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Terminó la edición número 64 del Festival Internacional de Cine de Cannes y la Palma de Oro, máximo premio del cine de autor a nivel mundial, partió hacia Estados Unidos, hacia las manos del elusivo y ermitaño Terrence Malick, de 67 años de edad y sólo cinco largometrajes realizados.

Se esperaba este galardón para Malick, que había impresionado con una película que muchos describen como un cruce entre el cine de Kubrick y el de Tarkovski, como una plegaria por el ciclo de la vida humana más que como una película de códigos narrativos convencionales.

Desde su primer largometraje, la magistral “Badlands” (1973), centrada en la contradictoria figura del asesino en serie Charles Starkweather que no renunciaba a las disgresiones poéticas, Malick ha desarrollada una escritura personal y de aspiraciones cósmicas, totalmente independiente a la evolución de todo el resto del cine estadounidense. Al consagrarlo con esta película, Cannes reafirma su apuesta constante por el cine menos comercial y más artístico, aunque, de todos modos, lo aproxima un poco más al público general en relación a lo que fue el filme ganador del año pasado, “El tío Boonmee que recuerdas vidas pasadas”, del tailandés Apichatpong Weerasethakul. A diferencia de esta, “The Tree of Life” es una película que se verá en todo el mundo, y que afirmará mucho más masivamente el cada vez más erosionado concepto del director como realizador de una obra única y que le es profundamente propia.

El Festival de Cannes posee, justamente, ese poder, y sabe explotarlo. Es capaz, como ningún otro, de convocar a las grandes estrellas y superproducciones de Hollywood (este año estrenó mundialmente “Piratas del Caribe 4”) pero jamás deja que tomen el control del certamen en desmedro de las películas de directores que trabajan en la vereda opuesta. En la alfombra roja del Palacio de los Festivales, el glamour del gran espectáculo del cine brilla con todo su fulgor; no obstante, a la hora de la premiación siempre es un autor cinematográfico quien se lleva el protagonismo. Es la “maniére de Cannes”, la receta que sólo este festival monumental sabe cocinar al punto perfecto. Por eso el equipo que comanda el veterano Gilles Jacob cuida y celebra a un puñado de cineastas (Almodóvar, Woody Allen, Wong Kar Wai, los hermanos Dardenne, Lars von Trier, Bilge Ceylan, Weeresathakul, Malick, Godard, Lynch, Ruiz, Haneke, etc) como lo que son: la reserva dorada del cine como arte.

Con su juego entre arte y mercado, entre vocación autoral y showbiz global, Cannes marca el pulso cinematográfico de la temporada en el mundo: recibe la visitas estelares de Robert De Niro (quien presidió el jurado), Brad Pitt, Angelina Jolie y Jodie Foster, entre muchas otras, y además tiene como “invitado especial” este año a Egipto, epicentro de la revolución que ha estremecido al mundo árabe este año.

Es todo un equilibrio político el que maneja este festival que resume el planeta-cine, y que se trasladó también al palmarés final. Tras el escándalo por las declaraciones pro-nazis de Lars Von Trier, el jurado entregó un inesperado premio al mejor guión para la cinta israelita “Footnote”, que permitió que nadie dijera nada cuando se anunció que el galardón a la mejor actriz para Kirsten Dunst por su trabajo en “Melancolía”, la película de Von Trier. A la hora de los dos premios importantes, sin embargo, Cannes no perdió la brújula, y consagró, además de Terrence Malick, a “El chico de la bicicleta” de los Dardenne (¡cómo han influido estos hermanos belgas en el lenguaje del cine de autor contemporáneo!) y a “Erase una vez en Anatolia” del contemplativo y cada vez mas reconocido cineasta turco Nuri Bilge Ceylan. El artista detrás de la cámara sigue vivo y tiene la mejor plataforma del mundo.

 

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3 Comentarios sobre “Cannes 2011: El autor cinematográfico sigue vivo

  1. Qué grato comprobar que René no ha sido consumido por las candilejas. ¿Es verdad que además de crítico de cine, opinólogo, etc… está dedicado -con éxito- al canto lírico? Ah?

  2. Que inspirado artículo. El autor/arte/ en el delicado equilibrio de la plataforma político/industrial formando un sistema para expandir los límites del cine de calidad. Casi una receta. Para implementar y desarrollar.

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