan sus fundamentos por parte de la gente y, aunque no se compartan, se acaten.   Eso no se hace y nuevamente hay que decir que en estos tiempos ya no es posible impartir órdenes sin fundamentación como si se estuviera en un regimiento porque las sociedades son cada vez más horizontales y menos verticales.

Es importante este cambio, no solo porque actualiza el principio republicano de la democracia representativa, según el cual el gobernante es un servidor y está, en cierta forma, “contratado” por la gente para cumplir una labor determinada (lo que significa que puede ser igualmente “despedido” si es ineficiente), sino también porque pone el peso de la responsabilidad respecto de la buena conducción de la sociedad en sus propios integrantes, y en este sentido también hay una carencia de parte de la gente porque no asume su deber de velar por el correcto proceder de sus representantes en las diversas estructuras del Estado.

Es fácil criticar por las redes sociales, pero lo que cuenta es tener la iniciativa para apoyar o rechazar las políticas gubernamentales.  La apatía es, entonces, un síntoma del desconocimiento y el verdadero peligro para una mejor democracia.

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Alguien comentó sobre “Conocer

  1. Paradojal. En sociedades hipercomunicadas, cunde el escepticismo y la sordera. No en vano, muchos poderes politicos, religiosos y economicos en el
    Mundo estan soñando que las multitudes se desencanten o crean que la internet es peligrosa para que “emigren” a la “tierra segura” de los medios oficiales de masas.

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