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En un lado de la pantalla veo a carabineros lanzando sus bombas tóxicas,

ese humo que enceguece,

galopando por las calles como en tiempos de Ibáñez,

corriendo con sus lumas de aquí para allá,

arrastrando a jóvenes,

mojando a los chicos y chicas, desarmados,

a los chicos y chicas que querían hacer una marcha porla Alamedaque es nuestra para hablar de sueños colectivos.

En un lado de la pantalla una ciudad como la de antaño cuando gobernaba un tirano y se reprimían las manifestaciones ciudadanas. 

Al otro lado de la pantalla el vocero de gobierno, imperturbable, hablando de día calmo, de apoyo irrestricto a sus fuerzas policiales, asegurando que todo estaba bajo control y que todo era pacífico y sin excesos. Que estas eran manifestaciones minoritarias y aisladas. Que el gobierno ya había escuchado y que era tiempo de parar las movilizaciones. 

Al otro lado de la pantalla, la ciudad paralizada y tomada por las fuerzas policiales.

En la noche, el canto de las cacerolas y la gente apoyando a los chicos y chicas de este país, a los soñadores, sonó fuerte…

…esta vez el vocero calló.

Quizás si tendremos que saber que pasamos por ese espacio oscuro,

ese inter-REINO entre un sueño y el otro,

pero esta vez será para que el sueño se haga realidad

como en los buenos cuentos de los que se atreven

a ese poco

a ese mucho

de inocencia que ramplonamente se confunde con la bobería.

¿Qué es la inocencia, al final, sino el estado en el que de veras nos conectamos con ese espacio ínfimo y olvidado en el que sabemos y desde donde anhelamos lo que necesitamos profundamente para llamarnos humanos?

En todo el mundo sale la gente de sus casas, de su largo letargo, de su vida sin sueños, de ser aplastados por economías pujantes, competitivas, que no dan solución alguna a la necesidad profunda del ser humano.

Por ahí se nos perdió todo y entramos al túnel negro.

Algo hubo o hay que aprender en ese espacio,

algo de nosotros mismos.

Mientras no lo hagamos no veremos la salida.

Hay que verlo antes de que sea demasiado tarde.

A la vuelta de la esquina está la luz.

Aqui, en Chilito largo y flaco, miles de estudiantes y otros miles que los apoyan se sacan del cuerpo y del alma ese pájaro mustio sin rama donde anidar,

se juntan con el otro, con la otra y salen por torrentes a las calles de  mi cuidad.

Voy con ellos,

imposible no hacerlo,

me declaro inocente y creo,

con fervor,

siempre,

hasta que me muera,

que sí es posible ser felices en choclón.

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